La venencia, ese curioso instrumento que permite escanciar en una copa el vino de Montilla que envejece en los botas, tiene un origen que algunos ignoran. En realidad, su nombre procede de la expresión "la copa de la avenencia", que se empleaba cuando se cerraban tratos después de haber conseguido aunar las posturas de las dos partes implicadas. Justo en ese momento, se estrechaban las manos para celebrar la avenencia con una copa del mejor vino.

Venenciar es una habilidad compleja que requiere buen pulso y mucha sensibilidad. El objetivo es evitar la dispersión del velo de la flor que cubre la lámina de vino cuando se perfora con la venencia.

La segunda fase del proceso no es menos complicada, ya que requiere experiencia para que el vino pase de la venencia a la copa sin derramarse. Pocos montillanos dominan a la perfección este arte. Para fomentarlo, los organizadores de la Fiesta de la Vendimia organizan cada año un concurso de destreza en el oficio donde participan tanto niños como adultos.

En un acto popular, celebrado en pleno corazón de la barriada montillana del Gran Capitán, tiene lugar un concurso de volteo donde los participantes demuestran ante el público sus habilidades para el batido del vino de una jarra a otra. Con estas iniciativas se pretende inculcar entre los más pequeños las destrezas en el oficio y garantizar el mantenimiento de las habilidades vinculadas a la práctica vitivinícola que forman parte de la tradición de esta tierra.

El jurado decidió conceder el premio de venencia infantil al niño Antonio López Cuenca, de Moriles. En la modalidad de adultos el galardón fue para Rafael Jiménez Vázquez, de Montilla; y en volteo correspondió a Rafael Fernández Pérez, de Moriles.