TRADICIÓN

Lucena celebra la ofrenda de frutos a la Virgen de Araceli

Lucena realiza la ofrenda a la Patrona del campo andaluz, que estuvo presidida por el nuncio apostólico, Bernardito Auza | José Francisco Beato entrega el trigo, el aceite y el vino

El nuncio apostólico presidió la eucaristía en la Sierra de Aras.

El nuncio apostólico presidió la eucaristía en la Sierra de Aras. / CÓRDOBA

Manuel González

Manuel González

Lucena

El ciclo aracelitano, alargado en su ocaso desde junio a octubre, culminaba este domingo con una ofrenda de frutos presidida por el nuncio apostólico y repleta de «emoción, confianza e ilusión» en la voz mariana de José Francisco Beato. Una misa flamenca, interpretada por la maestría en el cante de Antonio Nieto y la exquisitez en la guitarra de José Manuel Morillo, envolvió la eucaristía presidida por Bernardito Cleopas Auza, embajador del Vaticano en España, y concelebrada por el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, y Jesús María Moriana, vicario episcopal de la Campiña y rector del Santuario de Aras de Lucena

Justo en el inicio de la eucaristía, con una ermita repleta de público y con numerosos representantes religiosos, políticos, entre ellos, el alcalde, Juan Pérez, y civiles, el abogado José Francisco Beato, quien mandara la cuadrilla de la patrona el primer domingo de mayo del 2007, coronó «la felicidad» auténtica en «la permanente sonrisa» reflejada en el rostro de la Patrona de Lucena y de un campo andaluz ávido de lluvias. 

José Francisco Beato depósita, a las plantas de la Virgen de Araceli, los frutos del campo andaluz.

José Francisco Beato depósita, a las plantas de la Virgen de Araceli, los frutos del campo andaluz. / CÓRDOBA

El «amor incondicional» a la Madre del Cielo, en su advocación aracelitana, justificó una alocución que, entre el trigo, las aceitunas y la uva, engarzó la agricultura y la santería. Por la nomenclatura común y, sobre todo, por principios perennes como «el compromiso inquebrantable», así como la lealtad, la entrega, el sacrificio y la unión. 

Después del Evangelio de San Lucas, sobre la Justicia a los elegidos, la homilía del nuncio apostólico, con una perspectiva histórica, se remontó a 1562, origen primero de la unión entre Roma, Araceli y Lucena. «Hacer una ofrenda es manifestar el amor y sacar el cariño con la fuerza de la gratitud», ilustraba Auza. El embajador del papa Francisco en España atribuyó a Dios «la tierra buena» que recibe su pueblo y ensalzó a la Virgen como «poderosa intercesora» y «alivio». La misa finalizaba con la Salve y el himno a la Virgen de Araceli

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