No había problema cuando en 1994 la Unesco declaró parte del Centro Histórico de Córdoba como Patrimonio de la Humanidad. Por entonces en España poner paneles solares en la propia vivienda era poco menos que ciencia ficción. Tampoco en el 2001, cuando se aprobó el PGOU y el Plan Especial de Protección del Casco Histórico (Pepch), que igual que la Unesco salvaguardan el paisaje aéreo de los barrios antiguos. Incluso eran pocos en el Casco Histórico los que habían pedido permiso en el 2007 para colocar paneles solares, año donde se aprobó una directriz muy restrictiva para este tipo de instalaciones. Pero en la última década, la tecnología fotovoltaica para pequeñas instalaciones en viviendas se ha abaratado a la mitad, hay incentivos considerables en el IBI y el ICIO por los ayuntamientos (sobre todo en Córdoba), el IVA puede rebajarse si la instalación forma parte de una amplia reforma integral e incluso se puede usar los excedentes para inyectarlos en la red y abaratar más la factura. Pero, sobre todo, porque el recibo de la luz se ha disparado. Así, los vecinos del Casco Histórico son ahora más conscientes que nunca de un nuevo agravio comparativo con el resto de la ciudad: son los únicos a los que se les niega permisos para una instalación fotovoltaica de autoconsumo en sus viviendas. Quizá, como mucho, pueden poner tejas solares que hacen las veces de esos paneles, más difíciles de instalar, más caras y con más mantenimiento. Los vecinos piensan que el agravio ha sido mayor cuando se conocieron proyectos como el de usar estas instalaciones solares en edificios municipales. Así, este mes se ha visto recrudecida un debate que no es nuevo (lo vienen denunciado colectivos ciudadanos), pero que ya es una reivindicación conforme cada mes llegan más abultadas las facturas de la luz. Un debate que, incluso, afecta a otras muchas ciudades históricas y que centró la atención del último congreso, en Quebec, de la Organización de Ciudades Patrimonio Mundial (OCPM), al que asistió el alcalde de Córdoba, José María Bellido.

La ‘teja’ más cara del mundo

Pero, concretemos y pongamos cifras al problema de manos de expertos. Así, Mati Cañete, gestora en el departamento de Eficiencia Energética de Unieléctrica, la comercializadora de renovables con sede en Córdoba e implantada en toda España, da cuenta de cómo los costes de las instalaciones fotovoltaicas se han rebajado a la mitad desde el año 2015 al 2020, con un ligero rebote de apenas un 4% a partir del 2020 debido a las sucesivas crisis. Pese a todo, «ya ha retomado otra vez el camino de bajar de precio. Esto es imparable», señala la experta. Otro dato: en 2012 había en todo el mundo apenas cien gigawatios de potencia fotovoltaica instalada. A finales de 2022 habrá más de mil.

Por eso hay que analizar los costes cercanos, los de una vivienda unifamiliar media en el Casco Histórico. Lo primero es ver qué potencia necesita. Aunque es cierto que la actual norma permite que la vivienda que cuente con una instalación fotovoltaica vuelque sus excedentes a la red para rebajar la factura de la luz, el auténtico ahorro viene «de lo que se evita consumir desde la red». Poner más paneles de la cuenta supone una inversión que difícilmente podrá recuperarse, ya que «el ahorro está en el autoconsumo», sentencia Mati Cañete. Capítulo aparte es el de los materiales. Por ejemplo, una instalación de 5 KW de potencia, que precisaría de unos diez paneles solares, puede costar unos 4.500 euros.

Pero si usa tejas solares, que van desde 34 a los 199 euros por pieza, el coste para 2 KW estaría en 7.499 euros, con el problema de que las tejas, además, no son orientables. En bloques, por su lado, rarísima vez hay en las azoteas tanta superficie para los paneles de todas las viviendas, aunque también hay opciones: poner fotovoltaica para bajar al menos el gasto de la comunidad, integrarse en una comunidad energética como la que impulsan Al-Zahara y Faecta...

Para el alcalde, la respuesta al problema no es derogar normas y cubrir los techos del Casco Histórico de paneles, algo que pondría en peligro incluso la declaración de la Unesco. Al contrario: habría que regular más, que es la opción que ha tomado Urbanismo elaborando un mapa por pequeñas zonas (según su altura, orientación solar, tipología, visibilidad, etcétera), señalando un material u otro. Luego, promete Bellido, el Ayuntamiento ayudaría en los sobrecostes. Paralelamente, una consulta al respecto a la Unesco se está transformando en un proceso de colaboración en el que la experiencia de Córdoba puede terminar guiando a otras Ciudades Patrimonio. El mayor problema ahora es cuánto tardará esa planificación de la Gerencia de Urbanismo, un tiempo precioso cuando cada mes llega una factura de la luz de auténtico infarto.