Cuando hace unos meses, en este mismo medio, apuntábamos un plazo no mucho más allá del fin del periodo estival para poder ver culminada la rehabilitación de la iglesia mayor de Espejo, distintas voces se oyeron recelosas del optimismo desmedido que aquellas palabras parecían encerrar.

Hoy, transcurrido el tiempo de obra previsto por los responsables técnicos --con el arquitecto F.J. Vázquez Teja a la cabeza--, el pueblo de Espejo vuelve a oír con arrobo el tañido de las campanas, que anuncian a la Campiña el júbilo de su despertar. O lo que es igual, participando con sus ecos de bronce el final inmediato de un episodio más en la vida de esta parroquia que, a lo largo de toda su historia, ha superado con éxito momentos similares de angustia y recuperación.

Un ejemplo: veintiocho pinos se aserraron en el año 1614 para dotar del maderamen preciso a la hora de reedificar la techumbre de la nave central del templo, derrumbada, cuyo desembolso total superó entonces los 7.000 reales.

Hablamos tan solo de una de las muchas referencias históricas que igualmente podríamos aportar.

Pues bien, mientras los expertos apuran los últimos retoques del proyecto rehabilitador, y al son de 'campana tannida', Espejo se apresta, anhelante, a franquear de nuevo las puertas de su templo parroquial --declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento--, dispuesto a testimoniar con su apoyo el reconocimiento a lo que ha supuesto un referente de impecable planificación y decidida voluntad de la más alta institución eclesiástica diocesana, que ha sabido responder al clamor de todo un pueblo con resolución contrastada e innegable celeridad.

Ermitas

En esta línea de atención al patrimonio monumental espejeño, la cinco veces centenaria ermita de Santo Domingo, asimismo recuperada, se regocija con la suerte de su parroquia tutelar. Al tiempo que aguarda expectante el día que su hermana, la también cinco veces centenaria ermita de San Sebastián y Santa Rita de Casia, reciba el mismo tratamiento que, como en su caso, ahuyente su inminente ruina y le permita renacer. De esta manera se pondría broche de oro, en este ámbito, a una serie de intervenciones perentorias e inaplazables que Espejo y sus generaciones venideras --estamos seguros-- sabrán valorar y agradecer.