Historia del monumento
Templo Romano de Córdoba: una construcción, una reconstrucción y mil intentos de hacerlo visitable
Levantado en el siglo I, sus restos no emergieron hasta los años 50 del siglo XX

Imagen de las columnas en anstilosis del Templo Romano de Córdoba en 1969. Pórtico del templo reconstruido entre la jaula de andamios. / CÓRDOBA

El Templo Romano de Córdoba, que data del siglo I d.C. y formaba parte de un conjunto arquitectónico de la ciudad de Corduba que se extendía hasta Orive, se construyó una sola vez, se reconstruyó otra y se ha intentado hacerlo visitable muchas más. La idea de restaurarlo se remonta a su mismo descubrimiento en los años 50 del siglo XX, cuando durante unas obras llevadas a cabo en la antigua sede del Ayuntamiento de Córdoba se descubrieron las columnas, capiteles y arquitrabes de su estructura. La exhumación primera la hizo Antonio García, pero fue el arquitecto Félix Hernández quien le dio la imagen que hoy conocemos, con esas columnas elevadas tan características.
El descubrimiento en 1951
La historia reciente del Templo Romano comienza en el verano de 1951 cuando de manera fortuita aparecen en las obras de ampliación de las casas consistoriales algunos vestigios de su osamenta. El entonces alcalde Antonio Cruz Conde se encuentra en la tesitura clásica de qué hacer con los restos, y decide trasladar algunos a la plaza de Jerónimo Páez, donde el Estado acababa de comprar el palacio para construir un museo arqueológico (en la actualidad algunos de los capiteles siguen expuestos y sobre palés de obra en el hall de Capitulares). Mientras, trata de buscar financiación y el Estado concede una cifra insuficiente que permite al menos iniciar los trabajos. Samuel de los Santos Gener se pone al frente de las excavaciones junto al arqueólogo Félix Hernández.
En 1957 se lleva a cabo la interpretación de los restos a manos del arqueólogo Antonio García Bellido, quien, con las directrices y la normativa de la época, apuesta por la reconstrucción del templo en anastilosis, es decir, reconstruyéndolo a partir de sus elementos dispersos recolocándolos en su posición original. Así, eleva diez columnas de la pronaos y sus capiteles (solo dos de ellos son originales, ya que el resto se hicieron a partir de moldes contemporáneos) y la primera columna del lado norte de la cella, gracias a que la conservación del altar y el pavimento original frente al templo permitió calcular la altura aproximada de las columnas.
Excavaciones de los años 80
Las excavaciones se reanudaron a mediados de los años 80, a continuación de las obras de construcción del nuevo ayuntamiento, de la mano de José Luis Jiménez Salvador y la Consejería de Cultura. En aquella intervención se descubrieron el muro de separación entre el pronaos y la cella, así como la longitud total del muro de la cella. Además, se excavó el espacio interior del templo.

Un obrero corta las ferrallas que asoman por encima de los capiteles falsos en 1988. / LADIS
Excavaciones de los años 90
Entre los años 1994 y 1995 Jiménez Salvador volvió a excavar en el complejo con la colaboración de la Gerencia de Urbanismo y se hicieron sondeos en un solar de la calle María Cristina que permitieron identificar restos de la antigua muralla de época de la República romana. Es entonces cuando se localizan los vestigios del complejo religioso y de una plaza porticada junto al templo, así como los restos de un circo romano que estuvo ubicado frente al templo, aunque en una cota inferior y estaría unido a este a través de una plaza intermedia.
Otras intervenciones en los 2000
Entre los años 2001 y 2003 se realizaron de nuevo excavaciones en la zona de las antérides y el sistema de contrafuertes. Sin embargo, no fue hasta el año 2012 cuando se acometió la primera intervención importante, que incluyó la limpieza de vegetación, la apertura del acceso por la calle María Cristina y la eliminación de la jaula de metal que había rodeado al templo hasta esa fecha.

Obras en el Templo Romano en el año 2007. / A.J. GONZÁLEZ
Aquella intervención, en el mandato del alcalde José Antonio Nieto (PP), se hizo de la mano de la Ruta Bética Romana, e incluyó la instalación de iluminación artística (la Fundación Endesa aportó 95.000 euros), y la instalación de una valla transparente de metacrilato de 1,40 metros, que permite ver el edificio desde la acera de la calle Claudio Marcelo. El proyecto, que no llegó a poner en carga las visitas, fue codirigido por la arquitecta del Ayuntamiento Carmen Chacón y el arqueólogo municipal Juan Murillo, con la colaboración de la directora de la Oficina del Casco Histórico, Rosa Lara, bajo la tutela de la delegación municipal de Casco Histórico, Patrimonio y Naturaleza.

Capiteles del Templo Romano, en el hall del Ayuntamiento de Córdoba. / A.J. GONZÁLEZ
Otro problema
Un nuevo intento para poner en valor el Templo Romano, ya en época de la alcaldesa Isabel Ambrosio, se hizo de la mano del Plan Turístico de Grandes Ciudades, que pretendía hacerlo visitable con la construcción de una plataforma. En un primer momento se hizo una primera fase, la de conservación y restauración de las estructuras del Templo Romano y de las antérides. Patrimonio Inteligente fue la empresa encargada de llevar a cabo los trabajos. En cuanto a la segunda fase, la de la construcción de la pasarela que permitirá pasear entre las columnas, la obra estuvo al ralentí durante varios meses y quedó paralizada en abril de 2019, provocando la rescisión del contrato con la empresa Arquetec, que poco después entró en concurso de acreedores.
Finalmente, tras un nuevo proceso de adjudicación iniciado ya en el mandato del alcalde José María Bellido, las obras se retomaron en diciembre de 2023 con la empresa Ingeniera de la Construcción Cordobesa y culminan por fin ahora aunque con más retraso del esperado.
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