Un establecimiento con 94 años de historia

Nuevo relevo generacional en el mítico Bar Correo

Manuel Martínez se despide después de 18.071 días de cotización en la barra del local de Jesús y María

José Luis Martínez y Manuel Martínez brindan por una larga vida del Bar Correo.

José Luis Martínez y Manuel Martínez brindan por una larga vida del Bar Correo. / Víctor Castro

Irina Marzo

Irina Marzo

Manuel Martínez recuerda como si fuera ayer su primer día de trabajo en el Bar Correo. Tenía 17 años y toda la vida por delante. Se presentó con la chaquetilla de camarero con la que había trabajado en el hotel Maimónides, pero el dueño de entonces (José, hijo del fundador, Juan Carrasco Sanz, y padre de Manuel Carrasco, el anterior propietario) le dijo: «Aquí con una camisa limpia y planchaíta es bastante». Aquel día, sin querer y ya cuando se iba, Manuel tiró al suelo un botellín de cerveza. «Un mal rato para el primer día, aunque no me dijeron nada porque eran maravillosas personas», recuerda. Es más, se ve que aquel vidrio hizo las veces de champán de las botaduras de los barcos porque, pese a aquel tropiezo de principiante, Manolo culmina este martes, 30 de diciembre, con éxito 49 años de cotización a la Seguridad Social y servicio detrás de la barra del mítico bar de la calle Jesús y María. Ahora, -«ya es hora, ¿no?»-, se jubila dejando un legado de muchos clientes y, entre ellos, algunos amigos. 

Manuel, que siempre estuvo de auxiliar con los Carrasco, decidió hace ahora justo tres años, en diciembre del 2021, hacerse con las riendas del Correo por la jubilación del que había sido su jefe hasta entonces. Ahora será su hijo, José Luis Martínez, de 40 años de edad, quien se quedará al frente de este negocio después de haber estado ayudando a su padre en los últimos tres años en la barra y recogiendo los vasos. 

Manuel y José Luis Martínez, en el Bar Correo.

Manuel y José Luis Martínez, en el Bar Correo. / VÍCTOR CASTRO

José Luis es chef, titulado en Inglaterra, donde vivió diez años. Por eso, «su ilusión es montar un restaurante, un local chiquito, al que se vaya solo con reserva y en el que haya cocina de temporada», explica su padre, contento en cualquier caso de que mientras llega la hora de cumplir ese sueño se quede en el Correo. «Sería más doloroso irme viendo que esto se cierra», comenta para prometer a continuación que al Correo solo volverá a beberse de vez en cuando una cervecita; «ayudar no puedo... estaré jubilado», advierte.  

«¿Cree que su hijo mantendrá la idiosincrasia del Correo?», pregunto sin acritud. «Sí, seguro, es igual de simpático que todos nosotros o más incluso», responde con ironía Manolo, recordando la proverbial cordialidad de los taberneros cordobeses y en particular los que han pasado por la calle Jesús y María. «José Luis nos puede echar la pata a todos, ¡qué carácter tiene!», bromea. 

 El Bar Correo abrió un 24 de mayo de 1931, cuando el pionero de esta saga, Juan Carrasco, convirtió el antiguo local de un limpiabotas junto a la plaza de las Tendillas en el templo de la Cruzcampo que es hoy día. Cerveza bien tirada, conservas y buena chacina con las que Manolo ha convidado este mediodía a los feligreses en su último día de trabajo.

Igual que los bares cofrades restan días del almanaque para alcanzar el esperado Domingo de Ramos, Manolo había colgado un cartel con los 18.071 días de cotización que lleva a sus espaldas. Ahora celebra el hito con «sentimientos contradictorios», alegría y pena a la vez, aunque reconoce que un poquito más de la primera que de la segunda. A partir de ahora, este vecino de Sagunto piensa dedicarse «a jugar al dominó y a ver obras, que es lo que hacen todos los jubilados», a ir de perol y disfrutar de lo que no ha podido disfrutar estos años, cuando el que servía a quienes se estaban divirtiendo era él. ¡Salud, Manolo!

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