La importancia y la aportación que varios marinos egabrenses han hecho a lo largo de los siglos a la historia de España. Es lo que sucede con Dionisio Alcalá-Galiano y Pinedo, que ha vuelto a ser recuperada por la asociación cultural que lleva su nombre y que, como cada año, al llegar estas fechas, conmemora su nacimiento en Cabra, el 8 de octubre de 1760, festividad de San Dionisio. 

En estos días del mes octubre, y antes del próximo día 21, cuando también se cumple el aniversario de su fallecimiento en la batalla de Trafalgar en 1805, no solo se recordó su memoria con una ofrenda floral ante el monumento que tiene en El Junquillo, sino también con una serie de conferencias impartidas en el Museo Arqueológico Municipal. Mercedes Palau y Elisa Belmonte, miembros de la Real Academia Hispanoamericana. Ambos disertarán sobre la participación de Alcalá-Galiano en la expedición Malaspina, financiada por la corona española a instancias de Carlos III, dos meses justos antes de su fallecimiento. 

La citada expedición se realizó entre 1789 y 1794 por las corbetas Descubierta y Atrevida, al mando de Alejandro Malaspina y José de Bustamante, como respuesta de la Ilustración española al carácter científico de las exploraciones francesas e inglesas que hasta ese momento se habían realizado por Cook y La Perouse a través del Océano Pacífico, que durante dos siglos y medio fue considerado como un mar español.

En dicha expedición, tras recorrer las costas de toda América desde Buenos Aires a Alaska, las Filipinas y Marianas, Vavao, Nueva Zelanda y Australia, la aportación del egabrense fue fundamental, no solo por la habilidad militar que como oficial de la Armada presentaba, sino también por su amplia formación científica, especialmente en matemáticas y cartografía, ya que a bordo de la corbeta Descubierta, fue uno de los principales responsables de acometer la tareas astronómicas y de medición geodésica. Dicho trabajo lo desarrolló a veces en solitario y en otras ocasiones junto a otros oficiales, como Cayetano Valdés, Juan Vernacci, José de la Concha o el propio Malaspina.

Fueron unas aportaciones muy útiles para una expedición de carácter científico que generó un ingente patrimonio de conocimiento sobre historia natural, cartografía, etnografía, astronomía, hidrografía o medicina, así como sobre los aspectos políticos, económicos y sociales de esos territorios, que en su mayoría eran de las Españas. La mayor parte de estos fondos se conservan en el Museo Naval de Madrid, el Real Observatorio de la Armada, el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Precisamente, el recuerdo del marino egabrense aún perdura en aquellos territorios y, más en concreto, en Canadá, en la pequeña isla Galiano, que es nombrada en su honor. Situada en el Estrecho de Georgia, entre la isla de Vancouver y la costa pacífica de la Columbia Británica, fue explorada en 1792 en el transcurso de esta expedición científica.

Por este motivo, al cumplirse en 1992 el bicentenario de su exploración, a instancias de la asociación cultural Dionisio Alcalá-Galiano, las autoridades locales de la isla visitaron la ciudad de Cabra para proceder a su hermanamiento.

La participación del marino egabrense en la expedición Malaspina no fue la única, ya que unos dos años antes participó en la que el ministro de Marina, Antonio Valdés, propuso a Carlos III en 1785 en el Estrecho de Magallanes para su reconocimiento.

En este caso formó parte de la fragata Santa María de la Cabeza, destacando en el trabajo de tareas astronómicas de manera conjunta con el oficial Belmonte. También colaboró en la elaboración de tablas climatológicas del estrecho y en unas cartas generales en las que se incluían minuciosas informaciones de los accidentes geográficos costeros y de navegación, que serán posteriormente publicadas, además de perfeccionar sus mediciones astronómicas mediante la práctica continuada de la medición de la longitud.