Adiós a un genio de las letras | Teatro

Antonio Gala: mito, realidad y sentimiento

Siempre gozó de una gran reconocimiento teatral desde la representación de su primera obra, ‘Los verdes campos del Edén'

Representación de obras de Antonio Gala en Filosofía y Letras

Representación de obras de Antonio Gala en Filosofía y Letras / CÓRDOBA/ARCHIVO

Mucho se ha escrito, y se seguirá haciendo, sobre Antonio Gala. Quiero aprovechar este momento para apartarme de los panegíricos de quienes han estudiado toda su obra y son, por tanto, doctos en distintos análisis de su literatura. Es mi intención releer y volver a escuchar frases y palabras con las que él mismo se ha definido a lo largo del tiempo. Es a través de su propia voz como quiero acercarme al autor, al dramaturgo, al novelista, al escritor al fin y a la postre. De su voz, y también de su imagen, que quedará perdurando en la retina de todos y cada uno de nosotros: impoluto, ya vistiera un traje o lo hiciera con jersey y camisa, ataviado con sobrio pañuelo al cuello y bastón asido a su mano como prolongación de su yo terrenal; y siempre con su aspecto refinado, elegante y singular.Cuando recibió el homenaje en Málaga con la Medalla del Ateneo en el 2014, anunció de alguna forma lo que desde su yo interior venía sintiendo, "Málaga es el anticipo del paraíso que no voy a tener", palabras dichas sin amargura, bromeando sobre el tema con esa lucidez que solo tienen los grandes hombres y asegurando que había llegado a ella a sus 83 años "para decirle adiós a la vida".

Poco antes, en la presentación de Quintaesencia, Gala se presentó derrochando humor, sinceridad y sarcasmo: "Sigo moribundo, porque la vida es estar muriendo y nada más". Sin más comentario que esta muestra de filosofía profunda y existencial; una cita más que no está contenida en el libro. Aforismos recopilados por Isabel Martínez Moreno, sobre los que el autor dice que habrá gente que les gusten y a otros que no, normal, y que incluso él mismo ya no estaba de acuerdo con algunas de sus citas. Dice: "Antes, esas memorias se llamarían 'Autorretrato con paisaje al fondo' y hoy, con este estado de humor que tengo, se llamarían: 'No os levantéis, conozco la salida'", un sentido del humor que reconoce "ahora es menos ácido, más comprensivo".

En sus charlas, comparecencias y entrevistas, Gala habla, sobre todo, del amor. Recuerda su juventud ensimismada o impetuosa; los grandes momentos de alegría o de tristeza; cada uno de los episodios que intentó vivir intensamente, sabiendo que la intensidad casi nunca es ruidosa y pensando que jamás fue infiel a sí mismo, cumpliendo con lo que pensaba y el compromiso adquirido consigo y con los demás. Repartió gracia y sutileza hablando de todo y de todos, sin importarle lo que los demás pensaran, ¡faltaría más!

Dramaturgo

Hoy queda hablar del Antonio Gala escritor y, en este caso, circunscribiéndome exclusivamente al Gala dramaturgo. No es cosa fácil ya que desde que terminara sus estudios en la universidad, a lo largo de su dilatada carrera, se ha adentrado en prácticamente todas las formas de escritura logrando ser conocido y reconocido en todas ellas.

La sensibilidad a flor de piel que siempre ha mostrado desde que abandonara los cartujos en Granada, impulsó a un joven Gala a explorar el mundo de la poesía iniciándose en la revista Cántico y recibiendo en 1959 un accésit en el premio Adonais por Enemigo íntimo. Con posterioridad publica su poemario La deshonra y decide explorar el mundo de la escritura de obras teatrales que, al fin y a la postre, le ha hecho conocido entre un público fiel. Con Los verdes campos del Edén comienza su actividad como dramaturgo mostrando tal madurez en esa obra que le hace acreedor al Premio Calderón de la Barca y al Ciudad de Barcelona. A pesar de su éxito como autor dramático, Antonio Gala, por encima de todo, siempre se ha considerado a sí mismo un poeta. De hecho, toda su obra tanto dramática como narrativa está impregnada de un fuerte lirismo que cierta crítica ha calificado de agotado y anacrónico.

Después de su primera obra teatral obtuvo grandes éxitos de taquilla con obras entre las que cabe destacar: El caracol en el espejo (1964), El sol en el hormiguero (1966), Noviembre y un poco de hierba (1967), Los buenos días perdidos (1972) y Anillos para una dama (1973). Textos estos en los que introduce elementos simbólicos con los que busca la fusión de contenidos líricos, sociales y de crítica moral, construyendo metáforas fuera del espacio-tiempo que ayuden a entender el presente. Otros títulos importantes en su dramaturgia son: Las cítaras colgadas de los árboles (1974), ¿Por qué corres Ulises? (1975) Petra regalada (1980), La vieja señorita del paraíso (1980), El cementerio de los pájaros (1982), El hotelito (1985), Samarkanda (1985), Séneca o el beneficio de la duda (1987), La truhana (1992), Los bellos durmientes (1994), Café cantante (1997) y Las manzanas del viernes (1999). A pesar de no ser teatro en su acepción más directa, el autor hace una incursión en la ópera y en 1989 entrega el libreto para Cristóbal Colón.

Este es el importante bagaje teatral de un Antonio Gala querido por unos y denostado por otros, precisamente por ese lirismo considerado trasnochado por algunos de sus detractores. Irónico, con un humor ácido y mordaz, usa una serie de símbolos para interpretar la realidad española de su tiempo. En toda la obra literaria de Gala una luz brilla como un faro que guía a quienes se acercan a sus textos: la mujer como centro y nudo del universo alrededor de la cual hace que fluyan las historias, la vida, los comportamientos humanos; personajes femeninos con una enorme vitalidad para poder soportar y afrontar con toda la consciencia la victoria o derrota en el desenlace final. Los trazos firmes aunque delicados con los que dibuja cada una de sus protagonistas muestran un cierto paralelismo con García Lorca en el conocimiento profundo del alma femenina, más compleja y completa que la del hombre, más teatral. Trasciende más allá de lo puramente físico pues para él la mujer ha encarnado más símbolos y más carga emotiva que el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Isabel Martínez Moreno, en su libro Antonio Gala: el paraíso perdido, destaca una serie de temas que han sido eje de su literatura: la esperanza y la justicia; el amor, con su poder liberador que acerca al hombre a la felicidad; el propio hombre con sus frustraciones y su soledad a cuestas; la muerte, con su presencia real; el tiempo, íntimamente ligado a la muerte; la libertad y el tema de España. Argumentos que se reflejan en los personajes femeninos, como Inés, Carmen, Jimena, Truhana, Olalla... y que podemos ver expresados por Ana Padilla en su discurso de ingreso como académica numeraria.

Mujeres mito y personajes mito que cobran existencia real y valor físico a través de la inteligencia emocional, dejando aflorar sentimientos que pueden transformar el mundo. Gala utiliza tipos de mujer muy marcados, desde la reina a la prostituta pasando por la esposa o la madre.

Mujeres históricas como Jimena, otras que provienen de mitos grecolatinos como Nausica y Penélope. Todo ello tratado desde la realidad de ese mundo de la mujer del que Gala es un gran observador y que capta a la perfección. Realidad que somete a un juego de dicotomías entre sus posibles extremos y que coloca y disecciona sobre el escenario con la pregunta "¿qué pasaría si?" que tanto trabajara el Stanislavski más estudioso de la naturaleza humana.

Los personajes masculinos de Gala giran alrededor de los femeninos; así el rey Alfonso y Minaya rodean con su política y sus indecisiones al personaje de Jimena, la viuda del Cid, para que calle y no se rebele contra el papel que le ha tocado representar, ella quiere conseguir la libertad, o mejor: la liberación a través del amor, un amor que se le niega. En ¿Por qué corres Ulises? se nos presenta un hombre conservador que pretende vivir con las rentas de su pasado, un Ulises vanidoso empeñado en deslumbrar, a través de las historias que le cuenta, protagonizadas por él mismo, a una Nausica que irónicamente desmitifica a su amante. Ulises parte de su hogar hacia la guerra de Troya porque su matrimonio con Penélope es un fracaso y que cuando regresa a Ítaca quiere una esposa fiel y sin sorpresas a su lado y que lleve las riendas de la casa.

Todo se reduce a redimir tópicos: el mito femenino de Carmen frente al de Don Juan. Inés desabrochada, desnuda, reclama su propia soledad y esperanza. Jimena quiere ser ella más allá de convenciones sociales y conveniencias, quiere amar sin pagar tributo alguno. Truhana ama la libertad; sólo tiene juventud, belleza y su profesión de cómica que quiere conservar a toda costa aún frente al poder que cree tenerlo todo al alcance de su mano. Todos los personajes tienen un poco del universo personal de Antonio Gala y de su trasfondo íntimo. Estos, y otros que quedan escondidos y pugnan por salir, como la conversa Olalla, Orosia Valdés, Penélope, Nausica, Petra Regalada, e incluso el republicano, muerto al salir a recuperar su libertad, de Noviembre y un poco de hierba.

Lenguaje

Todos los personajes utilizan diferentes lenguajes en función de los distintos planos en que se encuentren en cada momento. El lenguaje de Carmen, por ejemplo, los es de la calle, popular, con todo lo que ello representa de expresivo y directo, enriquecido con expresiones propias de una lengua más académica.

Gala siempre ha utilizado un lenguaje de enfrentamiento de antítesis entre dos realidades que empujan y a veces oprimen a sus personajes: amor-odio, víctima-verdugo, infierno-paraíso. Es un lenguaje lleno de contrastes en el que se mueven sus elementos ideológicos entre lo sublime y lo grotesco, entre lo coloquial y lo culto, y todo ello plantea una oposición entre estos mecanismos ideológicos. La palabra, en los textos de Gala, aglutina los esquemas dramáticos ordenando las escenas según pretensiones literarias con tensiones que regulan el ritmo. En Los verdes campos del Edén podemos ver la antítesis infierno-paraíso con un lenguaje que marca el contraste entre paraíso ideal y la amarga realidad. En Petra Regalada el lenguaje inculto y popular contrasta con la nobleza del personaje ya que son las únicas armas de las que puede valerse la protagonista para afirmar su rebelión entre opresores oprimidos.

Gala imbrica elementos de índole coloquial y popular con elementos más poéticos del lenguaje para, de esta manera, hacer que coexistan estos dos planos para separar las realidades de planos conceptuales antagónicos uniendo lo popular y lo poético, lo grotesco y lo sublime, la realidad con el idealismo y la utopía.

A veces las obras no se cimientan en torno a una problemática filosófica y más o menos existencial sino que, como en Samarkanda, la construye desde una forma directa y sin paliativos, lo que hace que este texto constituya probablemente la obra más desnuda y cruda de Gala. En ella se enfrenta a dos de los más fuertes tabúes de la sociedad como son la homosexualidad y el incesto haciendo, además, que confluyan en este caso a la vez en sus protagonistas, Bruno y Diego, lo que le permite adentrarse en la psicología de los dos hombres, hermanos y amantes, junto con las connotaciones sociales que los atenazan.

Teatro de Antonio Gala que seguirá ahí, en las librerías, sin él, constituyendo parte de su gran legado. Con sus detractores y sus afines e incondicionales, su obra perdurará en el tiempo y sus personajes también. Personajes que todos llevan en si un poco, o un mucho, de Antonio Gala y que bajarán de los estantes para decirnos siempre, desde los escenarios, que este mundo de fantasía no es una pasión inútil y que el individuo es el protagonista temporal de la vida.