Alonso Quijano, don Quijote de la Mancha, no era sino la marioneta que Cervantes utilizó para hacer su crítica moralista de la sociedad en la que le tocó vivir. Esta afirmación tan comprensible y rotunda fue lanzada por la profesora Carmen Iglesias, de las reales academias Española y de la Historia, durante la Jornadas de Otoño que la Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno organiza en Pozoblanco. Iglesias fue una de las ponentes invitadas a mostrar una parte de la sociedad y cultura de la España en la que vivió Cervantes y su argumentación se centró casi de manera exclusiva en explicar la interrelación de las armas, las letras y el amor en la obra cervantina, ayudándose de El Quijote para ilustrar sus afirmaciones.

La crítica moralista que hace Cervantes en toda su obra se refiere al progresivo abandono que de las armas hace la nobleza y la sociedad en general para dedicarse al cultivo de las letras, donde se produce un hecho muy significativo, y es que la poesía quedó reservada a las clases nobles, mientras que los comunes se apreciaron de la prosa.

Uno de los aspectos de la sociedad del siglo XVI y XVII que también salió a relucir en las jornadas --por el doctor en Historia, Santiago Martínez--, fue el mecenazgo que la nobleza hacía de los autores, siendo el propio Cervantes uno de los que consigue el patrocinio del duque de Béjar y del duque de Lemos.

La importancia que cobran la cultura y las letras en la sociedad del XVI dejó constancia también en la manera de ocupar el tiempo libre, aspectos éstos que explicó la profesora Carmen San Ayán, de la Universidad Complutense, quien distinguió entre la lectura y los juegos.