Reportaje
Riqueza entre generaciones, la historia de cuatro extranjeros que llevan décadas en Córdoba
Najad, Cristina, Binta y Miguel Ángel han encontrado en Córdoba un hogar en el que criar a sus hijos, mientras los mantienen unidos a sus orígenes

Manuel Murillo / Rafael Castro
En la provincia de Córdoba viven extranjeros que llegaron hace décadas. Muchos de ellos han encontrado en Córdoba su nuevo hogar, lo que les ha hecho asentarse hasta el punto de tener hijos que se sienten tan españoles como de su país de origen. A ellos, sus padres les transmiten valores y tradiciones propias de su cultura para mantener vivo un nexo que aporta riqueza y memoria.
Najad Nachid (Marruecos)
«Mis padres trabajaron codo con codo para que tuviéramos una vida mejor»
Más de 20 años en Córdoba han hecho que muchas personas migrantes no solo sientan la ciudad como su verdadero hogar, sino que también formen aquí sus familias. Najat, por ejemplo, tiene un hijo de doce años llamado Sahib, quien destaca la cercanía de El Carpio, que ha facilitado su integración desde el primer momento. «Mi hogar está aquí», afirma el chico, quien conserva tradiciones propias de su país de origen. «Él llega a la profesora y le dice: ‘Hoy es el Ramadán, seño’. Hay una parte de nuestra cultura de la que no nos hemos querido desprender y que le hemos transmitido», cuenta Najid. Sahib, por su parte, añade: «Marruecos es como España, aunque yo me siento español sobre todo». En cuanto a la abuela de Sahib, Najid recuerda: «trabajó codo con codo con mi padre para que tuviéramos una vida mejor, y eso siempre se lo agradeceremos». Sin embargo, admite que «hay ciertos aspectos de allí que echamos de menos».

Najad Nachid junto a su madre e hijos. / CASAVI
Cristina Gina Vasilescu (Rumanía)
«He integrado a mi hijo en las tradiciones de Rumanía y en la religión ortodoxa»
Uno de los lazos que mejor se conservan tras dos décadas fuera del país es el de la religión. Cristina es cristiana ortodoxa y ha transmitido esa faceta, junto con otras tradiciones, a su hijo Nico, de 18 años. «Tengo amigos rumanos, celebro sus costumbres, como la Pascua o el Día Nacional, y asisto a las misas», explica el joven, quien admite con una sonrisa que, aunque entiende el idioma, «me cuesta hablarlo y escribirlo». «Rumanía es mi segunda casa, aunque mi sueño es ser farmacéutico en España. Haber nacido aquí es lo más grande», afirma.
Recientemente, ambos viajaron a su país de origen y coinciden en que fue una experiencia muy emocionante,«no solo por visitar los lugares turísticos, sino también por estar toda la familia reunida en mi ciudad. Fue algo muy especial», resume Cristina con voz entrecortada.

Cristina Gina y su hijo Raúl. / MANUEL MURILLO
Binta Bale (Guinea Bisau)
«A mi hijo le explico sus orígenes y poco más. Me he separado mucho de Guinea»
Binta reconoce tener un menor arraigo con su país de origen, «soy consciente de dónde vengo, pero tantos años fuera han hecho que me haya desprendido de la mayoría de los lazos con mi tierra», explica. Entre ellos, menciona incluso su religión, «toda mi familia es musulmana, menos yo».
Sin embargo, «le cuento a mi hijo de 11 años cuáles son sus orígenes», aunque admite que no ha insistido demasiado. El niño, con una sonrisa, dice que le resulta muy curioso el idioma que su madre habla con su abuela el fula, y confiesa que le gustaría aprenderlo.
El año pasado, Raúl expresó a su madre su deseo de conocer Guinea-Bisáu, y aunque está algo nervioso, este verano planean hacer el viaje. «Se siente muy querido aquí, en su colegio, y se considera español, ya que nació aquí», comenta su madre.

Binta Bale y su hijo. / MANUEL MURILLO
Miguel Ángel Díaz (México)
«La gastronomía nos une con México. Este año, Laura espera lograr la nacionalidad»
Cuando un océano te separa de tus raíces, pocos aspectos te conectan tanto a ellas como la gastronomía. Miguel Ángel, entre risas, admite que uno de los lazos más fuertes de su hija con México es, sin duda, la comida, de la que está completamente enamorada. «En casa cocinamos mucho o vamos a algún restaurante mexicano», comenta con una sonrisa. Laura, de 18 años, estudia Psicología mientras sueña con un futuro en el país donde nació, España. Aunque siempre vivido lejos de la nación de su padre, en 2025 espera completar los trámites para obtener la nacionalidad. Ella también se siente mexicana, «siempre hemos intentado que mantenga un vínculo sólido con sus dos orígenes», explica Miguel Ángel. Laura ha abrazado esta riqueza cultural y mostrado interés por la historia y el desarrollo del país americano.

Miguel Ángel Díaz y su hija Laura. / MANUEL MURILLO
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