La romería de subida concluye el tiempo primaveral de estancia de la patrona en San Mateo
La Virgen de Araceli finaliza el ciclo en Lucena con el retorno a la ermita de la Sierra
La coincidencia con la festividad del Corpus Christi alarga a este segundo domingo de junio la presencia en la ciudad de la Virgen de Araceli y, 49 días después, vuelve a su templo habitual
La Cofradía de la Virgen de la Soledad conformó la cuadrilla para la Romería de Subida

Los lucentinos han vuelto a acompañar a su patrona en su Romería de Subida. / Manuel González

Un cielo de tonos grises y un júbilo aracelitano, trenzado de nostalgia, despertaron el segundo domingo de junio en Lucena. La patrona de la localidad emprendía el regreso a su santuario 49 días después de aparecer en la ciudad, el pasado 21 de abril, renovando, en aquel entonces, una estampa histórica junto a Nuestro Padre Jesús Nazareno en San Pedro Mártir. La estancia junto al Señor, por el 425 aniversario fundacional de la hermandad del Viernes Santo, y el traslado, colmado de emociones únicas, soportado por los devotos, hacia la parroquia central de San Mateo Apóstol, relumbran, aparte de los actos ordinarios, como los frutos excepcionales de este tiempo glorioso de 2024.
La jornada dominical, una semana después de la fecha habitual por la festividad del Corpus Christi, recubrió con su alborada la Misa de Romeros, confundida entre las raíces flamencas y la añoranza mariana. El vicario episcopal de la Campiña y párroco de San Mateo, Jesús María Moriana, ofició la eucaristía, concelebrada por varios sacerdotes, con la participación musical del grupo local Decantos.
Amenaza de lluvia
Concluida la celebración litúrgica, superadas las 8.00 horas, y con un leve retraso por la aparición de una ligera lluvia, los santeros, ataviados con la faja negra que manifestaba la advocación pasionista, entre dos escudos marianos, ofrecieron sus hombros para enfilar el recorrido que empezaba por el interior del casco urbano, después de la apertura de las puertas de la iglesia implantada en la Plaza Nueva. Miembros de la hermandad protegieron el templete con un plástico ante la previsión de precipitaciones.

Ante la previsión de lluvia, se cubrió el templete con un plástico. / Manuel González
En esta primavera declinante, la Cofradía de la Soledad conformó la cuadrilla, dirigida, en funciones de manijero, por Miguel Sánchez Ramírez, simultáneamente vocal de mayordomía de la junta de gobierno de la hermandad aracelitana. Sobre las andas de viaje de plata, la Virgen de Araceli portaba saya brocada en azul, rosa y negro, datada en 1987, y un manto de tafetán, color oro viejo, con estrellas doradas y fleco.
Los fandangos del cantaor sevillano Manolo Cuevas retorcieron los requiebros de sentimientos y tradición, acompañados por sevillanas y los cánticos costumbristas del arraigo aracelitano. Encabezada por la Agrupación Musical del Santísimo Cristo de la Humillación, y entre una multitud, la procesión se encaminó, por las calles Barahona de Soto, Paseo del Coso, Maquedano y Antonio Eulate, hacia la residencia de San Juan de Dios, anexa al templo de San Juan Bautista, donde los internos aguardaban la mirada y la protección perpetua de la Virgen de Araceli.
La despedida
La despedida oficial acontecía, tras transitar por la calle Joaquín Jiménez Muriel, el Llanete de los Dolores y el comienzo de la carretera del Santuario, en la Puerta de la Mina y, unos metros después, los peregrinos suplían, bajo el trono de la patrona, a los santeros, con el paréntesis de la Salve, en la Primera Cruz. Una sucesión de 16 carrozas, aportadas por cuadrillas, grupo de damas, peñas, asociaciones, cofradías y entidades, completaban la composición de esta Romería de Subida.

Un momento de la Romería de Subidad de la Virgen de Araceli. / Manuel González
La Corporación municipal acompañó en el tramo inicial a la Virgen de Araceli, junto a otras autoridades civiles y judiciales, en una jornada de coincidencia con la celebración de los comicios europeos.
En torno a las 13.00 horas, la cuadrilla retomó su misión para afrontar la última y pronunciada cuesta, previa a la explanada, y entregar a la Virgen de Araceli a su templo permanente, donde reinará en su camarín, de confesiones e intimidad, hasta el siguiente abril.
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