Estos nuevos Combates por Andalucía del profesor Cuenca Toribio (segunda edición corregida y muy aumentada de aquel otro de ha ya varias décadas, y publicado por la Diputación de Córdoba) nos traen, en primer lugar, la añorante memoria de unos años más jóvenes y preñados de vigor y esperanzas, convividos en las aulas y los claustros de la entonces reciente Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, de la que nuestro autor fue su primer decano, junto al recuerdo de otros compañeros de claustro que fueron cimentando las bases y el futuro de aquel incipiente Colegio Universitario; jovencísima alma mater de la que el profesor Feliciano Delgado fue, a su vez, activo secretario durante tanto tiempo.

Y vienen a mi memoria más cordial nobles sombras intelectuales y docentes de aquellos años, personalidades amigas segadas por un severo destino, como la del sabio y joven filósofo José Molero, de quien recuerdo una memorable conferencia, de gran sensibilidad y hondura, sobre la rosa en Rilke, o la del fino poeta y catedrático de Historia del Derecho Alberto García Ulecia, añorado compañero y espíritu noblemente distinguido como pocos podremos ya volver a encontrar a lo largo de nuestra vida. ("Vendrá el otoño, enfermo como un tango...", verso suyo que nunca me abandona y que tanto me lo recuerda, como epitafio aleteante sobrevolando nuestra finitud...).

Y tantos, tantos jóvenes profesores, hoy felizmente jubilados después de más de cuatro décadas de enseñanza, a la sombra de estas nobles arquerías y al frescor veraniego de estos patios, en el corazón de la judería cordobesa, junto a las magistrales efigies de Séneca, de Averroes o Maimónides, mudos testigos en piedra o bronce invulnerable de nuestros quehaceres y afanes académicos.

Eran los años de la más esperanzada transición, en los que tenía lugar en nuestra aula magna (con discreta atención por parte de la policía), la primera conferencia del que luego sería nombrado catedrático de la Facultad de Medicina, Carlos Castilla del Pino. Años en los que el profesor Cuenca dedicaba sus inquietudes a dilucidar "oscuras parcelas del pasado sureño hasta entonces no demasiado conocidas", al tiempo que estimulaba las nacientes vocaciones universitarias de nuestra provincia en las "espaciosas aulas de aquel entrañable caserón del Hospital de Agudos, reconvertido en flamante Facultad, hasta el presente en la vanguardia de la potenciación cultural de Córdoba, gran vieja dama venida a menos por el azar adverso de un ayer moderno y contemporáneo, sin comparación posible con su refulgente pretérito de ha un milenio. Luces y esplendor que sólo podrá reconquistar a través de la excelente gestión y acrecentamiento de un patrimonio que halla en el cultivo de las Humanidades su eje vertebrador y meta irrenunciable".

Las primeras páginas de este libro dan histórico testimonio de aquella inquietud cívica y del fervor intelectual que a tantos nos impulsara, llevados de un intenso afán reformista, por potenciar el nivel cultural de nuestra región, y que vendría a cuajar en aquel vibrante Primer Congreso de Historia de Andalucía, con la colectiva intención de que "nuestra tierra dejara de ser la cenicienta de la pluralidad hispánica".

Melancólicas neblinas de casi insuperable frustración empañan aquellas radiantes esperanzas regionalistas del ayer en el hermoso y entristecido Prólogo 2015 , que preside estas páginas, y que no me resisto a citar, porque son muy certeras en la plasmación de aquellas ilusionadas promociones: "En verdad, ¿qué se hizo de tanta alegría, esperanzas y hasta ensueños que trajeron muchos de los políticos de la Andalucía inmediatamente anterior y posterior al 28-F 1978. ¿Dónde están tantos espejismos y artificios como trajeron? Manriqueñamente, a la vista está. Polvo de las eras, un paisaje yermo hasta en sus reconditeces de hombres públicos e intelectuales de dimensión nacional y obra indiscutible; una impotencia y frustración, en fin, ilimitadas, aunque con responsables bien concretos, a los que sería impiadoso aludir siquiera por vía historiográfica".

FIGURAS EJEMPLARES

A lo largo de sus diferentes secciones, el profesor Cuenca traza una profunda radiografía de nuestra historia regional, tanto cultural como política y económica, así como un radiante abanico de Semblanzas andaluzas , de bello cuño literario, que nos muestran unos nítidos perfiles de ricas personalidades en las más varias facetas del saber y de la vida pública; una galería de claros varones de Andalucía, o lo que, en otro plano lingüístico, Josep Pla llamaría homenots , y que podríamos traducir por "grandes tipos".

La mayoría de los nombres y los hombres que con su relevante valía esmaltan este brillante capítulo III de Semblanzas parece compensar con la solidez de sus fuertes perfiles intelectuales y cívicos tantos yermos horizontes económicos y políticos de los que da también testimonio el autor, personalidades que son las únicas que parecen ofrecernos hoy día otras posibles perspectivas más esperanzadas. Desde su Elogio y recuerdo de D. Manuel Jiménez Fernández al filósofo cordobés Pedro Cerezo Galán, y el gran oftalmólogo Julián Jiménez Almenara, o fecundas personalidades como ese "gran español" que fuera Jaime García Añoveros, u otros más jóvenes docentes de nuestras aulas universitarias, como el apasionado arqueólogo, novelista y articulista Desiderio Vaquerizo. O bien poetas, como el ilustre antequerano José Antonio Muñoz Rojas, el sensitivo autor de Las cosas del campo , así como otras semblanzas se ocupan de ilustres visitantes de la ciudad de la Mezquita, como Rilke, Galdós o altos andaluces de adopción como San Juan de Avila.

Particular atención merecen las páginas noblemente reivindicativas de esa figura de español y de andaluz ejemplar que fue el poeta, gran periodista y autor dramático, José María Pemán, y que hoy, ¡a estas alturas!, algunos se empeñan en escarnecer, apartando el busto del vibrante dramaturgo y lúcido comediógrafo, maestro de gracia y picardía, del teatro jerezano que él presidía desde su noble efigie en mármol. A Pemán debemos uno de los más divulgados y bellos libros sobre Andalucía: su guía de nuestra región, tan bellamente ilustrada con fotografías ya históricas, que son un indeleble documento de una Andalucía eterna, vista desde la óptica de los años cincuenta, y que junto a la guía de Castilla, de Dionisio Ridruejo, y las de Cataluña y de la Costa Brava, de Josep Pla, son clásicos ya de nuestra mejor literatura de andar y ver.

Y nos complacemos, con José Manuel Cuenca, en resaltar aquí la alta significación en varios géneros del ilustre y liberal gaditano, maestro de periodistas, y digno merecedor en vida del Toisón de Oro, "cuando una ingratitud viscosa, un silencio de turbios hontanares envuelven el legado pemaniano a la cultura andaluza. (...) Nadie más acreedor a un homenaje fervoroso y verdaderamente popular que el escritor gaditano", un homenaje merecido a "la permanente luz que durante media centuria ha arrojado la pluma de Pemán sobre algunos de los entresijos más sutiles de la cultura de nuestro pueblo". Pero ¿quién ha leído hoy día, como tantos jóvenes de mi edad hiciéramos en nuestro bachillerato, no ya El divino impaciente , sino otras obras más ligeras y llenas de sal gaditana como Cuando las Cortes de Cádiz, Noche de Levante en calma , o la más traviesa de Los tres etcéteras de Don Simón ?

Mas no querría finalizar estas líneas sin subrayar la preocupación catalanófila que impregnan muchas y comprensivas páginas de nuestro historiador, así como su conocimiento del regionalismo valenciano. Son páginas que muchos de esta o de aquella orilla del Ebro deberían leer por su comprensión y apertura de compás. Desde Andalucía, de siempre, o al menos desde sus hijos más lúcidos, siempre se miró a aquella otra cultura española con reconocida y muy cordial atención: "Fue el Sur tal vez el solar en que con más fuerza se aclimató la planta de la simpatía y alta estima profesada a los naturales del Principado, otorgándoles sin reservas la primacía en la modernización de toda la patria española y el papel de abanderado de las principales conquistas sociales y culturales de los nuevos tiempos".

Y el profesor Cuenca se recrea en la evocación de estos nombres de andaluces beneméritos que de siempre mostraron una cálida inclinación hacia una cultura hermana, que a todos también nos pertenece; nombres como los de A. Gallego Burín y Gallego Morell, junto a los de Federico García Lorca, de Fernández Almagro y de Manuel de Falla, de José María Pemán y M. Jiménez Fernández, de Pérez Embid, de Antonio Fontán, de Castilla del Pino (o el mismo gran editor José Manuel Lara, claro ejemplo de la fecundidad del andaluz trasplantado a Barcelona... "y, a gran distancia de todos, por una labor historiográfica de primer orden, en su volumen e impar penetración en las fibras más hondas de la personalidad catalana, Jesús Pabón y Suárez de Urbina".

Esta misma Facultad de Filosofía y Letras con cuya evocación iniciaba estas líneas es claro ejemplo académico de la atención intelectual y el afecto en sus aulas por las otras culturas hispánicas de nuestra península. Durante varias décadas en ella se han venido regularmente impartiendo las asignaturas de Lengua y Literatura Catalanas, así como de Lengua y Literatura Gallegas; en nuestra biblioteca de la Facultad atesoramos un importante fondo de volúmenes referidos a estas otras dos culturas nuestras, y de esta misma Facultad, con gran sorpresa para algunos, y bajo el título de Esta luz de Sinera , salió, en 2011, la más reciente y abarcadora Antología de la Poesía Catalana, en edición bilingüe, de cerca de 900 páginas con un estudio preliminar de más de 350. Claro ejemplo todo ello del afán de abarcadora comprensión, tanto intelectual como afectiva, que de siempre caracterizó al genio de esta tierra.