Diario Córdoba

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Discriminación

Marginada y estafada al comprar su vivienda en Córdoba: "Me ofrecían pisos feos, deteriorados..."

Una mujer relata cómo pese a sus ingresos y estabilidad acabó engañada y en un piso deteriorado

Fachada de un bloque de viviendas. David Zorrakino

«Un proceso largo, con miedo, angustia, depresión, ansiedad... muchas cosas». Así define una inmigrante afincada en Córdoba, que prefiere mantenerse en el anonimato, su proceso para comprar una vivienda. Vino de Colombia con una oferta de trabajo, tras un proceso de selección en su país donde se presentaron 600 candidatas para 14 puestos de empleo en varias ciudades españolas.

Pero la cosa no salió bien en la empresa de Sevilla donde recaló esta mujer con estudios medios y dominio de la ofimática. Es por ello por lo que acabó recalando en Córdoba para trabajar como empleada de hogar. La fortuna tampoco la acompañó en y acabó en la calle. «Soy católica y siempre que estaba mal me iba para una iglesia, allí me vieron unas señoras llorando y me mandaron a los padres Capuchinos para que me dejaran dormir ese día». Acabó encontrando refugio en Cáritas y en el Albergue Municipal, y en la Fundación Don Bosco, a donde envió su currículo, que le encontró un empleo estable. En 2013 le llegó la nacionalidad.

Todo iba bien hasta que decidió comprarse una casa tras seis años en su empresa. Buscó en muchas inmobiliarias con el mismo resultado. La rechazaban «porque decían que mi nómina era chiquita». Tras insistir empezaron a llegarle ofertas, pero «me mandaban a pisos feos, deteriorados»...

Engañada por la inmobiliaria

Encontró uno que no estaba mal pero con las zonas comunes en una situación deplorable. «Me dijeron que no me preocupara, que la iban a arreglar para cuando yo entrara. Y que no me iban a cobrar». Costó 30.000 euros y la inmobiliaria incluyó los gastos en la hipoteca. «Voy a cumplir dos años y todavía no la han arreglado», matiza. «Me da un poco de vergüenza invitar todavía a mis amigos porque no hay ni porterillo automático, está todo muy feo».

No fue el único engaño. A la hora de solicitar la hipoteca también la estafaron. Se dio cuenta de que algo no iba bien al ver que tardaban en llegarle las escrituras. Comenzó así una odisea entre la notaría, la gestora que le había gestionado la hipoteca, cuyo empleado en cuestión ya no trabaja allí y estaba ilocalizable, y el banco, que se lavaba las manos porque «no era problema suyo», afirma esta mujer.

«Todavía lloro de la desesperación», afirma pese a haber puesto final a esta historia, que la llevó a cogerse la baja por depresión y ansiedad, que todavía sufre puesto que los hechos son muy recientes. Aún así, ha encauzado junto a sus vecinos el problema de la comunidad y ha retomado sus estudios para seguir luchando por su futuro. 

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