Todo eran matices en Francisco Núñez de Prado, fallecido esta madrugada en Baena. Lo fácil hubiera sido gestionar el patrimonio olivarero de la familia, pero él y sus hermanos optaron por comercializar el aceite de oliva virgen extra que producían con su propia marca a finales de los años ochenta del pasado siglo.

Y añadió un matiz tras otro: no solo virgen extra, sino también ecológico. Podría también haberse concentrado en la producción de aceite de oliva y su comercialización, pero había que ir más allá. Cuando nadie pensaba que el cultivo del olivar y la elaboración del zumo de la aceituna podía atraer a miles de personas interesados en conocer uno de los principales elementos de la triada mediterránea, impulsó, junto a sus hermanos, la adaptación de una bella almazara que se remontaba al siglo XVIII en un modelo de desarrollo industrial capaz de hacer que unas veinte mil personas pasaran cada año por sus instalaciones. Turismo y aceite unidos. Eso ocurría cuando nadie pensaba en España en hacer un aceite de autor, cuando la mayoría de almazaras eran plantas industriales con escaso encanto.

Cuando nadie veía a olivareros cordobeses y andaluces en las ferias de todo el mundo, Francisco Núñez de Prado ya estaba recorriendo los distintos certámenes con su peculiar botella cuadrada, que él incorporó del vino para popularizarla como bello contenedor del mejor virgen extra de Andalucía. Eso hizo que llegara a vender más aceite envasado en el extranjero que en España, todo una anormalidad hace unas décadas cuando solo se pensaba en vender a granel.

Esa anormalidad hizo que por la almazara pasaran en las últimas los distintos ministros de Agricultura de España, reconociéndoles por qué fueron considerados desde hace años vanguardia de la dieta mediterránea, embajadores del virgen extra, el Rolls Royce de los aceites.

El aceite dice adiós a Francisco Núñez de Prado, una persona sencilla, deliciosa en el trato, dispuesta siempre, eludiendo cualquier protagonismo. Junto a sus hermanos Andrés, Antonio y Felipe, recibió en 1998 la medalla de Andalucía. El decreto que los reconocía decía: "La inquietud empresarial y la continua búsqueda de mejoras, por parte de los hermanos Núñez de Prado, han impulsado el desarrollo de programas de producción, de innovación comercial y de calidad". Fue presidente de la denominación de origen Baena, el Ayuntamiento de Baena lo hizo hijo predilecto y Diario CÓRDOBA nombró a la comunidad de bienes que gestionaba Cordobés del Año.

Francisco Casero, ahora presidente de la Fundación Savia, calificaba hace unos años a Núñez de Prado como «uno de los grandes iniciadores del aceite ecológico y uno de los cultivadores más representativos de Andalucía».

Sin duda, el aceite de oliva de Baena, de Córdoba y Andalucía ha tenido en Francisco Núñez de Prado a uno de sus grandes embajadores. Y todo inmerso en la calidad y la sencillez de su discurso. «Hacer un buen aceite consiste en una serie de pequeños pasos. Si echas a perder uno de ellos, tu aceite es malo y nada de lo que hagas después lo va a cambiar. La verdad está en los matices», decía Paco.