Los núcleos rurales de Lucena han perdido en las últimas décadas prácticamente toda su población y la gran mayoría de los cortijos han dejado de estar habitados. Ello ha supuesto una degradación de estas construcciones, que en la mayoría de los casos han terminado por derrumbarse. Hay que tener en cuenta que este fenómeno tiene una nefasta incidencia para el medio agrario en general.

Un claro ejemplo de ello es el caso del núcleo rural de Los Piedros, donde ya solamente habitan de manera permanente un total de cinco familias. Ubicado a unos diez kilómetros de Lucena, camino de la aldea de Jauja, Los Piedros ha ido perdiendo peso demográfico de una forma que resulta alarmante. Prueba de ello es que era un enclave con cierta entidad hace unos cuarenta o cincuenta años, cuando los habitantes del lugar se dedicaban fundamentalmente a las actividades propias del medio agrario.

Además, algunos de ellos se dedicaban también a la extracción de las arenas fluviales arrastradas por el río Anzur, un afluente del Genil que discurre por el lugar y que ofrece unos parajes de una gran belleza. Estos atractivos hicieron que hace unos años se pusieran en marcha iniciativas de turismo rural que atraen a algunos visitantes.

Los pocos vecinos que quedan en este núcleo rural lucentino recuerdan con nostalgia cómo hace unas décadas eran a veces más de cien las familias que habitaban allí. En esa época, por ejemplo, se contaba con un gran complejo agrario conformado por unas cuarenta casas que terminaron derruidas por el paso de los años y la consiguiente falta de mantenimiento que suele caracterizar a las viviendas inhabitadas, como ha ocurrido asimismo con otros tantos edificios próximos. Solamente se mantienen en pie algunas casas que son propiedad de personas cuyas familias las habitaron en otra época y las mantienen para trasladarse a ellas los fines de semana o en las vacaciones.

Situado junto al río Anzur, Los Piedros es un núcleo cuyos vecinos denuncian que se encuentran totalmente abandonados en cuanto a servicios, ya que son ellos mismos quienes tienen que costear de su propio bolsillo las pequeñas mejoras que precisan en cuanto a infraestructuras. Consideran que sufren una situación injusta, ya que pagan los mismos impuestos que los vecinos del casco urbano de Lucena, aunque luego apenas reciben nada a cambio.

En términos parecidos se expresan quienes viven en otros núcleos rurales, si bien en algún caso, como el de la cercana Colina de la Virgen, la población no ha crecido demasiado, aunque sí lo hecho el número de casas construidas como segunda residencia. Sin duda, en ello ha influido su mayor proximidad a Lucena y el estar cada día mejor comunicada con las nuevas carreteras.