Reportaje
Claves para un casco vivo 30 años después de la declaración de la Unesco
¿Ha mejorado la designación del centro histórico la vida de sus vecinos? Tres décadas después y con un plan de gestión con 64 medidas para conservar su autenticidad, analizamos la situación del corazón de Córdoba

Francisco González / Sánchez Moreno / A. J. González
El 2 de noviembre de 1984 en la ciudad de Buenos Aires la Unesco declaró la Mezquita-Catedral de Córdoba Patrimonio de la Humanidad. Diez años más tarde, se expandió esta denominación a parte del casco antiguo en una declaración que se oficializó el día 17 de diciembre de 1994. En los 30 años que se cumplen el martes han cambiado muchas cosas en el corazón de la ciudad. Hay menos tráfico rodado (hasta 2004 hubo coches en el Puente Romano) y menos contaminación, pero también menos vecinos; más turistas, pero menos vida de barrio y comercios tradicionales; menos inmuebles en ruinas y mayor conciencia del patrimonio, pero también más viviendas turísticas. Todas estas son la cara y la cruz de una misma declaración.
Para Juan Andrés de Gracia, presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano, el saldo de estas tres décadas no es positivo en ese sentido. «Lamentablemente creo que la declaración de patrimonio ha ocultado una degradación del casco desde el punto de vista social y vital. La declaración ha servido para atraer turistas, pero todavía no hemos visto verdaderamente los beneficios que debe tener», asegura. El portavoz vecinal alerta, sobre todo, del descenso de población que ha sufrido el entorno más inmediato de la Mezquita, que ha ido paralelo al incremento de alojamientos turísticos, un fenómeno que eclosionó hace unos años y que el plan especial del casco (del año 2003 ) «ni se olió». La expresión es de Pedro Caro, arquitecto de la Gerencia de Urbanismo como Rosa Lara. Para ambos la declaración es «positiva» porque ha permitido prestar más atención al casco «con una mirada conservadora e internacional, independientemente de los usos, que es el tema que habría que regular mejor», opina Pedro Caro.

Molino de San Antonio / Francisco González
Ambos han sido responsables en distintas etapas de la Oficina del Casco Histórico y coinciden en señalar la pérdida de población como el mayor reto al que se enfrenta el espacio protegido desde su declaración. «El problema es que el capital va mucho más rápido en el diagnóstico que el interés general», reconoce Lara. «Las normativas tienen un procedimiento más lento que la economía, por eso a la administración le resulta muy complicado actuar con rapidez frente a actividades tan agresivas como cierto turismo», añade Caro.
Con todo, para ellos, el balance que puede hacer la ciudad desde la designación de la Unesco es optimista, y se muestran totalmente partidarios de la labor de la Unesco. «Hay que recordar que en los años 90 y hasta el Plan Urban la calle Cardenal González era el lumpen y no hay nada más que verla ahora», recuerda Caro, mientras que Lara reseña que el auge turístico también ha estado acompañado de la recuperación de numerosos edificios, grandes casas solariegas y tradicionales «que se estaban cayendo» por su estado ruinoso y ahora albergan establecimientos de primera categoría.
Los objetivos del plan de gestión: calidad de vida, sostenibilidad y patrimonio
Para ellos, la dificultad está en encontrar un equilibrio entre todas esas fuerzas e intereses contrapuestos: «La declaración se puede entender casi como un reclamo turístico para atraer más visitantes y sin embargo lleva intrínseco un compromiso de turismo sostenible, que pasa porque los beneficios que deja el turismo vayan a mejoras para las ciudadanos, y esa es la parte que hay que reequilibrar», comentan.
El casco histórico de Córdoba tiene una superficie de 246 hectáreas, siendo la zona declarada por su valor universal excepcional Patrimonio Mundial un 32% de éste. «Se declaró el continente y el contenido; es decir, los monumentos pero también quienes vivían ahí», recuerda Caro. La zona protegida en el 94 linda, al sur, con la otra orilla del río Guadalquivir, incluyendo el Puente Romano y la Torre de la Calahorra; al este, hasta la calle San Fernando; al norte, hasta el límite de la zona comercial; al oeste, hasta el Alcázar de los Reyes Cristianos y el barrio de San Basilio. Para la inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial se requirió que el bien propuesto cumpla con al menos uno de diez criterios, así como los requisitos de autenticidad e integridad. Uno de los criterios observado por la Unesco es ser manifestación de un intercambio considerable de valores humanos durante un periodo determinado o un área cultural específica. El conjunto histórico de Córdoba posee «un tejido urbano que refleja fielmente las huellas de las grandes secuencias temporales y culturales superpuestas (romana, árabe, cristiana, judía). Además, da testimonio único de una tradición cultural o civilización, el Califato de Córdoba (929-1031), cumpliendo así otro de los criterios, apunta Rosa Lara.
La Unesco ha revisado en tres ocasiones la salud de la zona protegida: 2006, 2014 y 2023. Las tres veces puso deberes a la ciudad. «Con los códigos Unesco, una especie de banderitas de peligro, las amenazas no han cambiado mucho a lo largo de estos años: el monocultivo del turismo siempre ha sido el principal riesgo y la pérdida de población, aunque a veces se ha producido al mismo ritmo que en otros barrios históricos de la ciudad», explica.
Desde hace unas semanas, Córdoba cuenta con un nuevo plan de gestión del casco que contiene 64 medidas en el horizonte de 2050 para el entorno del centro histórico, que buscan precisamente frenar la pérdida de autenticidad y del valor social de los bienes ya protegidos. De ese ambicioso documento -- «impecable en lo teórico» para la arquitecta-- que tiene un horizonte temporal amplio (con vistas a 2050), el equipo de gobierno priorizará tres objetivos: la calidad de vida de los vecinos y que el casco sea habitable; la sostenibilidad, y la conservación del patrimonio, con la recuperación de espacios patrimoniales en desuso como el convento de Santa Clara o el de Regina, ambos en proyecto. El alcalde, José María Bellido, recuerda que en base al primero de esos objetivos, la vivienda, se está desarrollando una ordenanza para regular la convivencia y se ha suspendido la concesión de nuevas licencias para apartamentos turísticos en el distrito centro. «El casco tiene que ser un barrio más de Córdoba, no puede ser un escaparate», apunta. Para el edil, el plan de gestión «va de establecer una premisa, un ecosistema, digámoslo así, de gestión en el casco histórico que permita que los que vivían allí sigan viviendo cómodamente como en cualquier otro barrio y no se nos vacíe».
El fenómeno de los alojamientos turísticos "ni se olió" en el plan especial del casco del año 2003
La segunda cuestión clave para el futuro del espacio, la sostenibilidad ambiental, pasa por incrementar las zonas verdes en el área de protección y por la recuperación del río. «En el casco hay falta de zonas verdes porque, lógicamente, no se concibieron en su día, y el espacio es el que es», comenta el alcalde que pese a ello proyecta convertir el solar de la antigua biblioteca provincial en una nueva zona verde anexa al Campo de los Santos Mártires. Además, el plan de gestión recoge el proyecto Hisla, con el que el Consistorio quiere naturalizar una veintena de espacios abandonados o sin uso del casco histórico, plantando árboles, haciendo jardines (también verticales) e impulsando huertos urbanos. «Es una operación de cirujano, si se quiere de francotirador», describe. Por último, dentro de este reto de la sostenibilidad, el futuro Plan General de Ordenación Municipal (PGOM) se incluiría el cambio de materiales de construcción para evitar las islas de calor también en esta zona.
«Si logramos que el casco en los próximos años siga habitado, que la calidad de los vecinos no se resienta, no se convierte en un escaparate y lo hagamos más sostenible ambientalmente, habremos hecho una buena parte del trabajo», concluye el regidor.
Para los arquitectos Rosa Lara y Pedro Caro otro eje fundamental en ese plan de gestión será la participación y la gestión compartida con la ciudadanía. «El documento es una diagnosis genial de lo que tenemos ahora mismo, de lo que va como un cohete: el activo económico y el turismo; y de lo que funciona mal, y qué tenemos que hacer para mejorarlo», concluyen.
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