Hace años que la asociación María de Cazalla se empeña en dar valor al Archivo de Protocolos Notariales de Posadas y hoy escribo este artículo para poner la mirada en un aspecto que no se suele destacar. Gastamos últimamente miles de euros (el caso de Palma del Río es bien conocido) en narrar las hazañas de nobles, heroicos conquistadores, aguerridos hombres que huellan nuestra historia del Valle del Guadalquivir y la engrandecen con sus acciones. Son los Bocanegras, Portocarreros, Cabrillos, Grandes Capitanes, Aulios Cornelios, cardenales, toreros, miembros de la Hermandad General de Andalucía... y un largo etcétera de preclaros varones, siguiendo esa teoría de la historia decimonónica de «grandes hombres» influyentes, de carisma, poderosos e inteligentes que tuvieron un impacto decisivo en las generaciones pasadas e hicieron girar la historia según sus acciones y decisiones. En esa lista, por supuesto, no tienen cabida los pobres, los humildes, los perseguidos, los heterodoxos, los judeoconversos, los miserables... Mucho menos las pobres, las humildes, las perseguidas, las heterodoxas, las judeoconversas y las miserables mujeres.

Pues bien, resulta que una de las escasas fuentes seriadas en que aparecen de forma constante son, precisamente, los protocolos notariales. Allí nos encontraremos con sus ajuares, con los objetos, desde los más pobres a los más lujosos, que las rodearon en la vida y en la muerte, vistieron sus espacios privados y legaron a sus descendientes. Nos encontraremos con mujeres que transmitían sus propiedades por escasas que fueran, compraban, vendían y arrendaban, emprendían negocios, emigraban a América, pleiteaban, se emparentaban, hacían testamento, ascendían socialmente o eran condenadas... y allí están las mujeres cuyas propiedades fueron confiscadas en la Guerra Civil, las mujeres asesinadas. Allí está reflejado el verdadero papel de la mujer en la sociedad, en una sociedad patriarcal que las limita e invisibiliza y también tiene resquicios por los que podemos verlas y escapan. Si queremos mirarlas.

Pensemos en los protocolos otorgados por mujeres que, en su mayor parte, no sabían leer y escribir. Sólo en ellos aparecen sus voluntades, acciones y desvelos. Pensemos, por ejemplo, en el testamento. El único documento que la mujer de cualquier clase social podía hacer sin permiso del hombre. Allí podía manifestar su voluntad en el plano religioso, moral y económico y allí podemos ser testigos de sus miedos, cómo eran sus hogares o el cariño que tenían a sus herederos. Mujeres que se salen del carril y benefician a sus hijas sobre sus hijos varones, que liberan esclavos, manifiestan sus devociones, encargan obras de arte, defienden sus casas y hasta comercian con el Nuevo Mundo. Los protocolos reconstruyen, pues, el quehacer cotidiano de nuestras antepasadas, sus relaciones sociales, estrategias familiares, actividad económica y entornos vecinales.

Y están silenciadas. Están silenciadas las mujeres de todos estos pueblos y aldeas de la comarca: Palma del Río, Fuente Palmera, Posadas, Hornachuelos, San Calixto, La Carlota, San Sebastián de los Ballesteros, El Carmen, Almodóvar y Guadalcázar. De todos los pueblos que tienen documentos en este archivo de Posadas. Desde 1526 hasta 1899 (el que se considera archivo histórico) y hasta 1939 e incluso adelante. Hablamos de, como mínimo, 1.283 legajos, una documentación inédita que casi no ha podido ser consultada por los investigadores dada sus variadas e inestables ubicaciones; una documentación que ha sufrido décadas de abandono y descuido y que, a día de hoy, aún no tiene una ubicación fija para salvaguardarla e investigarla.

Parece que aquí tenemos aún una importante asignatura pendiente. Digitalizar la documentación de Posadas, hacerla pública en una página web y ponerla a disposición de la investigación podría ser un paso decisivo para dar voz a nuestras antepasadas en el Valle del Guadalquivir y recuperar su protagonismo histórico. En 1992 apareció el artículo titulado «La historia de las mujeres en Occidente». Era la primera vez que se reconocía su existencia en la historia de la humanidad. Los protocolos notariales tuvieron un papel esencial en ello y lo siguen teniendo. Si los visibilizamos, igual que a las mujeres.

* Historiadora