El trasvase de muebles entre las distintas residencias de Fernán Núñez en Madrid y el palacio de su villa cordobesa ha sido una constante a lo largo de la historia y curiosamente, parece que va a seguir siendo así, a pesar de que el poder civil sea el que pasee entre sus añejas estancias.

Sobre la decoración del Palacio Ducal se tiene constancia desde la primitiva residencia mudéjar de la primera mitad del siglo XVI. Pero no sería hasta la llegada de Francisco Gutiérrez de los Ríos, III conde (1644-1721), cuando en 1711 se trasladara una gran colección de bienes «por cuarenta y una caballerías mayores y menores» desde Madrid, piezas que reflejaban la riqueza y la holgada posición de su ilustre prócer. De ello dejó constancia en su testamento e inventario de 1717 y 1721 para que, sine die, permanecieran en su inmueble para disfrute de sus descendientes.

 El paso del tiempo y los daños causados por el terremoto de 1755 obligaron a su nieto, Carlos José Gutiérrez de los Ríos (1742-1795), a restaurar muchos de estos bienes, mientras que otros los compró en Inglaterra en 1774, dando al edificio un carácter mucho más internacional. Ejemplo de hombre ilustrado, a este pseudoarquitecto se debe la introducción de uno de los primeros y más destacados exponentes de la arquitectura neoclásica en la provincia de Córdoba y, permítanme el atrevimiento, en Andalucía. Sin ir más lejos, Thomas Jefferson, con quien compartió embajada en París en 1788, repetiría este estilo en su residencia de Monticello en Estados Unidos, finalizándola varios años más tarde siendo ya presidente. Pero, claro está, esto no es América y no le damos importancia.

Pero volvamos a lo que nos ocupa: el trasvase de bienes entre Madrid y Córdoba. Cuando falleció Carlos José, la condesa viuda dispuso, entre 1798 y 1801, que muchos muebles se trasladaran a la Corte, seguramente para su uso en la lujosa residencia de la plazuela de Barajas. Y no sería la única vez, pues en 1852 se remitirían a este mismo inmueble varias pinturas, entre ellas un retrato de Carlos III, seguramente de Goya, que hoy conserva la Casa ducal.  

Posteriormente, la pérdida de interés de sus propietarios y el deterioro de los años demediaron poco a poco la colección cordobesa. A ello contribuiría la nueva redistribución de bienes durante la II República que alteraría la decoración del palacio al ser alquilado como ayuntamiento para la villa. Y así, llegamos a 1983, cuando el municipio adquirió por donación onerosa el inmueble tras una cesión empañada por un supuesto expolio. Años más tarde, lo que no se llevó el hombre, lo dañó unas inoportunas obras de rehabilitación que obligaron a su desmantelamiento y cierre por ruina en 1991.

De este modo, el Palacio Ducal quedaba con una reducida y mermada colección compuesta de 27 lienzos, 15 esculturas, un canapé, 2 sillones, algunas sillas, la documentación del archivo y los enseres de la capilla, entre otros; un lote muy breve que, en los últimos años, el consistorio y la asociación Los Ríos se han encargado de recuperar.

Este contenido, sin embargo, no alcanza lo que el edificio necesita hoy en día, más aún cuando se abra tras la próxima rehabilitación integral. Y esto bien lo sabía el conservador del mediático Palacio de Fernán Núñez de Madrid, Pablo García Lumbreras, que conocía mi trabajo de investigación.        

Aprovechando que el edificio decimonónico de la calle Santa Isabel, sede de la Fundación, también iba a sufrir una reforma inminente que obligaba a deshacerse de parte de sus piezas, el pasado 14 de octubre Pablo me preguntaba si el Palacio Ducal necesitaba mobiliario. Y, de este modo, el mecanismo de cesión se puso en marcha. Primero, de manera muy discreta, lo puse en conocimiento a Alfonso Alcaide, regidor del ayuntamiento, que no dudó en ningún momento en aceptar la propuesta y confió en mi persona para el trámite.

Acto seguido, me personé en Madrid para echar un primer vistazo. Así, conociendo qué había en Córdoba y qué se necesitaría según las estancias, realicé una selección de muebles que presenté al alcalde a primeros de noviembre.

Tras dos reuniones, con el visto bueno de la Dirección de la Fundación, se estableció un acuerdo que decretaba la cesión de mobiliario que, tras 15 años, podría adquirir el Consistorio. El documento, redactado minuciosamente por su conservador, incluye más de 100 piezas de entre finales del siglo XIX y 1985. Está compuesto por sillas, sillones, escritorios, mesas, consolas, armarios, lámparas (entre ellas algunas posiblemente firmadas por la Real Fábrica de Vidrios y Cristales de ‘La Granja’), alfombras (algunas atribuidas a la Real Fábrica de Tapices), etc.; interesantes enseres que formaron parte del inmueble tras su compra a la duquesa en 1941 y que proceden, a su vez, en parte, de otras dependencias de Renfe, como los despachos y oficinas del Paseo del Rey o los salones y Sala de Autoridades de Príncipe Pío.  

Los bienes, evidentemente, no son nuevos y algunos precisarán una cuidadosa intervención para su uso. Por otro lado, aunque no son originales del inmueble cordobés, sí que tendrán más valor y contextualización que aquellos de nueva adquisición.

El pasado 17 de febrero llegaron a Fernán Núñez, no en caballerías como antiguamente, sino en modernos sistemas de transporte, para que el día 22 de febrero, casi coincidiendo con el aniversario del fallecimiento del sexto conde, se firme el acuerdo que permitirá no solo complementar la colección ducal, sino establecer un nexo de unión histórica y afectiva entre ambas instituciones.