La escuela rural sobrevive, después de 33 años de su constitución como tal, con la publicación del Decreto 29/1988, de 10 de febrero, y lo hace pese a la sangría constante de alumnos, por la baja natalidad y la despoblación cada vez mayor en las aldeas, pero con una enseñanza de calidad que hace que el fracaso escolar sea prácticamente nulo. En la provincia de Córdoba se mantienen casi desde 1988 los mismos diez colegios rurales, aunque este curso se ha cerrado uno, el colegio de Infantil y Primaria Quercus de la aldea de Venta del Charco, en Cardeña, ya que solo tenía previsto matricular a cuatro niños, y cada uno en un curso distinto. En el curso 2012-2013 se cerró también la sede de Azuel del colegio rural Quercus. Estos cierres conllevaron protestas de familias y políticos, que veían en la pérdida de un colegio «un ataque directo» también a sus poblaciones, condenándolas por la falta de futuro y empujando a sus habitantes a la migración.

Lo cierto es que en los últimos años, la pérdida de alumnos en los colegios rurales de la provincia ha sido significativa. Si en el curso 2018-19 había 1.016 alumnos matriculados, este curso 2021-22 hay 992, es decir, 24 alumnos menos en cuatro años (-2,3%). Sin embargo, según destaca la Delegación de Educación, este curso se han incrementado 6 profesores más, a pesar de contar con cuatro alumnos menos matriculados. Esto ha incidido en una atención todavía más individualizada, con una ratio actual de un profesor por cada seis alumnos.

Alumnos en una clase del colegio rural Tiñosa, ubicado en una aldea de Priego.

Los CPR de la provincia son el Ana de Charpentier (La Carlota), Ágora (Valsequillo), Bembézar (Hornachuelos), Blas Infante (Rute), Iznájar Norte y Sur (Iznájar), Maestro José Alcolea (Fuente Obejuna), Maestro Rafael Chacón Villafranca (Puente Genil), Tiñosa (Priego de Córdoba) y Vía Augusta (Obejo). En total se ubican en 43 sedes o aldeas y en ellos estudian 992 niños de Infantil y Primaria, a los que dan clase 162 profesores.

Vida en las aldeas

El mayor de todos ellos es el CPR Ana de Charpentier, de La Carlota, con casi 300 alumnos distribuidos en 8 aldeas. «Tenemos 30 unidades y 45 maestros, una barbaridad, somos el mayor también de Andalucía y yo diría que de la España rural», explica su directora, Charo Mazo, que es la coordinadora de los diez directores de los CPR cordobeses. Este colegio rural presenta un perfil muy diferente a los demás, lo que le lleva a ir creciendo cada año, en lugar de perder alumnado. Y es que el término de La Carlota, por su proximidad a la capital, se ha convertido en ciudades dormitorio, y muchos cordobeses se trasladan a vivir allí. En Aldea Quintana tienen el colegio más grande, con más de 80 alumnos, desde 3 años a 6º de Primaria, sin estar mezclados, lo que podría parecer un colegio normal, salvo por la itinerancia de sus maestros. Charo Mazo destaca la calidad educativa de la escuela rural, con una enseñanza casi individualizada, con un máximo de 12 alumnos por profesor. «De todo tiene que haber, no todos salen adelante, pero, en general, en el 99% el fracaso escolar es cero». Además, cuando llegan al instituto, «los niños del colegio tienen buena fama de ir muy bien formados». Para Mazo, la escuela rural es también «fundamental para frenar la despoblación, si no hay cole, no hay nadie». Algo que igualmente subraya Rafael Pérez, director del colegio rural Tiñosa, con 9 sedes en Priego, para quien «si no hay colegio en una aldea, a esta le faltan 30 años para que desaparezca». Este colegio rural está notando en gran manera la despoblación, debido a que «no hay futuro laboral en las aldeas y la gente se marcha», dice Rafael Pérez. Cuando él llegó al colegio, en el 2006, había 350 alumnos. Hoy quedan 145, casi un 60% menos. Sin embargo, también subraya la calidad educativa del colegio. «Tenemos programas muy interesantes para los alumnos y muchas actividades complementarias, más cosas no les podemos brindar desde el centro, pero si las familias no tienen un futuro, se van a otros lugares donde haya trabajo», asegura.

Virginia Jiménez, directora del CPR Iznájar Norte, se enfrenta a un problema similar. Tienen matriculados a 36 alumnos en tres aldeas, El Higueral, Los Juncales y La Colada. «Este año ha subido un poco la matrícula gracias a que han venido unas familias marroquíes a trabajar en el campo y eso nos ha salvado», apunta. Pero teme el cierre de la unidad de Los Juncales, donde solo hay matriculados cuatro niños y el curso que viene se van dos. Reconoce, como los otros directores, que la enseñanza que se ofrece es de gran calidad, con «resultados muy buenos». Los niños «están muy atendidos, estamos muy encima de ellos, y en el terreno emocional es más fácil detectar los problemas», asegura. Para Virginia Jiménez, «si un colegio cierra, una parte de la vida de la aldea muere un poco, nuestra fiesta final de curso es la fiesta de la aldea, y las familias están muy presentes en todas las actividades».

Reivindicaciones

Pero si para los niños estudiar en una escuela rural no genera ningún problema, los maestros sí tienen sus reivindicaciones. Es un puesto voluntario, al que optan profesores de toda Andalucía. Virginia Jiménez, directora del CPR Iznájar Norte, dice que llegó en el 2015, y que también ha trabajado en uno ordinario, «pero me gusta más el rural, por la atención a los niños, lo que aprenden unos de otros».

Las reivindicaciones de los docentes pasan por tener una normativa específica en cuanto al cupo de maestros y componentes del equipo directivo, que se cumpla la reducción de horario en los maestros itinerantes y que se actualice el precio de la gasolina por kilómetro. «Los coches los ponemos nosotros y desde el 2006 se viene pagando a 0,16 euros el kilómetro, es una indemnización ridícula, perdemos dinero cada vez que cogemos el coche para hacer nuestro trabajo», señala Rafael Pérez, director del colegio rural Tiñosa.