Obejo amaneció ayer con un día espléndido, radiante, al igual que la celebración de San Antonio Abad, porque después de algunos años con diferentes desavenencias entre instituciones que quitaban esplendor a la fiesta, este año ha resaltado la cordialidad. Aunque ejerce su patronazgo sobre los animales, han sido los aceituneros los que han retomado la devoción, quizá porque su fiesta se celebra en plena campaña aceitunera.

Hoy en día se ha vuelto a recuperar la Danza de las Espadas, también llamada Patatú o Bachimachía , proveniente de los íberos. Esta danza la realizan 32 danzantes ataviados con la ropa de labor del campo de antaño, que al son de los músicos bailan realizando una coreografía única acompañándose de espadas. La danza finaliza con el ahorcamiento del maestro.

Si San Antón volviera por la tierra, probablemente eligiría el hermoso pueblo de Obejo para su meditación y para revivir un día como el de ayer, de vuelta a las sencillas tradiciones, jugaría con los niños al tiro de soga o la carrera de sacos, comería migas y saltaría la hoguera cantando A la flor del romero... .