No había leído nada del escritor bilbaíno Iván Repila hasta ahora, pero debo decir que ha sido un gran descubrimiento.

La genial María Sánchez me recomendó su libro y, al leerlo, sentí como si un fugaz balazo de barro y anís traspasara mi conciencia.

El niño que robó el caballo de Atila es una pequeña joya literaria, un relato bruñido por un tono duro, agreste, pero intensamente poético y añil.

Leyendo este libro uno siente que se adentra en un pozo sombrío sosteniendo entre los dientes un cuchillo de luz con el que sajar el miedo de la más perturbada y turbia realidad.

No importa tanto la historia del relato, el febril argumento que esconde esta novela, como el estilo poético e incisivo de un autor que transforma lo lóbrego en lumínico.

La escritura de Iván Repila es la de un ángel que consigue extraer la luz de la negrura usando el cincel de la sagacidad.