Cientos de cuadrillas de aceituneros de nuestra provincia celebran durante estos días el cierre de la campaña con la tradicional celebración de La Botijuela , una fiesta que se organiza en pleno campo, donde los olivareros se olvidan del frío invierno que han pasado. Este es el caso de los trabajadores que cada año recolectan las aceitunas de la finca de Santa Catalina, propiedad de las hermanas Herrero Herrero, situada en el término municipal de Bujalance, pueblo eminentemente olivarero.

El nombre de esta celebración rural viene de muy antiguo. La botijuela era una vasija de barro en la que se transportaban, generalmente en barcos, aceite, vino, vinagre, aceitunas y otros productos. Servía también para conservarlos y se usó entre los siglos XVI a XVIII. Este recipiente tenía poco menos de una arroba de capacidad.

Al día siguiente de concluir la campaña de la aceituna, los jornaleros celebraban esta fiesta y utilizaban la botijuela que habían usado para el transporte de la aceituna. Todos formaban un corro y se la pasaban de unos a otros. El que la rompía o al que se le caía se le hacían varias fechorías, como mantearlo, hacerle el maculillo , etcétera. Con el paso del tiempo y la evolución de la tecnología, estos actos han ido perdiendo un poco de sabor tradicional y ahora los fardos se usan para mantear al manijero de la finca, que en este caso es Juan Antonio Chocero, o al encargado, Francisco Cuenca. A los novatos que cada año llegan para recoger este fruto tan nuestro se les suele realizar el salmorejo , que consiste en echarle por la portañuela agua y barro.

En torno a esta popular fiesta se cantan también canciones recuperadas del poeta Miguel Hernández, así como otras letrillas típicas de cada zona en la que se celebra, como éstas: "Los mozos de mi cuadrilla se suben a las cobollas, se dejan las aceitunas por estar mirando la novia"; "Ya te vas a la aceituna, cara de quitar pesares, carilla como la tuya no va a los olivares"; "La aceituna nació verde, el tiempo le dio color, tu cara nació preciosa, y no la cambia ni Dios". "En que miro hacia tu puerta, no pienses que yo te quiero, que miro las morcillas que tienes en el humero".

ARROZ CON GALLO

Los aceituneros dejan atrás aquellas tardes de espeluznante de frío o aquellas otras de tímido sol, mientras los pueblos se cubren de una espesa neblina de humo con olor a olivo y cantan una canción muy nuestra, como "aceituneros del pío pío, cuanta aceituna habéis cogío , fanega y media, y el culo frío".

También se mata un gallo, al que previamente se emborracha, y luego se degusta en un exquisito arroz elaborado por los más viejos de la cuadrilla. La fiesta acaba bien entrada la tarde y sirve como motivo de convivencia entre los jornaleros.