Solidaridad
«Hacen tanta falta las prótesis como las balas»
José Carlos Sanz y Javier Navarro regentan Ortoespaña, una ortopedia en el barrio de Ciudad Jardín de Córdoba y, tras una visita a Ucrania, donde la guerra ha dejado ya más de 50.000 amputados, impulsan ahora un proyecto para formar, durante cuatro meses y en Sevilla, a médicos ucranianos en fabricación de prótesis de extremidades
Al menos 15 médicos ucranianos llegarán en octubre a España a formarse en la fabricación de prótesis para ayudar a los amputados por la guerra. Al menos esa es la idea que se han planteado desde Ortoespaña, una ortopedia ubicada en la calle Alcalde Sanz Noguer del barrio cordobés de Ciudad Jardín, donde se prepara esta idea, un proyecto que trasciende fronteras y va más allá de únicamente la solidaridad. Es una idea para paliar el horror del presente, pero también para enfrentar lo que puede venir en el futuro.
Tras ayudar económicamente a las víctimas de una guerra que empezó ya hace más de dos años, José Carlos Sanz y Javier Navarro viajaron a Ucrania el pasado mes de mayo y presenciaron cómo se vive y las necesidades más elementales que hay en ese contexto bélico. Entre ellas, prótesis. Es una primera necesidad porque hay más de 50.000 personas amputadas por culpa de la guerra, según las fuentes oficiales hasta el mes de junio, y Ucrania, hasta el estallido del conflicto, dependía de Rusia para obtener las prótesis, que hasta ahora no se fabrican en el país.
Estos dos cordobeses fueron invitados por Help to Ukraine a vivir de primera mano la situación. Estuvieron en Kiev, Dnipro y Zaporiyia, donde «ves la realidad del conflicto y no lo que quieren que veamos en la tele, donde parece que solo hace falta munición, armamento, misiles, pero la realidad es que, como en cualquier guerra, necesitan de todo». De hecho, «hacen tanta falta las prótesis como las balas», como escucharon allí y se les quedó grabada.
La idea del proyecto surgió en Ucrania, cuando pudieron reunirse con el Ministerio del Trabajo, tras haber donado miles de euros en material de ortopedia y rehabilitación, y representantes de dos universidades en Kiev, la de Medicina y la de Postgrado. El Gobierno ucraniano les había encargado formar a médicos en la fabricación de prótesis, pero «estaban muy perdidos, porque no tenían personal ni formación para poder llevar a cabo este proyecto», cuentan Javier y José Carlos.
Ahí se dieron cuenta de que no solo podían ayudar con material, sino con el conocimiento en la fabricación de prótesis que ellos tienen. Ahora, el objetivo es que sean 15 médicos, que es lo que en el centro donde se impartirá la formación en Sevilla pueden albergar, por dos cuatrimestres al año y durante cuatro ejercicios. En principio, el presupuesto será para los primeros dos cuatrimestres, y si el proyecto tiene futuro se puede ampliar a esos cuatro años. Ahora están a la espera de que el Ministerio de Economía español, que los invitó a volver a Ucrania en el mes de junio y recibió con interés esta idea, otorgue la financiación para llevarla a cabo, aunque el trámite administrativo está «bastante avanzado» y esperan contar con el dinero para este mismo mes de septiembre, cuentan los responsables del proyecto a este periódico. El dinero cubriría cuestiones como los gastos del viaje de los médicos, el alojamiento en Sevilla y la logística propia de la formación. Después, en Ucrania tendrán que conseguir los materiales para la fabricación de las piezas. También cuentan con el visto bueno de la Junta de Andalucía para homologar el curso, que es una Formación Profesional de Grado Superior que, normalmente, tiene una duración de dos años y que, en este caso, se va a reducir a cuatro meses por ser ya médicos los profesionales que se van a formar, con lo cual se saltan toda la teoría de la anatomía del cuerpo. Este trámite solo falta verlo reflejado en el BOJA.
A José Carlos y Javier esta experiencia les ha cambiado la forma en la que ven el conflicto. «Te cambia la vida cuando vas allí, cuando ves realmente una guerra que se normaliza», cuentan, y agregan que en Ucrania la gente «no está esperando que sea su último día, viven al día, y cuando estás allí te contagian de eso y normalizas las sirenas aéreas, los ataques, los misiles a un kilómetro de ti, y cuando llegas a España ya te ha cambiado la visión de todo, de lo fácil y lo bien que se vive aquí», expresan quienes han decidido ahora dedicar parte de su tiempo y de sus vidas a la causa de devolver la movilidad a cientos de personas amputadas por el horror.
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