¿Cuántas formas hay de mirar el agua? ¿En cuántas ocasiones nos hemos acercado a un embalse sin saber lo que, en realidad, oculta en su interior? Julio Llamazares ha regresado a sus orígenes, a su Vegamián natal, a su infancia, para contarnos una historia que, según sus palabras, llevaba muchos años queriendo narrar. La de aquellas familias que fueron obligadas a abandonar sus valles, sus pueblos, sus raíces de generaciones, para trasladarse a decenas de kilómetros con sus animales, sus mayores e hijos. Pero a pesar de todo, esta es la historia de un regreso. La del abuelo que reúne años después a todos sus seres queridos al borde de la laguna, y mientras se cumple su último deseo, que no es otro que reposar en el pueblo donde nació, aunque sean sus cenizas, aunque sea sobre el agua que lo cubre, sus hijos, nueras, nietos, rememoran y desgranan por qué están allí, qué les ha llevado hasta aquel mágico lugar. Cada uno tiene su particular historia y visión, cada uno tiene su forma de mirar las aguas de un pantano maldito donde antes había vida, un pueblo hermoso con su escuela, iglesia y Ayuntamiento. Y juntos componen un puzle de la España de los años sesenta que enterró la memoria histórica de una generación a partir de un mal entendido progreso. Julio Llamazares construye en Distintas formas de mirar el agua una hermosa novela a la altura de los grandes narradores del siglo, y junto a él, comprenderemos que, a veces, la literatura es hermosa por cómo cuenta una historia, pero también por lo que cuenta, por las emociones que es capaz de trasmitir. Y a la altura de los grandes, y por no abandonar las tierras norteñas leonesas, se encuentran también estos Cuentos de León. Narrados por... La comarca leonesa siempre ha sido prodiga en narradores y más en concreto en cuentistas. No vamos a hablar aquí ahora de la recuperación de los "filandones" a cargo de Luis Mateo Díez, Jose María Merino o Juan Pedro Aparicio, por ejemplo, ya que sería injusto centrarse en estos tres escritores que por cierto también se encuentran en esta antología. "Narrar es contar historias sin más, por el puro placer de narrar, es una pasión tan antigua y universal como el goce de oírlas", dice Miguel Díez a modo de introducción. Y ahí es donde aparece el cuento popular como antecedente del cuento literario. Donde aparecerán los Mateo Díez, Colinas, Gamoneda, Merino o Antonio Pereira, pero también autores totalmente desconocido para el gran público como Rogelio Blanco, Javier Tomé o Nicolás Miñambres, por ejemplo. Un lujo de antología que seguro está llamada a marcar un antes y un después en la literatura leonesa. Y ya que estamos con autores leoneses, nada mejor que cerrar con una de las promesas actuales de esa Comunidad. Javier Pérez es un viejo conocido, ganador del Azorín en el año 2006, que presenta ahora su última novela, Violín negro en orquesta roja , Premio Ciudad de Valladolid, basada en la "gran purga de Stalin de 1937". Novela histórica sobre las postrimerías de la II Guerra Mundial, hace referencia a su vez a una España en descomposición merced a la cruenta Guerra Civil tras el golpe de Estado de Franco y a las implicaciones internacionales en los diferentes bandos. Novela de intriga en la que nada es lo que parece.