Final feliz

La sonrisa de un niño

La familia del niño de Trassierra que fue reanimado por un policía fuera de servicio tras caer a la piscina se reencuentra con el agente

El niño rescatado en Trassierra sonríe y la familia se reencuentra con el policía.

Manuel Murillo

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

Hoy Abel sonríe. Lo hacen sus padres y su hermana. Y sonríe Fernando, el policía que acabó decantando la balanza por la vida del pequeño. Como una vida parece, también, que fueran los cinco minutos que pasaron desde que el niño, de dos años, fue rescatado del fondo de la piscina de su casa, en Trassierra, hasta que fue reanimado. "La gente no sabe lo que vivimos, fueron minutos pero se me hizo muy largo", cuenta Noemí, su madre. 

El domingo de hace dos semanas, Antonio, el padre del pequeño, y su hermana encontraron al menor en el fondo de la piscina. Al parecer, había una pelota que podría haber intentado coger, pese a que ese espacio está vallado. "Fue horroroso", dice Noemí mientras hace memoria.

Momentos angustiosos

Tras sacarlo y avisarla a ella, Antonio realizó una especie de maniobras para reanimarlo y logró que el pequeño hiciera el amago, un detalle que después sería de vital importancia. Fue entonces cuando, alertado por los gritos, llegó Fernando, agente de la Policía Nacional fuera de servicio, que se encontraba en la finca de abajo, y acabó reanimándolo.

El policía, pese a estar habituado, por su trabajo, a escenas trágicas, recibió la imagen del niño en los brazos de su padre como un impacto. Como reconoce, pensaba que era más un "no" que un "sí" y, pese a tener ese "amargor", no cesó en su intento de salvarle la vida. Luego, una ambulancia evacuó al menor al hospital.

Un final feliz

Tras hablar con los médicos, estos felicitaron a Antonio. El intento de reanimación y los amagos del niño por expulsar el agua y respirar "son los que lo salvaron a él". De lo contrario, explica Noemí, no hubiera aguantado los "cinco minutos" que tardó Fernando en llegar para practicar la maniobra que definitivamente hizo que expulsara una bocanada de agua. "Tuvo que estar ahí ese día", expresa agradecida sobre el policía. 

Poco a poco, con el paso de los días, la familia trata de olvidar aquella sensación, aunque no resulta fácil. Su hermana, de ocho años, está "todo el rato pendiente de él". Y, además, acude al psicólogo del colegio. Para los progenitores, los primeros días cerrar los ojos suponía revivir esos momentos. "Cerrabas los ojos y veías la imagen", precisa la madre.

Tras sufrir una parada cardíaca, entrar en la uci y pasar días en planta, Abel se encuentra totalmente recuperado. Y el reencuentro, dos semanas después, entre los cinco protagonistas es más que un merecido final feliz para esta historia.

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