Francisco Rosales es psicopedagogo, trabaja en Participación Ciudadana en el Ayuntamiento de Córdoba y además es especialista universitario en masculinidad de género e igualdad por la Universidad de Elche. Miembro de una familia reconstituida en la que él aporta dos hijos y su mujer tres, actualmente es el presidente de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (Ahige). Según cuenta, siempre fue una persona sensible al tema de los derechos humanos, pero llegó al terreno de la igualdad cuando una profesora suya, Ana Freixas, lo zarandeó lo suficiente como para darse cuenta de que los hombres tenían que cuestionar su concepto de masculinidad. Aunque confiesa que le siguen saliendo ticks machistas "porque esto es algo que hay que trabajar continuamente", cree que hay que lograr que cada vez sean más los hombres que revisen sus roles "porque esto nos llevará a todos a lugares de más felicidad".
¿Cómo nace la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género?
La asociación nació en 2001, pero en Andalucía empezó a tomar fuerza hace dos años. En Córdoba, llevamos algo más de un año ofreciendo charlas en centros educativos en torno a una exposición de 20 fotografías donde abordamos la construcción de la masculinidad y explicamos al alumnado que no hay una sola forma de ser hombre. Contamos con un perfil muy amplio de socios, que vienen desde sectores sociales a oficios tradicionales como panaderos o pescaderos, tenemos gente joven y mayores de 60. Llegan a la asociación porque ven que los hombres tenemos cosas que decir y que hacer en el tema de la igualdad y quieren contribuir de alguna manera. Una vez dentro, lo que les planteamos es que hay que empezar por hacer un trabajo personal de revisión de las actitudes machistas que tenemos para ser capaces de reconocerlas.
Hay que hacer talleres de masculinidad con perspectiva de género o se pueden convertir en un lavado de cara del hombre de toda la vida, un poco más sentimental, en algo más estético que otra cosa"
La igualdad parece que ha sido siempre una cosa de mujeres. ¿Percibe un interés creciente en los hombres por esta materia?
Yo creo que sí. La cuarta ola feminista que nació en 2017 y que está llenando las calles ahora interpela a los hombres, nos obliga a posicionarnos, a decir qué pasa con nosotros ante situaciones que estamos viendo como la violencia de género y nos pide que nos sumemos a la causa para acelerar el proceso hacia la igualdad. Un chaval me decía el otro día: «Ahora soy capaz de poner nombre a estos comportamientos chungos que detecto en mí, que me chocan y con los que no estoy de acuerdo, ahora sé que son masculinidad tóxica». Hay muchos hombres que ante esos malestares que sienten, buscan qué hacer, animados a veces por las parejas o las madres. En el tema de la violencia de género, no podemos ser cómplices con nuestro silencio, si vemos conductas agresivas no podemos callarnos, ni ante un vídeo machista que nos llegue en un grupo de whatasapp. Por eso, hemos establecido además el 21 de octubre como el día en que los hombres salimos a la calle a expresar públicamente nuestro rechazo a la violencia machista.
Un chaval me decía el otro día: «Ahora soy capaz de poner nombre a estos comportamientos chungos que detecto en mí, que me chocan y con los que no estoy de acuerdo, ahora sé que son masculinidad tóxica»
La violencia machista es la punta del iceberg y ante esos casos es fácil que haya rechazo unánime, pero ¿qué pasa con el resto de comportamientos machistas?
Dentro de las actividades que hacemos, tenemos un Laboratorio de Masculinidades, abierto a quien se quiera sumar en el que trabajamos precisamente eso, los micromachismos que tienen que ver con los privilegios que tenemos los hombres por el hecho de serlo y que están tan naturalizados que son invisibles. Como creer que mi voz vale más y en una reunión puedo interrumpir a mis compañeras, hay estudios sobre el uso de la palabra por hombres y mujeres, o cómo repetimos lo que han dicho ellas pero lo hacemos nuestro... cosas de ese tipo. Intentamos descifrar cómo nos hemos construido como hombres desde la infancia, los estereotipos que se nos han inculcado, tenemos que ser fuertes, agresivos, sexualmente siempre dispuestos, dejamos nuestro cuidado a cargo siempre de una mujer ya sea la madre, la madre o la pareja... También en el terreno de la sexualidad, analizamos nuestro comportamiento y los mensajes que recibimos de lo que se espera que tenemos que hacer aunque eso no sea lo que queremos o lo que es satisfactorio para la pareja. Los hombres no tenemos un espacio de comunicación para este tipo de cosas, las conversaciones se producen en los bares, donde no se habla de lo que nos pasa, de cómo nos sentimos... Además, todo lo que implica intimidad se asocia a fragilidad o vulnerabilidad cuando la sociedad dicta que tenemos que llevar la coraza de hombre fuerte y a nosotros no nos pasa nada. Los hombres van menos al médico y cuando vamos es porque la cosa está chunga. Todo eso son aspectos negativos de la construcción de la masculinidad que nos fastidian a nosotros y a los que nos rodean.
«En el tema de la violencia machista, no podemos ser cómplices con nuestro silencio»
Avanzar en igualdad supondrá que los hombres pierdan privilegios. ¿Están dispuestos a ello?
El tema de la pérdida de privilegios para nosotros es básico en nuestras formaciones. Está claro que cuando alguien gana es porque otro está perdiendo, pero cuando hablamos por ejemplo de corresponsabilidad, vemos que a medida que nos sumamos a los cuidados, es verdad que perdemos tiempo que antes teníamos para nosotros porque lo dedicamos a organizar la compra, la comida o al cuidado de los hijos o los mayores, pero a la vez que perdemos tiempo ganamos en autonomía, en habilidades sociales, en ese vínculo con los hijos... En la balanza, hay que poner las dos cosas, la pérdida de privilegios y todo lo que ganamos en nuestro bagaje y capacidad para contribuir al mismo nivel que la mujer.
Tenemos un Laboratorio de Maculinidades en el que trabajamos los micromachismos que tienen que ver con los privilegios que tenemos los hombres por el hecho de serlo y que están tan naturalizados que son invisibles"
¿Encuentra muchos hombres que se declaren feministas?
No, qué va. Cuando preguntas a un hombre si es machista responde automáticamente que no. Nadie piensa que es machista porque se eleva al machismo a un nivel en el que nadie se quiere ver reflejado, aunque si analizas tu comportamiento... porque nos hemos criado en una cultura machista y deconstruir eso cuesta trabajo y tiempo.
Intentamos fortalecer esa idea de que uno puede expresar su masculinidad o feminidad como le dé la gana y que eso no nos merma sino que nos hace más fuertes"
A la hora de crear esas nuevas masculinidades, ¿existen referentes?
Siempre ha habido disidentes a lo largo de la historia que no han seguido el perfil tradicional de lo que debe ser un hombre. Es cierto que adolecemos de referentes. El término de nuevas masculinidades está muy de moda, pero nos parece que es muy importante que esos talleres tengan una perspectiva de género porque si no es así, se puede convertir en un lavado de cara del hombre de toda la vida, que ahora sea un poco más sentimental para no identificarse con el tío rudo y se convierta en algo más estético que otra cosa. Cada vez más se estudia el comportamiento del hombre y los estereotipos asociados al género masculino. Eso está empezando, queda mucho por recorrer, pero está bien que cuando analizamos los malestares masculinos, el por qué los hombres se suicidan más o tienen más accidentes de tráfico que las mujeres... tengamos en cuenta la variante de género para favorecer actuaciones que remedien esas situaciones.
Hay quien asocia eso de revisar la masculinidad con una pérdida de virilidad o a algo impropio de hombres heterosexuales.
En eso hay un componente generacional. La gente joven tiene más incorporada la visión de la diversidad sexual, por ejemplo, pero sí es cierto que la homofobia es una clave que controla el ejercicio de la masculinidad. Hay quien dice yo no hago esto porque temo que se rían de mí o que me excluyan o me identifiquen con algo que no quiero. En un grupo, alguien que se atreva a hacer algo distinto tiene que tener una buena base de autoestima. Por eso, nosotros intentamos fortalecer esa idea de que uno puede expresar su masculinidad o feminidad como le dé la gana y que eso no nos merma sino que nos hace más fuertes.
¿Estudiáis dónde nace la violencia de género, qué es lo que hace que un hombre llegue a matar a su pareja?
Sí, es una de pieza clave de ese proceso. A nosotros se nos dice que tenemos que tener el control y el dominio y que para ejercer ese poder se puede emplear, está legitimado que llegado el caso podamos emplear la fuerza. Si un hombre no domina o no es el que controla en una relación de pareja se dice que es un calzonazos, que no tienes cojones... ese tipo de cosas. El uso de la violencia legitimado por el patriarcado es un elemento clave. Ver cómo contribuimos a una relación y a un estar porque queremos exige unos niveles de respeto, unos mínimos para establecer una relación sana. Por eso, el tema de la génesis de la violencia en los hombres, los ritos de paso de etapa, las exigencias que se nos marcan para demostrar que eres un hombre, que es algo que hay que demostrar toda la vida porque si no eres hombre, eres otra cosa, una mujer, un homosexual... En esa demostración, empleamos la fuerza y la violencia. Y eso es algo que hay que atajar también, afrontarlo.
Si un hombre no domina o no es el que controla en una relación de pareja se dice que es un calzonazos, que no tienes cojones... ese tipo de cosas. El uso de la violencia legitimado por el patriarcado es un elemento clave"
¿Cree que se puede llegar a la igualdad sin establecer cuotas o discriminación positiva?
No hay más que ver las fotos de mandatarios, de empresarios o de cualquier foro de poder para ver que los altos puestos están ocupados por hombres porque no aparece ninguna mujer. Y piensas, ¿qué pasa, que las mujeres no están preparadas?Cuando lo que ocurre es que para llegar ahí hay que pasar por una serie de circuitos meritocráticos que no tienen en cuenta lo que cada cual ha tenido que dejar atrás para llegar a esa posición. Ahora mismo, como algo temporal hasta que la situación se equilibre, creo que las cuotas son necesarias, igual que medidas como negarse a participar en foros donde las mujeres no estén debidamente representadas. También habría que tener esto en cuenta en profesiones muy feminizadas en las que los hombres son una pequeña minoría, hay que fomentar que haya más hombres en el ámbito del cuidado.
¿Qué es lo que más trabajo cuesta cambiar?
Yo diría que el tema de la comunicación y la expresión de emociones, no solo expresarlas sino reconocerlas. Eso es un gran caballo de batalla. En tema de corresponsabilidad, se están dando pasos, aunque a veces con perfil bajo, eso de «yo ayudo a mi mujer en casa»... y con ese plus de que cuando haces algo se dice «mira qué apañado, qué suerte tienes con tu marido». Hay mucho aspecto cultural que hay que trabajar y también hay que visibilizar a más hombres haciendo cosas distintas.
¿Las mujeres también tienen que revisar el concepto de masculinidad para no esperar o exigir cosas que son estereotipos?
La mujer tiene que hacer su trabajo también. Hay clichés como que si una mujer tiene un problema con alguien, el hombre tiene que intervenir y protegerla automáticamente, aunque no se lo estén pidiendo ni sea necesario porque en el fondo la está anulando. Ese tipo de cosas siguen estando ahí y hay que trabajarlas hombres y mujeres.
Se ha abierto la veda y se ha legitimado desde los discursos políticos para que cualquiera pueda decir barbaridades sobre el tema de igualdad"
¿Ven que los jóvenes están cayendo en comportamientos machistas que parecían que se habían superado?
Ahora ocurren cosas que serían impensables hace unos años. Es como que se ha abierto la veda y se ha legitimado desde los discursos políticos para que cualquiera pueda decir barbaridades sobre el tema de la igualdad. En una encuesta reciente, salía que el 25% de los jóvenes negaba la violencia de género. Ese es un dato preocupante. Y hay un problema también porque en los centros educativos no hay margen de actuación para corregir ciertos comportamientos. Está el discurso de que ahora las mujeres quieren dar la vuelta a la tortilla en esa dinámica de perder y ganar. Y esa lógica no ayuda a que los jóvenes no se encuentren en lugares de cuestionamiento de otro tipo. Además, hay niveles de control que se han complejizado por el uso de las redes sociales que lo hace más asfixiante. Por eso, es importante que las chicas detecten esas conductas que sutilmente se van introduciendo en la relación y que hace que en cierto punto, se vean atrapadas. Hay que empoderar a la mayoría silenciosa para que se atreva a dar la cara y que actúe ante conductas machistas. Luego te sientas con chavales que repiten frases hechas y ves que su discurso se desmonta fácilmente aunque no siempre con la palabra, en los talleres nosotros tenemos una parte vivencial para desde ahí hacer una reflexión diferente porque puedes estar una hora hablando y que al final, nadie se mueva del mismo punto.
¿Le ha gustado la serie ‘Macho alfa’?
Cuando la vi me llevé una gran decepción, siendo una serie que llega a tanta gente, me pareció una oportunidad desaprovechada. No deja de ser una caricatura con una serie de clichés, donde ponen a la mujer en un plano muy determinado, con mucho chiste fácil y que al final, quienes tienen la vara de mando siguen siendo los hombres. Lo bueno de ‘Macho Alfa’ es que ha hecho que se hable de este tema, pero es una pena porque se podía haber hecho mucho más.
Cuando la vi me llevé una gran decepción, siendo una serie que llega a tanta gente, me pareció una oportunidad desaprovechada"
¿Cuándo es el próximo curso de masculinidad de Ahige?
Ahora hay uno en marcha con encuentros mensuales y queremos empezar con el siguiente en septiembre-octubre. También estamos detrás de uno específico para jóvenes. Quien quiera apuntarse, tiene que escribir a través del correo electrónico andalucia.ahige@gmail.com Los talleres son de tres horas divididas en una primera parte de compartir, de ver cómo estamos, algún contenido teórico sobre el tema que se va a trabajar, y a partir de ahí, abordamos dinámicas vivenciales prácticas en las que hablamos en primera persona en un espacio de seguridad y confianza.
¿Qué lectura de iniciación sobre el tema recomendaría?
Desarmar la masculinidad, de Beatriz Ranea Triviño, y El deseo de cambiar. Hombres, masculinidad y amor, de Bell Hooks.
Antes de terminar, ¿su mujer está contenta con usted, todo lo que sabe en la teoría lo aplica en la práctica?
Habría que hacer un test a todas las mujeres cuyos chicos trabajan con el tema de la igualdad. Es difícil porque todo lo que implica estar en el ámbito social supone tiempo y ahí sí que hay que priorizar y tener el detector encendido por si esto te lleva a no estar en lo que hay que estar. Yo creo que lo llevamos más o menos bien, pero hay que estar alerta. Lo bueno es que las gafas violetas no son una cosa de quita y pon, una vez te las pones, están ahí y te salta el piloto si tu mujer lleva dos días seguidos haciendo la cena.