Los físicos consideran el sonido como un fenómeno que involucra la propagación de ondas audibles o casi audibles a través de un medio fluido o sólido que esté generando movimiento vibratorio de un cuerpo. Es necesaria una fuente de vibración mecánica y también un medio elástico a través del cual se propague la perturbación. En cierta forma se transporta energía, sin transporte de materia, en forma de ondas mecánicas que se propagan a través de materia gaseosa, liquida o sólida. Los sonidos pueden caracterizarse por una serie de magnitudes físicas, particulares para cada tipo, pero, generalmente, un sonido suele ser una combinación de ondas sonoras con parámetros distintos. Su caracterización puede realizarse mediante el análisis de la energía transmitida, así como la distribución de dicha energía entre las diversas ondas componentes.

El oído de las personas convierte las ondas sonoras, que no son más que oscilaciones de la presión del aire, en ondas mecánicas que pueden ser percibidas y transformadas en sensaciones por el cerebro. Esta capacidad hace que el ser humano pueda relacionarse con el medio que le rodea y con sus congéneres a través del habla, que permite el intercambio de información junto con la escritura, facultades que ha permitido el alto grado de evolución alcanzado por el hombre. Cuando el sonido se transforma en no deseado por el receptor se habla de ruido, de tal forma que la más apreciada melodía musical puede transformarse en ruido por otra persona que en ese momento no desee escucharla.

En el campo del medio ambiente, la expresión de ruido se asocia a un sonido de alta intensidad que puede ser perjudicial para la convivencia de las personas o la salud humana. Se habla de contaminación acústica cuando el ruido es provocado por distintas actividades humanas, entre las que destacan: el tráfico rodado, distintos tipos de obras, los locales de ocio, las grandes aglomeraciones de personas y distintos tipos de industrias o actividades comerciales, que durante su funcionamiento sobrepasan determinados niveles de intensidad o potencia. El sonido de alta intensidad puede producir diversos efectos sobre la salud, desde pérdidas parciales o totales de la audición consideradas como enfermedades fisiológicas; hasta situaciones de estrés, depresiones, ausencia de rendimiento, agresividad y alteraciones del sueño consideradas todas ellas como enfermedades psíquicas.

La legislación relacionada con el control de la contaminación acústica pretende prever las situaciones que afectan a la salud de las personas no permitiendo que ésta sobrepase determinados niveles de intensidad. A pesar de ello, más de 230 millones de personas de la Unión Europea se encuentran expuestas a niveles diarios superiores a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Diversos estudios realizados en Andalucía en los últimos quince años demuestran que en las poblaciones de más de cincuenta mil habitantes, más de la mitad de las personas soportan diariamente niveles superiores a los recomendados y sólo el dos por ciento viven en lugares de niveles bajos. Con el transcurso de los años, la variación de la contaminación acústica es irrelevante; durante el día se ha incrementado notablemente; en las zonas de ocio, tanto de día como de noche, ha aumentado significativamente, al igual que en las zonas comerciales, los entornos escolares y hospitalarios. Considerando el ruido ambiental para las veinticuatro horas y el que se produce durante de día, Córdoba se encuentra en el tercer lugar de las ciudades más ruidosas de nuestra comunidad autónoma.

El origen de este ruido urbano está relacionado fundamentalmente con el tráfico (80%) y las actividades comerciales y de ocio (9%).

En las ciudades más pequeñas existe una gran similitud, aunque suelen ser menos ruidosas, siendo más acusadas las diferencias durante la noche. De todos los estudios realizados puede afirmarse que existe una clara percepción del nivel de ruido que soportan los ciudadanos, que las zonas con bajos niveles son mejor seleccionadas para vivir y, cuanto mayor es, más molesta se encuentra la población, sobre todo con el tráfico y especialmente con las motos.

La competencia para controlar el cumplimiento de los niveles permitidos de contaminación acústica corresponde a los ayuntamientos y subsidiariamente en caso de inactividad a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.

De los estudios realizados se desprende que la mayoría de ellos no comprueba la idoneidad de las medidas correctoras y el aislamiento acústico de los locales, y el tráfico suele ser una asignatura permanentemente pendiente, y cuando se actúa en la mayoría de los casos es debido a denuncias efectuadas por personas afectadas.

Si los cordobeses consideran al ruido como uno de los principales problemas ambientales de Andalucía, según el último ecobarómetro, es señal de que aún queda un largo camino por recorrer para hacer las ciudades más sostenibles y los ayuntamientos tienen que ponerse mano a la obra.