La plaza de Las Tendillas es uno de los espacios más emblemáticos de Córdoba, el lugar de encuentro de toda la ciudad, un sitio de paso obligado que, desde antiguo, ha estado muy transitado.

Pero no siempre ha tenido el aspecto que hoy conocemos. Este lugar ha experimentado diversas transformaciones a lo largo de su historia. La primera referencia que se tiene de esta plaza se remonta al siglo XV, según escribía el periodista Ricardo de Montis en sus Notas cordobesas, en un texto que salió a la luz en 1924 y en el que recordaba que en aquel tiempo había un pequeño hospital que se unió al de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, de la Plaza del Potro. Después, «en los siglos XVII y XVIII destinábase a mercado la plaza de las Tendillas y, a pesar de su poca amplitud, abundaban los puestos de toda clase de artículos comestibles».

La plaza de Las Tendillas también albergó, como recordaba el escritor y periodista Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba, cuyos primeros tomos se publicaron en 1973, un convento de los comendadores de la Orden de Calatrava, justo donde siglos después se ubicaría el Hotel o Fonda Suiza, «una de las mejores de España, con muchas, cómodas y elegantes habitaciones, amplias galerías, preciosas escaleras y todas las demás oficinas necesarias a esa clase de establecimientos, por lo que se han hospedado y se hospedan en ella cuantas personas notables vienen a Córdoba».

El proyecto de Félix Hernández, de 1925, le dio su configuración definitiva

El gran cambio en su fisonomía llegaría en el primer tercio del siglo XX. Los arquitectos Pedro Caro y Rosa Lara recordaban en su artículo «El proyecto urbano y el paisaje cultural: Patrimonio, cultura, comercio y turismo», que la llegada del ferrocarril a la ciudad en el siglo XIX aceleró las operaciones de transformación urbanística de Córdoba «para mejorar la conexión entre la nueva infraestructura y la zona patrimonial». «De este proceso de transformación nace la necesidad de crear una nueva centralidad urbana, la plaza de Las Tendillas, inicialmente una encrucijada de vías, punto de confluencia de seis calles, varias de las cuales servían de comunicación entre el antiguo centro y el moderno centro comercial, que se convierte en pieza clave de la estructura urbana. Se elaboraron numerosos proyectos, pero será el proyecto redactado por Félix Hernández, en 1925, el que materialice su configuración definitiva».

Nuevos edificios, nueva vida

La plaza y sus edificios se rediseñaron por completo, aunque se salvó el que hoy alberga el Instituto Luis de Góngora, una de las instituciones educativas más antiguas de España, ya que comenzó su labor docente en el siglo XVI.

Félix Hernández fue también el encargado del proyecto de la casa palacio de los Condes de Colomera, inaugurada en 1928 y hoy convertida en un hotel. De la misma época y con el mismo estilo modernista, son los edificios de la Unión y El Fénix, de la Casa de Enrique Barrios o de la Central de Teléfonos.

En 1927 se trasladaba a Las Tendillas, desde la avenida del Gran Capitán, el monumento al Gran Capitán, de Mateo Inurria, la estatua ecuestre que desde entonces preside este espacio y que ha sido objeto de numerosas leyendas, por la diferencia de color entre la cabeza del militar y el resto de la obra. Pero lo cierto es que Inurria la concibió así.

En 1999 llegó la peatonalización total de la plaza, que hasta entonces estuvo abierta al tráfico, y con ella la nueva fuente central y las del suelo, los bancos y los parterres y se multiplicaron las terrazas de bares y restaurantes. Y los paseos, y la cara de sorpresa de los viandantes al escuchar por primera vez el rasgueo de la guitarra de Juan Serrano cuando el reloj da las horas. Y mientras, siguen los chascarrillos sobre si bajo los pies fluye, o no, un lago oculto.