Un baño de agua se acercaba a Córdoba nada más comenzar la misa de romeros en la iglesia de San Pablo. Fue la bienvenida, entre palmas, tambores, flautas y cantes a un camino que inició ayer la hermandad del Rocío de Córdoba y que se extenderá hasta el próximo viernes con la llegada a Almonte.
La lluvia que amenazaba no impidió que el ambiente fuese animado una vez más. Volvió a sonar la salve y letras como «ya nos vamos camino de las arenas» a la espera del Simpecado de Córdoba que inició el recorrido protegido con plásticos y adornado con multitud de flores de distintas variedades y mucho colorido. Jóvenes y veteranos se dieron cita en Capitulares para continuar hasta la Mezquita-Catedral, donde el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, les bendijo y les «dijo adiós», como comentó, entusiasmado, José Susín, un hermano de 70 años que lleva haciendo el camino desde que tenía un año. «Solo he fallado los años de pandemia», dijo, orgulloso, a las puertas de la iglesia.
La comitiva de carretas que se unirá a los rocieros esperaba al Simpecado junto al C3A para salir de la ciudad hacia la finca El Cañuelo, donde harán noche, tras avanzar algo más de 10 kilómetros.