La poesía brasileña se viene descubriendo ante nosotros como la gran desconocida del continente americano, y no deja de aportar, para rebatir esta tesis, nombres y trayectorias que muy probablemente la sitúan en un lugar muy destacado.

Es probable que Ana Cristina Cesar esté en esa nómina de voces brasileiras cuya frescura y complejidad no dejarán de asombrarnos por estas latitudes, máxime cuando creíamos haberlo visto y leído casi todo.

Cincuenta y tres poemas componen esta selección en la que hallaremos una poesía fragmentada, en la que cada verso es un destello que no tiene por qué llevar --necesariamente-- hacia el siguiente, en sentido de causa y origen. Da la sensación de que el lenguaje va más rápido que el pensamiento, que se antecede a lo que de reflexivo pudiera conllevar. Todo ello pudiera resumirse en una palabra: espontaneidad. Es tan directa que no aparenta haber pasado por ningún filtro, sino que ha explotado y fluye en muy diversas direcciones, a veces con tintes personales, otras hacia la ficción como deseo, pero impregnándolo todo. Prima la sensación de movimiento, sin medir --quizás no es posible o no se quiere-- las consecuencias, ello dentro de una perspectiva muy especial, una forma de disponer ese aparente caos que nos llega dentro de unas coordenadas sujetas a un cierto orden no siempre visible en un primer momento.

Todo lo que se interioriza acaba por hallar ese cauce que le permite aflorar, vida y escritura se retroalimentan una a otra, se superponen, se mezclan, se funden, en la inmediatez de un instante que permanece, que parece flotar en un presente casi congelado, y las impresiones se disparan, arrolladoras, no siempre en torno a un eje visible, sino más bien a una fragmentación continua que nos produce la sensación de rastros dispersos.

La temporalidad va muy veloz, la sucesión de imágenes, de impresiones que muestran fragmentos de vida, disparan el lenguaje poético, aunque suele combinarlo con paradas en seco, para volver luego a activar esa velocidad, y como no lo hace desde un posicionamiento habitual o común, nos vemos inmersos dentro de esa sucesión de flashes, de ese viaje con las ventanillas bajadas. No hay filtros, lo que nos llega lo hace desde la pureza de un lenguaje sencillo y cuyo impacto viene marcado por un punto de tensión del que nos será muy difícil desprendernos.

Un caudal emocional que nos arrastra hacia ese movimiento incesante en el que qué es la vida, qué la escritura sino un todo que nos descubre un mundo insólito, ajeno a todo lo que no alimente ese proceso creativo.

Una voz muy especial ésta, una poesía intravenosa, cuando la frescura no se busca como excusa y fluye por todas partes.

'Medianoche mediodía'. Autora: Ana Cristina Cesar. Edita: Amargord ediciones. Madrid, 2012