La localidad cordobesa de Puente Genil vive la Semana Santa durante todo el año, "es un modo de vida", y en la época de pasión centenares de "rostrillos", ya sean romanos, Cirineos o María Magdalena desfilan en una auténtica catequesis andante de pasajes bíblicos protagonizados por los vecinos.

"Para los pontanenses, la Semana Santa no es una época del año, es un modo de vida que parte de la fe de cada uno" ha explicado en declaraciones a Efe el vicepresidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Puente Genil, Joaquín López, quien ha resaltado que en esta localidad de la campiña sur cordobesa "se vive de manera muy intensa la conmemoración desde la estancia en el desierto de Jesús hasta su resurrección".

El culto pontanés católico es todo un universo, empezando por la denominación de su semana de pasión: "La Mananta" término que según cuentan los vecinos lo pronunció por primera vez "El Nené", un oriundo de Puente Genil con alguna dificultad en la dicción de "Semana Santa" y ya se ha acuñado como vocablo para designar esta tradición popular en la que no se incide en celebrar la muerte sino la vida, como ha señalado López.

Y se trata de una tradición popular en su máxima expresión porque los protagonistas no solo son las cofradías con sus hermanos y sus pasos, que también, sino además los pontanenses. Los vecinos se organizan en "corporaciones bíblicas", grupos ataviados de romanos, de judíos, así como de otras figuras con "rostrillos" o caretas y "martirios" o símbolos de dogmas bíblicos que recorren las calles de la localidad en desfiles procesionales.

Otro de los elementos más particulares pontanenses son "los cuarteles", todo un fenómeno antropológico: son grupos de amigos o familiares asociados a un lugar, la mayoría de ellos reservados solo para los hombres -menos un día de "puertas abiertas" donde dejan entrar a las féminas- que ya desde Cuaresma se reúnen para "confraternizar", ya sea en comidas compartidas, celebraciones familiares con el denominador común del fervor al titular de una de las cofradías del pueblo.

Los cuarteles comienzan su actividad del "jueves lardero", anterior al llamado "miércoles de ceniza" porque desde entonces todos los "sábados de romanos", los cuarteleros desfilan con sus túnicas de colores hasta la ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno a ritmo de una típica música de banda y arrancan una de las siete patas de la "vieja cuaresmera" y se la dan a un miembro como símbolo honorífico.

La "vieja cuaresmera" es una figura cuyas siete patas representan los sábados que quedan antes del Domingo de Ramos y cuyo origen se mantiene a caballo entre leyenda y tradición pero que la mayoría cuenta que es la señora que le "gana la batalla" a Don Carnal y que a su vez será "superada" por el "Imperio Romano", nombre de una de las corporaciones más señeras de la localidad.

Este preámbulo casi mítico da paso a una "Mananta" -que no Semana Santa, al menos entre los oriundos- llena de procesiones de imágenes sobre pasos, pero también de Moisés, Caifás, Cirineo, Salomé o María Magdalena que son representados según los dogmas católicos por más de doscientos vecinos ataviados con "rostrillos" o caretas en un ejercicio de catequesis popular sin parangón, ya que su escenificación ayuda a comprender tanto a pequeños como a forasteros las tradiciones de su pueblo.

Los momentos más emotivos para los pontanenses, además de las subidas a la ermita de la Cuaresma, son el Jueves Santo, cuando el esplendor de la corporación del "Imperio Romano" deslumbra con sus vistosos uniformes bordados y el Domingo de Resurrección cuando más de doscientas figuras se dan cita a la vez por la avenida de la Matallana en un desfile de pedagogía catequética "único en el mundo".

También el momento de "la diana", al alba del Viernes Santo, es muy especial para los fieles del pueblo porque en la llamada "procesión del preso", donde el Cristo de la localidad es venerado con cánticos típicos.

Toda una experiencia cultural que lleva siglos arraigadas entre los pontanenses y que cada vez más visitantes se atreven a descubrir, siempre de la mano de uno de sus acogedores vecinos pues hay tantos ritos, símbolos y momentos que es imposible comprenderlos sino es con las explicaciones de sus protagonistas.