Tener que escribir de cualquiera de los autores asignados a la Generación del 27 es un reto difícilmente superable. Son tantos los documentos, las anécdotas y las publicaciones que se hace necesario buscar la esencialidad y, sobre todo, esforzarse en trazar las líneas maestras por las cuales transcurrió la vida y obra de estos autores. Y viene esto a colación por cumplirse ahora el cincuentenario de la muerte de Luis Cernuda, sobrevenida en la madrugada del 5 de noviembre de 1963 a consecuencia de un infarto, cuando tenía sesenta y un años.

El trágico desenlace --que por estas fechas se conmemora y airea en la prensa un día sí y otro también-- ocurrió en Méjico, concretamente en Ciudad de Méjico y en la casa de la exesposa de Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, quien le daba hospedaje durante su exilio, que para él había comenzado en 1938 cuando marchó de España para trashumar sucesivamente por Inglaterra, Estados Unidos y al fin Méjico. En este país, como veremos, participó de la intensa vida cultural desplegada por los exiliados españoles (Juan Rejano, Max Aub, Ramón J. Sender, Giner de los Ríos...), que siguió teniendo uno de sus focos de irradiación en la revista Litoral precisamente dirigida por Altolaguirre y otros exiliados que con él colaboraban. Pero antes, evidentemente, ya había creado obra, aunque con él en el exilio permanecería ignorada hasta que, según información de Philip Silver, "cuando su poesía empezó a circular clandestinamente en España --creo que con la tercera edición de La realidad y el deseo , de 1958-- el éxito obtenido fue tanto moral como poético".

De España recordará siempre algunos paisajes andaluces que había admirado y encumbrado en su poesía y en su prosa y a los cuales no podía renunciar anclado en honda nostalgia, como trasluce en este comienzo del poema Quisiera estar solo en el sur : "Quizá mis lentos ojos no verán más el sur / de ligeros paisajes dormidos en el aire".

Por estas razones, y tras un homenaje previo en Córdoba en Cosmopoética, noviembre ha hervido con la fiebre cernudiana, como atestigua cualquier consulta que hagamos a internet. Homenajes y lecturas se han sucedido en los Ateneos de Madrid, el 5 de noviembre, y de Sevilla, el 8, donde al día siguiente se le volvió a recordar en las calles Acetres, en la que nació, y Aire, que le vio crecer; también en Málaga se le dedicó otra lectura el 4 de noviembre. Coincidiendo con estos actos ha tenido lugar la publicación del libro-homenaje, coordinado por Miguel Losada y editado por La Revista Aurea , Leve es la parte de la vida / que como dioses rescatan los poetas (Poemas para Luis Cernuda) --título que conjunta dos versos con los que el sevillano quiso recordar a otro granadino insigne en su poema A un poeta muerto (F.G.L.) --, un libro este en el que han participado ochenta y un poetas, entre ellos algunos extranjeros, como Volker Braun, Nicole Brossard o Eugénio de Andrade. Al unísono, el malagueño Centro Cultural Generación del 27 ha homenajeado al escritor en el 50º aniversario de su muerte con la presentación del volumen Los años norteamericanos de Luis Cernuda (Pre-Textos, 2013, Premio de Ensayo Gerardo Diego). Y por las mismas fechas, el Ayuntamiento de Sevilla ha querido honrarle dedicándole las jornadas A un maestro presente: Luis Cernuda .

LA FELICIDAD ANDALUZA

El poeta que supo contraponer vitalmente la realidad que se vive al deseo que se sueña, y que plasmó esa dualidad de las emociones en su libro definitivo por ello titulado La realidad y el deseo , nació en Sevilla en 1902 y en esta ciudad creció, se formó literariamente y conoció a algunos significados poetas, como Salinas, que fue su protector y que muy pronto alentó su vocación literaria. En este sentido, se hace necesario resaltar que, frente a Sevilla, fue Málaga la ciudad que más felicidad le reportó. Allí fue acogido por Altolaguirre y Prados (siendo Bernabé Fernández Canivell quien le prestara domicilio), los cuales lo integraron en la recién nacida revista Litoral desde sus primeros números; a esta capital andaluza acudió varias veces en distintas fechas desde 1928 a 1934; es su placentera estancia allí la que evoca --refiriéndose muy concretamente a veces a parajes de Torremolinos-- en textos de su prosa o de sus versos; y de ella conserva agradables vivencias ligadas a su intimidad (recuérdese así su relación con Gerardo Carmona) que pueden rastrearse, por ejemplo, en su poema Elegía anticipada , al escribir: "En la costa del sur: el hombre quiere / caer donde el amor fue suyo un día". Todo esto explica que el poeta transeúnte en tantas ciudades y en tantas tierras reconociera sentirse bien en esta "Málaga estival embriagada y embriagadora".

EL PERIODO DEL EXILIO

Cernuda, que desde el comienzo de la guerra civil colaboró con la República (frecuentemente hablaba por la radio y alentaba a la resistencia), se queda al principio de este enfrentamiento nacional en Madrid, pero en abril de 1937 se traslada a Valencia y continuará allí hasta febrero de 1938, cuando su amigo Stanley Richardson le procura la impartición de varias conferencias en Inglaterra. Ya no volverá más a España, pues permanecerá en este último país (en Glasgow, Cambridge y Londres) hasta 1947, año en que pasará a Estados Unidos para enseñar literatura española durante el siguiente lustro.

Es de aquella estancia en Valencia de la que se conserva una llamativa fotografía --prolijamente comentada por Andrés Trapiello en 2010 en un texto recientemente recuperado (6-11-2013)-- que lo muestra contento y feliz a pesar de que muy pronto abandonará la capital levantina seguramente porque --explica el mismo Trapiello-- "No pudo sobreponerse a un ambiente que encontraba política y moralmente inaceptable, y a una ciudad controlada por oscuros designios".

Sin embargo, después de esos mencionados cinco años como residente en Norteamérica, la abandona para fijar su residencia definitiva en Méjico donde, como se ha dicho, lo alojará Concha Méndez. De sus últimos meses de vida se sabe que los dedicó a revisar diferentes obras suyas, como la tercera edición de Ocnos . El día de su fallecimiento (comenta también el citado Trapiello) "los periódicos mejicanos le despidieron con notas más breves aún que los anuncios por palabras".

No debemos olvidar que en su poesía reflexionó en frecuentes ocasiones sobre ese momento fatídico y final, como comprobamos en estos versos de Desolación de la quimera : "En la hora de la muerte / (si puede el hombre para ella / hacer presagios, cálculos), / tu imagen a mi lado / acaso me sonría como hoy me ha sonreído, / iluminando este existir oscuro y apartado / con el amor, única luz del mundo".

IMPRESCINDIBLE, SU OBRA

Cernuda fue un constante y apasionado lector --recuérdese que al morir reposaba sobre su mesita de noche la obra de Emilia Pardo Bazán Novelas y cuentos -- que cultivó géneros tan diversos como la prosa (Variaciones sobre tema mexicano ), la crítica literaria (por ejemplo, en 1957 dio a conocer su fundamental ensayo Estudios sobre poesía española contemporánea ), también la autocrítica sobre su obra (en donde se incluye Historial de un libro , reflexiones sobre sus escritos y su estética literaria) e incluso el teatro

(con una obra póstuma, de 1985, titulada La familia interrumpida ). Pero el género que agiganta su figura y la hace sobresalir entre muchas otras del siglo XX es el de la lírica, en el que se inició, primero, con poemas sueltos que aparecieron, por ejemplo, en 1926 en el suplemento del periódico murciano La Verdad , y luego, en 1927, con un libro que le publicaron Altolaguirre y Prados, Perfil del aire , donde ahonda en la soledad y acusa una primera influencia de Bécquer, al que de nuevo remite, ya en la dilatada década de 1930, con otros dos poemarios imprescindibles que son Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido . En la década siguiente edita un libro tan esencial como es Ocnos , de 1942, un texto en prosa poética donde vibran sus recuerdos infantiles y adolescentes en su ciudad natal, Sevilla, tema este de la nostalgia y del recuerdo que reaparece en el libro posterior, de 1947, Como quien espera el alba . A Cernuda deberemos, por fin, el libro Desolación de la quimera , de 1962, tan fundamental para la poesía contemporánea, que toma su título de un verso de T.S. Eliot, demostrando así el atractivo que muchos poetas ingleses supusieron para él. En sus versos pasa revista, a veces con acidez e ironía, a muchas de las personas con quienes se ha relacionado, por lo que puede considerarse recopilación reflexiva de las vivencias del pasado y profundización en la vejez. Esta, como punto de inflexión personal, es el tema recurrente y germinal y la obra viene a ser en resumidas cuentas una larga reflexión sobre el arte y sobre el país que le tocó vivir. Añadamos, para terminar, que el poemario globalizador (con primera edición de 1936 y una última y definitiva de 1964) dentro del que Cernuda incluyó toda su obra poética es La realidad y el deseo , pareja lírica antitética y nuclear de su poética con la que quiso representar el choque entre la sociedad que modela al individuo y su propia libertad o tendencias personales. En esta obra, exposición dilatada de su pensamiento lírico, subyacen todas sus indagaciones vitales sobre la nostalgia y soledad, la naturaleza, el amor insatisfecho, el tiempo, el olvido o la vejez. Como ha recogido y explicado Antonio Garrido Moraga en su artículo Tres textos más dos para entender la crítica de Luis Cernuda , este cree que la poesía muestra "la percepción más aguda de la realidad, experimentando con un eco más hondo la hermosura y la atracción del mundo circundante".

LA ESTELA DE CERNUDA

Hace pocos días, el 3 de noviembre, Eva Díaz Pérez escribía en el periódico El Mundo que Cernuda "Es el poeta de poetas. Hace una poesía aparentemente clara, pero llena de profundidad, muy filosófica, con una gran limpieza. Es uno de los poetas de la Generación del 27 que más ha influido en los poetas jóvenes e incluso sigue siendo un escritor muy leído sobre todo por escritores". Estos cuentan, para el mejor conocimiento de su obra, con dos textos que resultan imprescindibles: su Epistolario (1924-1963) , que editó James Valender en 2003, y su biografía en dos tomos, debidos a Antonio Rivero Taravillo, respectivamente titulados Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938) y Luis Cernuda. Años de exilio (1938-1963) , publicados por Tusquets en 2008 y 2011.

No parece haber duda de que la crítica actual asume de manera unánime estas palabras de Lina Rodríguez Cacho, publicadas en 2009: "Cernuda escribe no solo para sus coetáneos, sino pensando en lectores futuros, con una voluntad de perdurar similar a la que tuvieron poetas del Siglo de Oro". Y ciertamente muchos de los que escriben en la actualidad tienen en el andaluz un referente irrenunciable, o al menos han sentido su influencia en algún momento de su creación. Hace unos años, cuando el poeta cordobés José Luis Rey publicó, como accésit del premio Adonais, su poemario Un evangelio español , admitía que en él late la idea cernudiana de la crítica contra España como expresión de un deseo de mejora y avance en el país, por eso declaraba: "Yo, cuando leía a Cernuda a los catorce años, en el aire mágico de la adolescencia, sentí también esa Arcadia que él lamentaba haber perdido". Casi por la mismas fechas, en su Panorama de la poesía andaluza desde la postguerra hasta la actualidad (1999) , Abel Feu opinaba que Cernuda era "seguramente el poeta de su generación más 'vivo' en la actualidad y el que mayor influencia ha tenido en la poesía posterior". Está claro que la poesía de Cernuda ha impactado en numerosas voces de la poesía española que le sucedió, y uno de sus últimos ecos se deja sentir en la reciente antología coordinada por José Antonio Mesa Toré y publicada en Málaga por el Centro Cultural Generación del 27; a través de su título A Cernuda, con unas violetas , le rinden homenaje una quincena de poetas en la que el más joven es el cordobés Joaquín Pérez Azaústre.

Después de cincuenta años, su poesía sigue vibrando, viva y actual, porque es trasiego de las preocupaciones, los pesares, los placeres y los sueños del hombre.