Sociedad

Los cementerios de Córdoba relucen en el Día de Todos los Santos

Cientos de cordobeses acuden a los camposantos de la ciudad para recordar a sus seres queridos

Así ha sido el Día de Todos Los Santos en los cementerios

Manuel Murillo

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Córdoba

El tiempo ha dado una tregua en este Día de Todos los Santos, festivo nacional, y ha lucido el sol durante la mañana. En una jornada luminosa, cientos de cordobeses se han acercado a los camposantos de la ciudad para recordar a sus seres queridos. La mayoría de ellos en familia. 

En el cementerio de San Rafael se ha celebrado una misa con cientos de asistentes que han llenado los espacios preparados para la eucaristía. No se ha celebrado ningún acto público más, dado que el Ayuntamiento ha cancelado todas las actividades preparadas para este día festivo debido a los fallecidos en Valencia y el Levante por la DANA y las inundaciones de esta semana. 

En este recinto los cordobeses han rendido homenaje a sus familiares. Algunos han venido desde lejos. Es el caso de Antonio y Cruz, un matrimonio ya jubilado que vive en Barcelona pero con raíces en la ciudad. "Si podemos venimos todos los años para recordar a mis padres", dice Antonio. Aprovechan también para estar un rato con sus hijos y nietos. No todos van al cementerio en esta fecha, pero aun así la tradición no se está perdiendo. Había personas mayores visitando el camposanto de San Rafael, pero también jóvenes y matrimonios de mediana edad. 

El origen

Este viernes es el Día de Todos los Santos, mientras que el sábado es Día de los Difuntos. Pero por tradición, es el 1 de noviembre cuando las familias se acercan a los cementerios. La fiesta hunde sus raíces en la Edad Media, en pleno siglo IX, cuando el Papa Gregorio III declaró la festividad con motivo de la consagración de una capilla dedicada a San Pedro. En España es una de las fiestas más celebradas en el calendario. No es un día dedicado a la muerte, sino a honrar y recordar a quienes ya no están con sus familiares. 

Es tradición, además, llevar flores a las tumbas y panteones de los cementerios. Bien lo sabe Manuel, quien tiene un puesto a las puertas del camposanto de San Rafael desde hace tres décadas. Todos los años, asegura, termina vendiendo todo el género, ya que la afluencia es constante a lo largo de toda la jornada. Claveles, gladiolos, marimoñas... las flores lucen en su puesto, pero "lo que más se vende es la rosa roja", asegura. 

La Salud

En el camposanto de la Salud, en el otro extremo de la ciudad, el día se vivió más tranquilo, pero con un goteo constante de familias. Es un recinto más pequeño que San Rafael y más coqueto, con abundancia de panteones familiares y fallecidos ilustres, como el torero Manolete, a quien todos los años se le rinde homenaje en el aniversario de su muerte, acaecida el 29 de agosto de 1947. Las tumbas allí se suceden adornadas con buenos ejemplos de esculturas funerarias, entre los nichos laterales. La mayoría de ellas estaban adornadas con flores y adecentadas. 

Tres hermanas con la hija adolescente de una de ellas paseaban por el cementerio de la Salud a media tarde. Ya habían visitado el sitio de descanso de su madre, a quien todos los años llevan flores y limpian su lápida. «Preferimos venir por la tarde, que está más tranquilo, y siempre venimos juntas», decía una de ellas. «Nunca hay que olvidarse de las personas a las que has querido aunque ya no estén con nosotros. El recuerdo es importante mantenerlo vivo», apostillaba otra de las hermanas. 

Lo más frecuente eran las visitas en familia, incluso con hijos pequeños que tal vez no llegaron a conocer a los fallecidos que reposan en los cementerios cordobeses. Pero también había quien prefería realizar la visita en soledad, acompañado por el recuerdo y rezando en silencio. 

En soledad

Así lo hizo José Manuel, quien a sus 70 años largos confesaba que lleva un lustro acudiendo este mismo día a visitar la tumba de su mujer. «Me gusta venir yo solo y estar un rato, aunque mis hijos también vinieron por la mañana», aseguraba ante una lápida bien decorada en el cementerio de la Salud. Terminada la visita acudiría a visitar a uno de sus hijos para la cena, un plan que seguramente repitieron muchos cordobeses.

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