La costumbre desde hace 48 años, llegado agosto, era levantarse tarde, quedar con los amigos en Bocaccio a la hora de la cerveza y echar un dominó. Tras la cerveza y la partida, tocaba La Campana, donde tienen vino de Montilla con el que compartir un buen rato de charla, entre medio y medio, y alguna ración de concha fina. El remate, en los Hermanos Blanco, para saborear sus espetos de sardinas. Sin pisar la playa. Es Fuengirola, era la rutina agosteña de Antonio Vélez de Tena (Córdoba, 5 de abril de 1951 – 1 de agosto de 2023). Ya no habrá rutina. El entrañable Antonio Vélez, “el alcalde de San Lorenzo”, “el marqués de Fuengirola”, se ha marchado para siempre, después de luchar por la vida durante dos meses en la UCI del hospital de Cruz Roja, a los 72 años de edad. Está ya disfrutando las vacaciones eternas, esas en las que no hay billete de vuelta.
En sus años ejerciendo como agente comercial, durante dos décadas en la compañía de seguros Unión Previsora y después como vendedor de material de oficina y de representante en Córdoba de la empresa Estructuras y Carpas Perea, hizo muchos clientes, pero consiguió más amigos. Su campechanía resultaba seductora y propiciaba la amistad con quien le conocía. Tenía un franco sentido del humor, que cultivaba permanentemente, con una acentuada ironía, con amigos y conocidos.
Se casó con su adorada Margarita Priego el 20 de marzo de 1976. El matrimonio echó raíces en uno de los barrios históricos de Córdoba, San Lorenzo. El microcosmos de barrio tan singular y su personalidad moldearon a Antonio Vélez como cordobés castizo. Bastan estos tres botones para acreditar esta definición: Vélez era de palco en Semana Santa, traje corto en la Feria de Mayo y veraneo en Fuengirola. Pero hay más credenciales castizas: era socio fundador de la peña La Pimienta, le fue concedido el Potro de Plata de la Federación de Peñas Cordobesas; era también socio fundador de la Asociación de Amigos de los Niños Saharauis; y presidió la asociación vecinal de San Lorenzo.
El azar que marca nuestras vidas me llevó a conocerlo un miércoles de principios de siglo XXI en la taberna Muñices, la de Pepe Bocero. Allí formaba parte de una tertulia con Alfonso Contreras, Manuel García y Pablo López. Tertulia de cerveza, vino, patatas fritas de bolsa y mucha charla para tratar de arreglar el mundo. Y me enganché al grupo. Con mi incorporación, empezamos a acompañar el vino y la cerveza con bocadillos del Bocadi. Poco tiempo después, las citas de los miércoles se convirtieron en gastronómicas. Con los bocadillos alternaron guisos caseros y delicadezas de todo tipo. A esos encuentros de mesa y mantel se sumó con especial entusiasmo del dueño de la taberna, Pepe, que esperaba deseoso el momento de que marchara el parroquiano rezagado para echar la llave al negocio y sentarse a la mesa con nosotros. Tras la jubilación de Pepe y el cierre de la taberna, mantuvimos los encuentros gastronómicos de manera itinerante por establecimientos como Bocaccio -el de Córdoba- o Casa Luis, también en San Lorenzo. Vélez era un sibarita, le gustaba comer bien. También era un dandy, le gustaba vestir bien. El consuelo que nos queda a sus amigos es que se ha marchado después de haber sabido disfrutar la vida, aunque ahora puede la pena, porque ya le echamos en falta, ya se le echa en falta en San Lorenzo y en Fuengirola. Descanse en paz.