El Premio Andalucía de la Crítica se ha convertido ya en una cita anual irreemplazable. Instituido en 1994, el pasado 7 de marzo se celebraba en Málaga la proclamación de los galardonados en la actual vigésima primera edición, lo que además explica que al unísono se haya presentado el volumen Veinte años de literatura en Andalucía (1994-2014). Los Premios Andalucía de la Crítica , con análisis y comentarios de muy acreditados críticos andaluces. Y así, anunciados los finalistas en esta edición de 2015 a principios de febrero, con obras de reconocidos autores entre los que figuraban cinco libros en la modalidad de Narrativa --firmados por Antonio Muñoz Molina, Luis García Montero, Antonio Abad, Fernando Martínez López y José Antonio Garriga Vela-- y cuatro en la de Relato Breve, el jurado reunido en Málaga decidió otorgar respectivamente el premio a Antonio Muñoz Molina por su novela Como la sombra que se va (Seix Barral) y a Manuel Moya por su conjunto de relatos Caza mayor (Baile del Sol), siendo además este el segundo año en que ambas modalidades se votan por separado.

Antonio Muñoz Molina consigue ahora la distinción con una historia concienzuda, detallista y extensa, en la que se revive, desde la perspectiva narrativa de dos diferentes narradores que cuentan en 3 o 1 persona, las vivencias respectivas del asesino ("el criminal más buscado en el mundo") de Martin Luther King y las del propio autor de los relatos que estamos obligados a identificar con Antonio Muñoz Molina. Es esa conexión con el magnicidio del líder negro la que hace posible que la novela en buena parte pueda transcurrir en Lisboa, por ser esta la ciudad en donde el asesino, en su tiempo de fugitivo de la justicia, pasó ocho días antes de tomar vuelo para Londres --donde sería por fin detenido-- y a la vez el lugar adonde el narrador acude en varias ocasiones, primero en 1987 para ambientar la escritura de su novela entonces en factura El invierno en Lisboa , y por fin en 2014 para ambientarse precisamente sobre los escenarios que el citado prófugo pudo recorrer en sus tiempos de huido de la justicia.

Es evidente que para asentar el relato en su basamento histórico el narrador debe retrotraerse, utilizando para ello una ingente cantidad de información y de búsquedas en internet, a la ciudad de Memphis, y al motel Lorraine, en donde se produjo el mencionado crimen. A partir de ese crucial acaecimiento, que explica toda la detectivesca historia que desde ese momento se desata, veremos que el argumento repite una y otra vez sucesos, pensamientos, cronología de hechos, viajes y pesquisas policiales, todo ello con el recurso de la reiteración como procedimiento literario que lleva --como en otros textos de Muñoz Molina-- a entrar en un minucioso detallismo narrativo-descriptivo que si bien puede completar, explicitar e indagar hasta la saciedad las causas y objetivos de un acontecimiento, también es cierto que lo alargan, eternizan y mascullan en un ritmo que a ciertos lectores --cuestión de gustos-- puede resultarles tedioso pero que el propio escritor --que en la página 386 de su texto resume la cronología de los sucesos de Lisboa en 1968, cuando el asesino pasa en ella poco más de una semana-- defiende argumentando: "Cuanto más precisos sean los detalles topográficos y temporales más rotundo parecerá el principio o el fin de una historia, más poderosa la aparición sin aviso o la partida súbita del personaje".

Lisboa, en las diferentes fechas anotadas, posibilita que la novela transcurra en tres planos paralelos: el de la reconstrucción de la peripecia vital del asesino James Earl Ray en 1968, de carácter puramente narrativo, el de los emotivos recuerdos de la Lisboa de 1987, con sus asomos de culpabilidad o remordimiento, y el de las más optimistas vivencias cercanas al 2014, estos dos últimos de carácter subjetivo y literario. Los tres explican esa declaración del jurado del premio según la cual es esta "una novela de gran complejidad, que, de hecho, combina tres estructuras narrativas paralelas y a tramos confluyentes", sin excluir por supuesto diferentes escenarios urbanos de otras ciudades americanas o españolas.

De todos modos, es el relato de lo sucedido en Lisboa en 1968 y las confesiones del autor sobre sus posteriores viajes a esta ciudad lo que conjunta y a la vez diversifica la narración: "Veo una gran ferretería antigua (...). El lo observaba al pasar (...)". En ella abundan las reflexiones y consideraciones de carácter estético-literario que convierten muchas veces estas páginas en una exposición decidida de los planteamientos y modos de narrar con que crea Muñoz Molina, que por ejemplo anota que "Lo que uno elige contar es una parte de lo que uno ha visto y vivido" (p. 433) o que "Ni un solo día en mi vida me he sentado a escribir sin una sensación abrumadora de imposibilidad y desánimo" (p. 259). Sin duda en la novela asoman temas tan del autor como la propia identidad, la fragilidad del tiempo, la captación minuciosa del detalle de los instantes, y sobre todo del pasado entendido como memoria, pues "La memoria teje en secreto su insomne tarea novelesca, descomponiendo los materiales de la experiencia en suelo fértil que nutre la ficción" (p. 238).

Es esta una novela que viene precedida por una crítica muy favorable a un autor, Muñoz Molina, que últimamente en 2013 recibía también el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Y son estas circunstancias las que aparecen comentadas en una crónica de El País del pasado 26 de diciembre, donde leemos: "Hay libros en los que está la vida de quienes los han escrito detrás de la vida de lo que parecen contar. (...) Eso sucede precisamente con Como la sombra que se va , de Antonio Muñoz Molina (Seix Barral). Se lee como una historia, real, milimétrica, casi obsesiva en todos los detalles que alberga, y resulta otra, conmovedora e igualmente real, tan autobiográfica como el pudor propio de lo que no se cuenta nunca".

Experto narrador, Antonio Muñoz Molina sigue todavía hoy mostrando las dos rasgos que ya en diciembre de 2008 le atribuía Fernanda Suárez Casasús: el "gusto por la intriga y la investigación policial, sin olvidar, por otra parte, el estudio psicológico de sus protagonistas", pues ambas líneas convergen en esta novela de 2014, en la que al fin se cumple también lo que señalaba la misma comentarista, a saber, el trazado de "una eficaz estructura, sentido de la acción, habilidad en la recreación de atmósferas, de entornos, y sensibilidad en la composición de los personajes y sus relaciones". Así el novelista sigue siendo fiel a sus principios, que aplica a nuevas creaciones y ensaya en nuevos argumentos con los que diversifica su narrativa y reiteradamente la ejerce de modo compulsivo, respirando a pleno pulmón de sus recuerdos y de sus descubrimientos, a sabiendas siempre -según ahora constata- de que "El pasado de entonces vuelve en oleadas".