El callejero
Plaza San Ignacio de Loyola, la de los dos nombres
La mayoría de los cordobeses conoce esta plaza como de San Hipólito, por la antigua colegiata que la preside
Aunque oficialmente su nombre actual es plaza de San Ignacio de Loyola, esta pequeña, irregular y ligeramente trapezoidal plaza es más conocida por San Hipólito, por la antigua Real Colegiata que la preside. En realidad, su primer nombre fue plazuela de San Hipólito (así aparece mencionada en el mapa de 1811) para pasar a llamarse del Ángel de San Hipólito (aunque popularmente se la llamaba solo del Ángel). El nombre, indiscutiblemente, está ligado a la Real Colegiata de San Hipólito, que a finales del siglo XIX fue cedida a perpetuidad a la Compañía de Jesús, fundada por el santo que da nombre a la plaza hoy.
La iglesia primitiva se levantó en 1343 por orden de Alfonso XI de Castilla como parte de un monasterio y panteón real. Solo cuatro años más tarde, Clemente VI la nombra Real Colegiata. Precisamente los restos de Alfonso XI El Justiciero y los de su padre, Fernando IV El Emplazado, reposan en el templo, a donde fueron trasladados en 1736.
Cuatro siglos tuvieron que pasar para concluir la iglesia, de la que cabe destacar que en su fachada, que preside una imagen de San Hipólito, se utilizó por primera vez en una construcción cordobesa el estípete (pilastra en forma de pirámide truncada invertida), un elemento decorativo muy utilizado en el siglo XVIII. La torre de la iglesia, obra de Pedro de Lara, debía contar con cuatro cuerpos, pero solo se levantaron dos.
En 1852, el templo perdió el rango de colegiata, lo que no ha restado un ápice de importancia a esta conocida iglesia cordobesa.
Los reyes Fernando IV y su hijo Alfonso XI están enterrados en el templo
Triunfo de San Rafael
En 1768, el artista de origen francés Michel de Verdiguier, afincado en la ciudad y con vivienda en la propia plaza, solicitó al Ayuntamiento la cesión de un espacio para construir un triunfo de San Rafael, espacio que le fue cedido en la esquina sureste de la plaza, frente a la ermita de la Alegría.
Teodomiro Ramírez de Arellano lo describe en sus afamados Paseos por Córdoba: «Sobre una basa de piedra blanca con recuadros negros, en que se representaba el hambre, la peste y las tormentas, había tres salientes sosteniendo la Fe, la Devoción y la Perseverancia, estatuas de barro que han caído hechas pedazos a las pedradas de los chicos. Desde aquel punto elévase una gallarda aguja truncada para posar la imagen de San Rafael, también mutilada en gran parte y perdido el oro que la cubría».
Fue precisamente el mal estado del triunfo lo que llevó en 1924 a su traslado a su ubicación actual en la plaza del Potro.
Al parecer, la plaza, que ha vivido distintas remodelaciones, especialmente en los años 80 y 90, ya era muy frecuentada por la gente joven a principios del siglo XX. A finales del pasado siglo y principios del actual, la existencia de varios locales de ocio nocturno concitaba la presencia de numerosas personas, de la misma manera que hoy los establecimientos de hostelería, entre los que se encuentran los ya clásicos mesón Los Lobos y Pataya, lo hacen, sobre todo, a la hora del desayuno y del aperitivo, cuando muchas personas que trabajan en la zona centro acuden
San Ignacio de Loyola, o San Hipólito si se prefiere, es, a pesar de su pequeño tamaño, una plaza viva. Muestra de ello es la celebración de la cruz de mayo que organiza la hermandad de la Buena Muerte, una de las más populares de la ciudad.