Antonio Ruiz Varo, popularmente conocido en Aguilar de la Frontera como Er rojo, nació en la calle Lorca en el año 1947. Sus juegos los tenía en Llano de la Cruz y se acercó al arte desde pequeño. Se considera un copista, aunque a sus casi 74 años ha realizado más de un centenar de obras en su tiempo libre, puesto que su profesión fue la de ferroviario.

Su hijo Juan Bautista Ruiz Pérez ha recapitulado en un álbum sus obras de óleos, azulejos y cerámicas realizadas a lo largo de estos más de 50 años. La mayor parte de las obras reunidas por Juan B. Ruiz son azulejos (un 80%), y detalla que se concentró, sobre todo, en los años 80, 90 y 2000. Comenta también un detalle muy característico de las obras de su padre y es que «las manos de lo que él dibuja me recuerdan mucho a las manos de su abuela Dolores, ya sea el dibujo de un varón o una mujer».

El arte y los libros impregnan su casa. En las paredes tiene una colección de óleos: una copia del Florero de cristal de Juan de Arellano que pintó en Reinosa; un detalle del anafre del cuadro de Velázquez de La vieja friendo huevos o un Caballero de la pluma al estilo de Caravaggio (inspirado en La Buona Ventura); en su estantería, libros de arte y de literatura. Además, un marco dorado con un pico de un mantón de manila bordado.

Escritos | Ruiz Varo sostiene en sus manos un escrito. CÓRDOBA

Su formación fue intensa, aunque corta. Antonio comenta que estuvo en un colegio «y me cultivé un poco». Fue a un colegio salesiano, donde estudió para sacerdote en Montilla. «Allí había un ambiente de formación, de humanidades, arte, cultura; hice reválida y estudios convalidados, dos años de Magisterio, pero vino la debacle», rememora. Tras volver a Aguilar le convalidaron algunos cursos y recuerda que sacaba muy buenas notas. También cuenta que su padre murió y él enfermó durante año y medio con una lesión pulmonar. Se entristece cuando recuerda que «tiene guasa estar cuatro años en un seminario aprendiendo latín, griego, matemáticas, humanidades y llegar aquí y encontrarte con los mulos y la burra; yo quería seguir aprendiendo».

Al volver a Aguilar la vida como agricultor «no me funcionaba a mí». Debido a su bagaje impartió alguna clase particular por su formación de latín. Tras ello, se encontró a Vicente Núñez. «Me acerqué a una persona que tenía una formación», comenta, y añade que la persona de Vicente Núñez «era mi padre, mi madre, mi hermano, mi maestro», pero lamenta que vivió «un deterioro de mi casa, de mis hijos y de mi mujer». Con el paso del tiempo, confiesa haber llegado a la conclusión de que Vicente Núñez tenía razón al afirmar que «tenemos una pasión por Aguilar», casi indescifrable. «Vicente era un brujo», concluye Antonio.

Tras preguntarle por un cuadro del pico bordado en la pared, explica que es un mantón de manila que compró junto a Vicente Núñez a un viejo anticuario por unos 20 duros. Uno de los picos estaba estropeado, «el otro se lo enmarqué». Ambos fueron coincidentes en la religión, la literatura y la pintura y Núñez «alimentó ese hobby» y le presentó a personajes como Carmen Romero, Antonio Gala o Anguita. En el año 78 llegó a compartir momentos con poetas como Pablo García Baena o Bernier en la Biblioteca Municipal.

Azulejo | Obra de Antonio Ruiz Varo. CÓRDOBA

Sus obras le han hecho «alcanzar la satisfacción», saciar una necesidad no siempre entendida. Una afición que se ha mantenido por «la pasión que le puse». En el pueblo, muchos comercios y locales tienen un azulejo de su autoría, como Flores Isabel, Casa Raimundo o el Reloj de Calzados Chano. En óleos se pueden mencionar copias de Judit y Holofernes, de Caravaggio, y numerosos bodegones. También hay numerosas placas conmemorativas, algunas como la de Castro del Río a Miguel de Cervantes, realizada en 1993, o el ubicado a la entrada de la ermita en la Fuente Don Marcelo.

En cuanto a iconografía religiosa, numerosas imágenes pueblan calles y casas particulares. Desde Jesús de Nazareno, el Arcángel San Rafael (1996) y la Virgen del Pilar (1994) hasta la Virgen de Araceli o San Roque (2005). En 2019 hizo su último retablo de azulejos a la Virgen de la Paz, situada en la calle del mismo nombre. Ahora está pendiente de un encargo del Ayuntamiento en el Llano de las Coronadas, aunque dice que no tiene ganas «porque no está fino».