Curiosidades de Córdoba
El pequeño rincón de la Mezquita de Córdoba que sorprende a turistas y cordobeses
Aquel espacio casi fue destruido, entre otras cosas porque se solía llevar a cabo la particular costumbre de acercarle fuego

Diario CÓRDOBA

La primera imagen de la Mezquita-Catedral de Córdoba siempre sorprende. El monumental templo es, por algo, el monumento más visitado de la provincia y uno de los más frecuentados de España. Por su patio de los Naranjos, de capilla en capilla, entre el vasto bosque de columnas, pasean cada año millones de visitantes. Solo en 2024 entraron 2.186.774 personas, todo un récord para el conjunto patrimonial.
En la Mezquita-Catedral hay mucho que ver y es posible que lo pequeño quede relegado a un segundo plano. Ajeno a los miles de fotografías diarias, se esconde un peculiar rincón que oculta una asombrosa leyenda. Se trata de un lugar que sigue sorprendiendo a los turistas y los cordobeses que reparan en él. Es más, una particular costumbre popular casi lo destruye.
Las lágrimas del prisionero
Era costumbre, como se ha encargado de divulgar la Diócesis de Córdoba, que los cordobeses, especialmente los niños, acercaran una llama a los ojos del cautivo que, postrado de rodillas, encadenado de pies, con una soga al cuello y las manos juntas sobre el pecho aparece en un relieve hecho en mármol en el pequeño recuadro contiguo a la conocida columna del Cautivo. Buscaban las lágrimas del prisionero. ¿Lloraba?

La columna del Cautivo, con el relieve contiguo. / A. SÁNCHEZ
La obra, situada entre las capillas de Nuestra Señora del Rosario y de la Epifanía, fue mandada a labrar por Baltasar Nájera de la Rosa entre 1614 y 1627, y representa una leyenda que no se puede explicar sin atender a la columna contigua.
El signo del cautiverio
La columna, en sí, podría ser un monumento. Su aspecto es diferente a las demás. En ella sobrevive la cruz que, según la leyenda, un cristiano, sufriendo el cautiverio en el propio templo en tiempos islámicos, marcó con las uñas de sus manos. La columna y la figura labrada, que fue restaurada, están separadas del resto del espacio por una reja. Una rejilla menor, a su vez, guarda la cruz arañada.

El rostro ennegrecido del cautivo de la Mezquita-Catedral. / Diócesis de Córdoba
La restauración salvó aquel rincón de la destrucción. La imagen estaba dañada y, pese a los trabajos de arreglo, se mantuvo el rostro del cautivo ennegrecido por el humo, que habla de esa vieja costumbre tan popular de quienes esperaban verlo llorar. Dos inscripciones tratan de dar peso a la leyenda. Una de ellas, en la columna, reza: "Este es el santo Cristo que hizo el cautivo con la uña". En otra, al lado, puede leerse: "El cautivo con gran fe en este duro mármol con la uña señaló a Cristo crucificado, siendo esta iglesia mezquita donde lo martirizaron".

Rejilla que protege la cruz del cautivo en una de las columnas más peculiares de la Mezquita-Catedral. / Diócesis de Córdoba
¿Y qué fue del cautivo? La tradición cuenta que pereció ahorcado en uno de los arcos de la Mezquita como castigo a la relación de amor prohibida que estableció con una joven árabe. Históricamente, aquel diminuto espacio ha generado una gran devoción entre los cordobeses.
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