Crónica negra
Lavazza en sus memorias: "No le di una tercera oportunidad al cuerpo de la Policía Local de Córdoba"
El asesino de las dos policías relató en su autobiografía cómo sucedió el atraco al Banco de Santander el 18 de diciembre de 1996; en ellas se muestra frío e incoherente

Claudio Lavazza y el atraco de la 'banda de la nariz' en Córdoba 1996 / CARAZO

Claudio Lavazza tuvo tiempo en la cárcel de publicar sus memorias, que vieron la luz en el año 2012 aunque pasaron desapercibidas. Lo hizo a través de una editorial anarquista, Ediciones Crimental, bajo el título Autobiografía de un irreductible. Y como buen representante de las teorías ácratas, su libro no tiene "ningún derecho reservado". "Se repudia [sic] cualquier intento de lucro", advierte la editorial.
En sus memorias detalladas Lavazza se extiende sobre sus primeros años de lucha anarquista en Italia, donde nació en 1954. Eran los llamados "años de plomo", a finales de los 70 y principios de los 80, con numerosos asesinatos y atracos violentos a cargo de distintos grupúsculos de corte en teoría anarquista, cuando no simples delincuentes. Lavazza, perseguido por la policía italiana, huyó a Francia, donde nadie lo conocía y pudo llevar una vida relativamente tranquila. Su relato de esa etapa está plagado de episodios surrealistas, en ocasiones peliculeros, propios de un guion de Hollywood; con persecuciones con esquíes sobre la nieve, dinero negro, chicas guapas, supervivencia a 20 grados bajo cero, policías torpes y un ladrón -él mismo- que se cree muy listo.
Lavazza, si creemos sus recuerdos recuperados 20 años después, se desempeñó durante los años 80 como una especie de corredor o mensajero de empresarios franceses corruptos que querían blanquear su dinero. Al parecer, en la vecina Suiza nadie ponía impedimentos a cambiar cualquier cantidad de dinero en metálico por francos suizos, siempre que no saliera del país; es decir, si luego se ingresaba en un banco helvético. El anarquista cruzaba la frontera varias veces al mes, atravesando las montañas nevadas durante el invierno, con cantidades que rondaban los 4 milllones de francos franceses -80 millones de pesetas de entonces, una verdadera fortuna-, y se quedaba con el 10% de comisión. Como garantía, si no ingresaba el dinero antes de una determinada fecha y hora, los empresarios lo delatarían a la policía francesa, suiza e italiana. Así lo recuerda: "Los comerciantes no podían imaginar las pocas ganas que tenía yo de tenderles una trampa. Los viajes de ida y vuelta pasando la frontera entre Francia y Suiza me proporcionaron al poco tiempo mucho dinero".
Los guardias aduaneros de Suiza terminaron atrapando a Lavazza en una persecución en la nieve. Al no poder justificar el origen de todo el dinero que llevaba encima, lo trasladaron ante el juez -previo intento fallido de soborno-, al que presentó una documentación falsa que el togado dio por buena. "No era considerado un delito traer dinero a Suiza, así que en pleno respeto de sus leyes, el domingo siguiente, 32 horas después, me soltaron", rememora en su biografía. Sin embargo, la policía suiza se quedó con el dinero, y al rastrear los billetes se dieron cuenta de que procedían del atraco a una sucursal del Banco de Francia en Saint Nazaire en 1986. "La risa se me terminó pronto", refiere Lavazza, quien no reconoce en su biografía su participación en ese atraco, pero "me daba igual, una condena más de las muchas que ya tenía, no podía amargarme la vida". Por ese delito, castigado con 30 años, estuvo en una cárcel francesa desde 2021 hasta su liberación el año pasado, al descontarse de la condena los 25 años penados en España.
La huida a España
Fue por eso que decidió huir a España, un país que por entonces no conocía, pero hacia el que se sentía atraído por el mar y su afición al buceo. Y decidió dedicarse a atracar bancos. Lo hizo en siete entidades financieras antes de llegar a Córdoba, si bien Lavazza en sus memorias no reconoce tampoco de manera explícita haber participado en esos episodios. Solo indica que la policía lo acusó de esos robos.
Hay contradicciones obvias en las memorias. Lavazza no expresa ningún remordimiento por los asesinatos que cometió -además de las policías de Córdoba, en Italia fue condenado como copartícipe del asesinato de un joyero y otro agente-, pero se muestra intolerante y digno frente al tráfico de drogas. No reconoce el poder de ningún tribunal para juzgarle (en una carta escrita desde la cárcel de Huelva en 2001), pero aprecia los pronunciamientos del sistema jurídico español en contra del sistema de presos FIES. No suelta ninguna lágrima por Marisol y Mari Ángeles, pero detiene su moto para llorar ante un perro moribundo al que atropelló con una moto en una de sus felonías.
El atraco al Banco de Santander
En el capítulo dedicado al atraco al Banco de Santander Lavazza da todos los detalles desde su punto de vista. Cree que le perdonó la vida a dos agentes de la Policía Local antes de disparar contra las dos perseguidoras, que ni siquiera llegaron a salir del coche.
La primera vez fue al abandonar el banco, cuando ya el plan original se había ido al traste: "Veo delante de mi, llegar a una mujer policía con el revólver en la mano, le apunto con mi arma, chillándole que se vaya de ahí si no quiere que la mate. No me lo hace repetir dos veces, me da la espalda y se aleja asustada por la misma dirección por la que llegó".
La segunda vez ocurrió justo antes de secuestrar un coche para la huida. Otro agente de la Policía Local los perseguía. Según el relato de Lavazza, "el policía escondido dispara en nuestra dirección, pero falla el tiro, le apunto, sólo entreveo sus piernas en la línea de mira, tengo ganas de apretar el gatillo, el muy cabrón disparó aun sabiendo que teníamos un rehén. Segunda oportunidad que concedo hoy a la Policía Local".
La muerte de las dos policías
"Esta vez, no le di una tercera oportunidad al cuerpo de la Policía Local de Córdoba". Así se refiere Lavazza al encuentro con Marisol y Mari Ángeles, a las que asesinó a sangre fría durante la persecución. En sus memorias refiere cómo podía seguir todos los pasos de los agentes gracias a un aparato de radiofrecuencia. "Desde las ondas radio escucho que están detrás de nosotros, mal asunto, no podemos desengancharnos", rememora.
Poco después llegó la tragedia, que Lavazza relata sin el más mínimo asomo de remordimiento, con detalles nimios propios de un asesino a sangre fría. Incluso quince años después de los hechos, aún recordaba el número de balas que disparó. Sus palabras son, textualmente, las siguientes. No es necesario apuntar nada más:
"Con estas dos detrás pegadas a nuestro coche, nos va a ser imposible fugarnos. Ordeno al compañero que conduce que pare el coche. Bajo y zigzagueo hacia el coche perseguidor en plan comando, arma en mano. Al ver nuestro coche parado, las dos policías frenan en seco. Llego a pocos metros de su coche. Veo de repente que una policía saca su revólver y me apunta amenazante desde su ventanilla bajada… le chillo varias veces que tire el arma, pero sigue apuntándome siguiendo mis movimientos. Comprendo que va a disparar y abro fuego yo primero con una ráfaga corta seguida por otra más larga. En menos de un segundo y medio, la Madsen escupe 17 balas, ninguna de ellas falla el objetivo, todas han alcanzado el cuerpo de las dos policías que mueren al instante".
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