Con la inmensa seguridad de que se estaba reparando una deuda de injusticia, aislamiento y desértica soledad se acaban de celebrar en Puente Genil unos días de convivencia entre la verdadera poesía y la ilusión popular que ha llevado el nombre de V Encuentro de Poesía, Música y Plástica: Homenaje a Ricardo Molina (1917-2017), auspiciado por el Ayuntamiento de Puente Genil y organizado gracias al incansable tesón de Antonio Roa, quien ha coordinado, codo con codo con la Asociación Cultural Poética y con el concejal de Cultura, Pablo Alfaro, este grandioso encuentro que es desde luego una forma inconfundible de conmemorar el primer centenario del nacimiento de un poeta que fue premio Adonais por su libro Corimbo y autor de otros como sus admiradas Elegías de Sandua.

Este ha ido transcurriendo con actos muy diversos que, desde el 31 de mayo al 3 de junio, se iniciaron con la inauguración de la exposición Objetos de la memoria, que ha estado instalada durante todo el mes de junio en la biblioteca municipal que precisamente lleva el nombre de Ricardo Molina. La muestra ha acogido, en una docena de vitrinas, un rico conjunto documental de fotos, ejemplares de la revista Cántico, libros dedicados al poeta de Puente Genil (1916-1968), algunos objetos personales y documentos gráficos referentes a su faceta de flamencólogo, así como igualmente una remesa de cartas que al cordobés le remitieron grandes e ilustres poetas de su tiempo: Cernuda, Aleixandre, Dámaso Alonso... Importante aspecto este de la relación epistolar porque el día 1 de junio la profesora Olga Rendón disertó sobre el mismo asunto a colación de su reciente estudio en dos volúmenes Los poetas del 27 y el Grupo Cántico de Córdoba.

A Ricardo Molina, miembro tan esencial de ese grupo y cofundador y alma máter de la revista con ese nombre, le han dedicado ponencias (presentadas por Antonio Moreno Ayora, Juan de Dios García o Ernesto Cáceres) Juan Ortega Chacón -que rememoró con afectividad y cariño vivencias de su infancia o de su padre en las que el personaje real era Ricardo- y Luis Antonio de Villena -que se centró en muchos aspectos vivenciales y amicales del poeta de Elegías a Medina Azahara-. Relacionándolo con el resto de componentes del grupo y teniendo como hilo conductor al heredero del legado de todos ellos, Pablo García Baena, se proyectó el excelente y enjundioso documental Cántico (2016), dirigido por Sigfrid Monleón y producido por el cordobés Antonio Hens, ambos presentes y amables contertulios con el público que asistió al estreno.

Ricardo Molina, amigo de cantaores flamencos y apoyo constante para algunos de ellos -pensemos en su paisano Fosforito-, además de autor de dos monumentos bibliográficos como son Materia y forma del cante flamenco y Misterios del arte flamenco, recibió como premio a su afición humana e intelectual un necesario reconocimiento que acabó como esplendoroso tributo musical en la noche del 2 de junio. De él fueron protagonistas artistas locales, consagrados o promesas del flamenco, como los grupos Las Tablas y Zyriab junto al cantaor Álvaro Martín y la tan excelente bailora Rocío Moreno. A ellos se sumaron, en una apoteosis de poesía recitada y cantada, baile, ritmo y arte, las voces y la danza de Soleá Morente, Curro Albaicín e Isabel Daza, animados al unísono por la guitarra de Antonio Arias y el piano de David Montañés.

Dado que el último día de actos fue el sábado 3, por la mañana se llevó a cabo la presentación de la muy reconocida revista La Gaya Ciencia, y por la noche llegó la exaltación personal y lírica de este poeta andaluz que tanta resonancia ha adquirido ya en la literatura contemporánea. Fueron horas desbordantes de afecto, emotividad y alegre recuerdo las que hicieron vivir, prendiéndolas con la llama de su propia palabra, poetas de la talla de Juana Castro, Javier Lostalé, Concha García y, clausurando el encuentro, de los grandes e insustituibles amigos de Ricardo que son María Victoria Atencia, Ginés Liébana y Pablo García Baena, quien con sus emocionadas y profundas vivencias dedicó a Ricardo Molina un panegírico de amistad, respeto y justa declaración de su autoridad lírica indiscutible.

Han sido grandiosos estos días -y podría decirse que dignos de los más prestigiosos escenarios- que han aglutinado en uno de los más industriosos y hospitalarios lugares del ámbito andaluz a expertos, poetas, escritores, estudiosos, que han ido acotando la personalidad, figura e importancia de Ricardo Molina. Ellos han protagonizado este sentido y justo homenaje a Ricardo Molina, único por tantas razones pero también el más cercano por haberse organizado desde este Puente Genil de riberas, viñas y olivares que Ricardo llevó siempre en su corazón y cantó en sus versos con el más humano y profundo de los sentimientos que es el de la poesía. De esos versos, musicales y transidos de luz, naturaleza y sensualidad, bastaría un solo ejemplo para rescatar su hondo lirismo y su humanidad: «Oh cuerpo mío, / oh tempestad de ansia / oh cuerpo abierto como el mar a todos los influjos del mundo».