En busca de Klingsor , novela ganadora del Premio Biblioteca Breve, toma como excusa uno de los sucesos más importantes y menos divulgados de nuestro siglo: el intento de acabar con la vida de Adolfo Hitler, y el posterior golpe de estado que se había planeado en el supuesto de que el atentado no resultase fallido. Y para ello, Volpi, que se sirve tanto de personajes de ficción como históricos, utiliza a su vez como contrapunto lo que en principio parece una novela de espionaje, una acertada y documentada incursión en la historia del proyecto alemán de fabricación de la bomba atómica.

Con una perspectiva histórica ciertamente encomiable, Volpi va tejiendo lentamente a través de sus 550 páginas toda una tela de araña que sólo nos puede llevar a una conclusión: no existe un Klingsor, nombre en clave tras el que se esconde supuestamente el verdadero cerebro alemán encargado del proyecto secreto, sino miles. Ya que da exactamente igual que Klingsor hable alemán o inglés, que esté desarrollando el Proyecto Manhattan o el alemán. Ambos no son sino víctimas de sus propias contradicciones.

Todo un acierto, el de Alfaguara, de reeditar el que posiblemente haya sido uno de los mejores Biblioteca Breves de su nueva era. Y es que En busca de Klingsor es una novela que entretiene de principio a fin, sobre todo por lo atrayente de lo que en ella se nos narra. Una obra que en ningún momento nos deja indiferentes, ya que por encima de todo planea un trasfondo filosófico, la inevitable lucha del bien contra el mal, que lleva a cuestionarnos las implicaciones que la ciencia adopta para con nuestra propia vida.

COMIC SOCIAL

En El sabor de la tierra se percibe un paisaje humano y social en una región campesina donde la violencia entre la guerrilla y los grupos paramilitares o el ejército han sido prácticamente constantes desde hace varias generaciones. La sensibilidad del dibujo acompaña la estructura narrativa que se apoya en una multitud de personajes protagonistas que nos acompañan todavía después de terminado el libro como también confiesan los autores al dejar el país tras cinco semanas de viaje por el Caquetá. Queda un regusto de inacabado, no hay conclusiones, hay poca esperanza de que el futuro en esos lugares ofrezca mejores oportunidades a sus habitantes y sin embargo tenemos que agradecer a Baudoin y a Troubs que nos hayan invitado a compartir su viaje que permitió a los humildes tener no solo derecho a su voz sino también a su retrato.

En ese libro plantean los autores un método de trabajo sugerente, una narración a dos voces y dos estilos, el pincel más expresionista de Baudoin frente al trazo suelto de Troubs, que se vuelve a encontrar en El sabor de la tierra , después de la experiencia común en Viva la vida. Los sueños de Ciudad Juárez , quizá más entremezclado aún debido a la complicidad generada por la convivencia.

Y es que en Ciudad Juárez se cambiaban sueños por retratos. En Colombia se cambiaban los retratos por recuerdos, a menudo dolorosos y trágicos como para sepultarlos y mirar al futuro con algo de esperanza.