Investigación
Un consorcio liderado por la Universidad de Córdoba promueve el primer sello de carbono europeo para la pasta y la cerveza
El objetivo es lograr un certificado de bajas emisiones para cereales como el trigo o la cebada

Varias máquinas cosechan un campo de cebada, en imagen de archivo. / Jesús Diges / Efe
Efe
Un consorcio europeo, liderado por la Universidad de Córdoba (UCO), está trabajando en un certificado de bajas emisiones para cereales como el trigo o la cebada, que podría beneficiar a los agricultores que utilizan prácticas sostenibles, y reducir la huella de carbono de la agricultura, en productos necesarios para la fabricación de cerveza o pasta.
La producción de cereales en Europa sigue teniendo una huella de carbono importante, por lo que el impacto sobre el medioambiente se podría reducir con prácticas agrícolas más sostenibles, pero para eso "hace falta evidencia científica sobre qué medidas reducen la huella de carbono de forma significativa", según recoge la Universidad de Córdoba en un comunicado.
El coordinador del proyecto LIFE Innocereal EU y profesor de Ingeniería Agroforestal en la Universidad de Córdoba Emilio González Sánchez ha indicado que "a través de este proyecto queremos establecer una certificación para que los agricultores que hacen buenas prácticas sean reconocidos por la cadena de valor".
Para conseguir esto, el proyecto LIFE Innocereal EU ha desarrollado un manual de buenas prácticas de manejo, y ha puesto en marcha varias fincas piloto en Portugal, Italia, Grecia y España, una de ellas, en el campus de Rabanales de la Universidad de Córdoba.
Las prácticas agrícolas sostenibles son "un valor añadido, y, por tanto, suben el precio del producto final en el mercado", aunque los beneficios de ese sobrecoste no suelen llegar al agricultor.
Crear un marco de referencia
El objetivo de este proyecto es crear un marco de referencia –el cereal certificado en bajas emisiones (CCBE)– para que estas prácticas se reconozcan en todas las fases de la cadena de valor, incluida la agricultura.
Los resultados del proyecto han estado marcados por una sequía en campañas pasadas que ha dejado prácticamente sin producción a las fincas colaboradoras que utilizan prácticas convencionales. En las fincas piloto, la cosecha también ha sido baja, pero la producción ha sido un 17 % mejor y las emisiones de carbono han bajado un 6,6 % más de media.
Además, ha habido menos costes y la disponibilidad del agua ha sido más alta, lo que "sugiere que estas prácticas serían buenas aliadas en épocas de sequía".
Esta técnica mejora la calidad del suelo, y hace que el agua se infiltre en el suelo y se aproveche mejor. Además, resulta menos arriesgada porque no hay que labrar, lo que supone un ahorro considerable antes de la siembra.
Para reducir costes, las técnicas de precisión, como el uso de sensores para aplicar herbicidas de manera selectiva o el control de plagas por satélite, también han dado resultados positivos.
A pesar de estas ventajas, el uso de prácticas sostenibles sigue siendo desigual. La falta de formación, la necesidad de adaptar la maquinaria o el que haya que hacer un control más minucioso del cultivo, siguen "generando reticencias entre algunos agricultores".
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