reportaje

Córdoba se rinde a Fleming

El descubridor de la Penicilina y Premio Nobel de Medicina visitó la ciudad de Córdoba el día 9 de junio de 1948, hace hoy 75 años

«Toda la ciudad engalanada salió a la calle» para aplaudir al prestigioso científico

Una mujer besa la mano del doctor Fleming en señal de gratitud.

Una mujer besa la mano del doctor Fleming en señal de gratitud. / RICARDO

Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

Aún viven bastantes cordobeses que recordarán la clamorosa visita a Córdoba del doctor Alexander Fleming, descubridor de la milagrosa Penicilina, que tuvo lugar hace hoy 75 años. Este diario tituló en primera a toda plana: «Rendido homenaje de admiración y gratitud dedicó Córdoba al Dr. Fleming». De las fotos que tomó Ricardo, el redactor gráfico del periódico, hay dos que no se han borrado de la memoria colectiva, que pueden resumir el día en que «toda la ciudad engalanada salió a la calle para aplaudir al descubridor de la Penicilina», como reza otro titular. 

Ante la Puerta del Puente

La primera foto está tomada ante la Puerta del Puente, viéndose al fondo la torre de La Calahorra. Son las doce de la mañana y el eminente científico, galardonado con el premio Nobel de Medicina en 1945, acaba de llegar a Córdoba procedente de Sevilla por el Puente Romano, el único que atraviesa el río. Le rodean autoridades, médicos, profesores y capitostes en general, trajeados y encorbatados pese al calor que hace ese 9 de junio. Muchos con el sombrero en la mano en señal de respeto. Frente a tanto traje oscuro y corbatas, míster Fleming viste un traje gris cruzado, a rayas, camisa color violeta claro y pajarita negra, un típico británico de origen escocés. El autor de la crónica sin firma (posiblemente el eficaz periodista Sánchez Garrido) escribe que el preclaro científico «disfruta de envidiable vigor físico, campechanía y optimismo, a lo que debe unirse un profundo sentido del humor que ha dejado huella en su rostro, de mirada expresiva y penetrante», y añade que «tiene los ojos azules, las cejas pobladas y los cabellos blancos». Embargada por la emoción del momento, a una garganta anónima entre la multitud se le escapa un grito castizo: «¡Viva la madre que te parió!», según asegura la leyenda urbana.  

En un momento dado los capitostes que rodean al científico se quedan paralizados, sin atreverse a impedirle el paso, cuando una mujer mayor, enlutada como todas las mujeres de aquella posguerra de carestías, se acerca a Fleming, coge su mano y la besa, mientras inclina su cuerpo como si le hiciera una reverencia. Un modesto trabajador también consigue llegar hasta el eminente médico para decirle, emocionado, que la Penicilina ha salvado la vida de su hija. «¡Vale usted más que Manolete!», asegura la leyenda urbana que le dice. Caramba. 

El Ayuntamiento le dedica la calle principal del nuevo barrio que surge en Huerta del Rey

El programa que le han preparado las autoridades es agotador, y más para un día de junio. De allí la comitiva sube por Torrijos, seguida por una muchedumbre que no deja de aclamarle. Las calles por donde pasa han sido engalanadas en su honor, hasta el punto que hay quien compara aquello con una procesión del Corpus Christi. En el Patio de los Naranjos le vitorean niños y niñas con banderitas, y en el Arco de Bendiciones le espera el canónigo Narciso Tibau que le enseña la Mezquita-Catedral. Repuesto de su asombro se dirige a la plaza del Potro para visitar los museos de Julio Romero de Torres y de Bellas Artes, que le muestra el director honorífico Rafael Romero de Torres. Sin respiro, Fleming y acompañantes se dirigen al Ayuntamiento, donde el alcalde Rafael Salinas Anchelerga le da la bienvenida oficialmente y le nombra Huésped de Honor, a lo que responde el científico alabando en inglés la belleza de la ciudad y agradeciendo la acogida de sus gentes. El concejal Pedro Gutiérrez hace de intérprete. Desde el balcón del edificio, del siglo XVII, Fleming corresponde a las aclamaciones de los cordobeses concentrados en la calle Calvo Sotelo. Y de allí al Círculo de la Amistad para compartir el almuerzo con unos doscientos comensales. A los postres, el jefe provincial de Sanidad, César Sebastián, ofrece el homenaje al «bienhechor de la humanidad», a quien «el pueblo cordobés, con todas sus clases sociales, ha exteriorizado su sincera gratitud». 

Estilo 8 Fleming, ‘coronado’ con un sombrero cordobés, que luce con garbo.

Estilo | Fleming, ‘coronado’ con un sombrero cordobés, que luce con garbo. / RICARDO

Segunda foto

En ella aparece Alexander Fleming tocado con un sombrero cordobés con tal naturalidad que parece que lo ha llevado toda la vida. Se lo ha entregado el alcalde y se lo ha colocado él mismo, aunque otras fuentes atribuyen ese gesto al popular comerciante Diego Ruiz. Todos cuantos rodean al científico aplauden y sonríen en la foto, pero el alcalde Salinas no aplaude porque sostiene en las manos una caja que enseguida abrirá para extraer de ella la bandeja de filigrana de plata que entregará a la esposa del científico, lady Fleming. 

Ese día no se respeta ni la siesta, pues hay que completar el denso programa, que prosigue con una excursión a la Sierra para visitar el antiguo monasterio de San Jerónimo, donde los marqueses del Mérito agasajan a los invitados «con esplendidez». Otras fuentes añaden que también visita Medina Azahara. A las siete de la tarde regresan los excursionistas, y aún tienen tiempo de visitar la tercera Exposición de Arte Taurino, que resulta «muy del agrado de Mr. Fleming». Finalmente se despide de la ciudad con el sombrero cordobés puesto, que luce con garbo, como si fuera una condecoración.  

A los cordobeses, que se han ganado su corazón, el científico les dice adiós con una nota manuscrita publicada en estas páginas y traducida de esta guisa: «Deseo expresar mis más sinceras gracias al pueblo de Córdoba por la forma y entusiasmo con que nos ha recibido. La ciudad alegre con colgaduras y en el pueblo con su alegría y entusiasmo. Especialmente he notado los niños cuyos vítores alegraron mi corazón. Deseo a todos buena suerte y espero que nunca necesiten Penicilina», termina.

Siete años más tarde, en abril del 55, el doctor Blanco León reclama en una carta publicada en este periódico un homenaje perpetuo, y el Ayuntamiento le dedica la calle principal del nuevo barrio que va surgiendo en la antigua Huerta del Rey, Doctor Fleming, en recuerdo de aquella jornada en que Córdoba se rindió al descubridor de la penicilina. 

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