Reportaje

Presión turística en La Judería: así conviven con ella los vecinos en el día a día

Los vecinos relatan cómo ha cambiado la vida en uno de los barrios más emblemáticos de Córdoba, marcado por el auge del turismo, la pérdida de servicios y las despedidas de soltero

Ambiente en La Judería este mes de mayo.

Ambiente en La Judería este mes de mayo. / Manuel Murillo

Adrián Ramírez

Adrián Ramírez

El barrio de la Judería es, sin duda, uno de los grandes emblemas de la ciudad de Córdoba. Una ventana al mundo que, sin embargo, muchos vecinos temen que se esté convirtiendo en una "postal vacía", un simple "decorado" donde el equilibrio entre turistas y residentes está cada vez más amenazado. La creciente presión turística y la pérdida progresiva de servicios básicos hacen que la vida cotidiana en este entorno histórico sea cada vez más difícil para los cordobeses.

Veteranos y recién llegados

Eludis, una vecina octogenaria de la calle Corregidor Luis de la Cerda, pasa las tardes asomada a su balcón, observando el ir y venir de los transeúntes. “Me encanta hacerlo”, confiesa. No concibe Córdoba sin la Judería. “Está todo mucho mejor que hace 30 años, cuando todo estaba sucio y abandonado”, asegura. Aunque admite que se han perdido comercios y vecinos, recalca: “No me molestan los turistas, pero sí las despedidas de soltero”.

Una mujer con su maleta por La Judería.

Una mujer con su maleta por La Judería. / Manuel Murillo

Marta, recién llegada al barrio, aparca su coche en la plaza de la Alhóndiga. “Llegamos hace ocho meses con mi marido y mis dos hijos y estamos encantados”, cuenta. Le parece una zona “muy bonita y tranquila”, y aunque reconoce que el coche es imprescindible para la vida diaria, considera que los turistas no suponen un problema. “Solo hay que organizarse bien para comprar”.

Paco Muñoz lleva veinte años viviendo cerca de la plaza de Abades. “Comparado con Granada o Málaga, esto está muy bien. Aún quedan tabernas tradicionales y tiendas de barrio”, afirma. Destaca que la zona ha ganado en seguridad y que todavía quedan muchos cordobeses, aunque lamenta que “la limpieza ha empeorado” en los últimos años. Reconoce que el turismo ha crecido y teme que eso pueda provocar un vaciamiento del barrio.

Paco Muñoz junto a su pareja, María.

Paco Muñoz junto a Blanca, su mujer. / A. J. González

Ricardo González, asturiano afincado desde hace una década en un patio de la calle Martínez Rucker, coincide: “Hay pocos vecinos, pero nos conocemos todos, hay un ambiente muy familiar”. Celebra que su alquiler ha subido conforme al IPC, pero advierte: “Hemos tenido suerte. Hay un turismo desmedido, y el barrio corre peligro”.

"No hacen nada por ayudar al vecino"

José Gabriel Ruiz, residente en la Judería desde hace 30 años, vive con su mujer cerca de la plaza de Abades. “Soy un enamorado del barrio”, confiesa. Le gusta pasear por la tarde, cuando los turistas ya se han ido, y reconoce mejoras evidentes desde inicios de siglo. Sin embargo, critica el ruido de las despedidas de soltero y lamenta que la Judería se haya convertido en un “parque temático” con eventos constantes, especialmente durante la Semana Santa, cuando moverse se vuelve “una pesadilla”. También denuncia la falta de tiendas para residentes y la pasividad de las administraciones: “No hacen nada por ayudar al vecino”.

Ricardo González y su pareja, dos asturianos que se mudaron a Córdoba.

Ricardo González y su pareja, dos asturianos que se mudaron a Córdoba. / CÓRDOBA

Miguel Cantaero, José Cejas y Héctor Poveda conversan en la plaza de Abades mientras comparten una cerveza. Miguel y José llevan más de 40 años viviendo en el barrio. Aunque reconocen mejoras en iluminación, limpieza y seguridad en los primeros años del siglo, lamentan que ahora la suciedad vuelve a ser un problema. José y Héctor valoran la oferta cultural de la zona y creen que el barrio aún conserva un equilibrio razonable entre vecinos y turistas. “Siempre ha habido visitantes. Antes había incluso una calle donde solo vivían ingleses”, recuerda Miguel. Sin embargo, también se muestra crítico: “Hay demasiados turistas. Esto es insostenible. Nos estamos cargando la capacidad turística; no cabe más gente”. Y concluye con una frase que resume el sentir general: “Los cordobeses tienen que sentir este barrio, no solo saber que existe”.

Cuando vivir ya no es posible

Salomé Miranda, trabajadora en una joyería de la calle Alfayatas, ha tenido que abandonar el barrio después de 15 años. “Los precios, no solo del alquiler, también del día a día, se han vuelto imposibles”, lamenta. La pérdida de vecinos y las molestias derivadas del turismo —en especial las despedidas de soltero— la llevaron a mudarse al barrio de Santa Marina.

Los negocios también han sufrido y Jesús Rey, que lleva más de dos décadas en su tienda de artesanía, cuenta que sus clientes son en su gran mayoría turistas y que, los locales «siempre han sido una parte muy minoritaria de la clientela» pero que desde hace unos años lo son cada vez menos: «Muchos se han muerto, otros se han marchado... ya no queda casi nadie», lamenta

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents