El alminar de San Juan de los Caballeros cumple un año desde su recuperación y algo menos desde que el trabajo de restauración recibiera el quinto premio Hernán Ruiz de Patrimonio. De hecho, el proyecto es el campeón a batir este otoño para el próximo galardón, al que se lo ha puesto muy difícil porque quien piense que se trató de una simple intervención en un pequeño elemento del Casco Histórico se equivoca.

El alminar en cuestión, de época emiral, es el más antiguo y valioso en Occidente y solo hay tres referentes similares, aunque no en este continente, sino en los territorios de influencia africana de los Omeyas del Norte de Marruecos. Ciertamente, puede hablarse de restos de alminares en la primitiva Mezquita-Aljama, los que se conservan dentro de la propia Torre de la Catedral, o en los campanarios de iglesias fernandinas de San Andrés, Santiago, San Lorenzo... Pero sin poderse adscribir por parte de los expertos al arte de la época y nada comparado con esta torre.

Tan importante es este alminar que era incomprensible cómo, en aras de lo perfecto, se olvidaba lo sencillo y lo bueno: una restauración urgente de un monumento que permanecía abandonado con unas mallas metálicas igualmente olvidadas y oxidadas rodeando su parte alta para evitar las consecuencias de desprendimientos. Hasta tal punto avanzó su deterioro en pleno Centro Patrimonio de la Humanidad que el Defensor del Pueblo Andaluz abrió una queja de oficio en diciembre de 2017 sobre su mal estado. El alminar fue redescubierto en 1927 por Félix Hernández y fue restaurado en 2020-21 por la Universidad de Córdoba y el Ayuntamiento, que aportó 50.000 euros. Desde hace un año ya recibe visitas concertadas de grupos.