"Se acerca el invierno" es una frase que ha popularizado la serie Juegos de Tronos y que en Córdoba no es más que un guión televisivo, sin apenas reflejo en la vida real. Sin embargo, en Boston saben lo que es prepararse para un invierno duro, con el termómetro una décima por debajo de cero y unas nieves acumuladas que puede alcanzar el metro de altura. De ello sabe bastante la cordobesa Cristina Santos, quien se fue a vivir a Wellesley (Boston) desde finales del curso pasado.

Trabaja en el college (universidad) de la ciudad como asistenta de español en el departamento de Lengua Castellana. Se dedica a ayudar a las estudiantes en sus tareas de español, y aclararles sus dudas acerca de cualquier tema lingüístico o cultural que estén tratando en clase. Durante la semana tiene unas horas de tutoría que dedica a esta función. También, hay una hora del almuerzo a la semana que se dedica a la Mesa de Español. Esto consiste en que estudiantes de diferentes asignaturas del departamento de español se reúne con ella y hablan sobre temas de interés o simplemente del día a día en el campus. "Es una herramienta muy útil para las alumnas que no tienen la posibilidad de practicar con el idioma o de tratar con hispanohablantes", apunta Cristina.

Se aloja en la Casa Cervantes, en el propio campus, aunque pasó los primeros días con una familia de acogida. Vive con ocho estudiantes de la universidad con quienes está muy unida. Esta casa tiene la peculiaridad de que está prohibido hablar cualquier otro idioma que no sea el español.

La vida en este pequeño pueblo de Massachusetts es muy diferente al estilo de vida cordobés, máxime en un campus exclusivo para chicas. No hay muchos comercios en la localidad. Además, se trata de un pueblo seco, es decir, no se vende alcohol a menos que sea en un restaurante con la comida "por lo que el tomar una cervecita el domingo al medio dia es algo imposible", explica con cierta melancolía la cordobesa, quien añade que Wellesley es muy conservador por lo que "cosas como el beber o el fumar están muy mal vistas". Además, no hay siesta, algo en lo que hace hincapié. El ritmo de vida es mucho mas acelerado que "el que llevamos en Andalucía, el día es muy intenso y las comidas, al ser alrededor de las 12.30 y las 18.00, dan la sensación de interrumpir el día y dificultan mi trabajo".

Cristina nunca se imaginó viviendo en Estados Unidos. "Durante los años de la carrera, al ver los anuncios de la beca Preshco en mi facultad, rechazaba la posibilidad de viajar a Norteamérica. Pensaba que era una locura ir tan lejos de casa, a un país tan raro. Me parecía que el inglés con acento americano era horrible, así como la cultura y la visión que este país exporta al exterior, por lo que nunca me sumergiría durante tanto tiempo en esta cultura", recuerda la joven, que echa ya de menos el ir a la Corredera a tomar algo con sus amigos.