ECONOMÍA
El consumidor antepone precio a calidad empujado por la inflación
Pedro Pablo Pérez explica que cae el consumo y se busca productos más baratos | UCA afirma que se está comiendo alimentos caducados para no tirarlos

Clientas compran frutas y verduras en un supermercado. / A.J. GONZÁLEZ

Los precios de la alimentación se encarecieron un 14,6% anual el pasado enero en Córdoba y este alza junto a otros como el de los tipos de interés, que a principios de febrero registraron su quinta subida en menos de un año situándose en el 3%, están modificando visiblemente los hábitos de los consumidores. En líneas generales, los ciudadanos están afrontando la situación reduciendo la renta que destinan a sus compras y sustituyendo productos habituales por otros más económicos, una decisión que en ocasiones les lleva a adquirir productos de calidad inferior.
El profesor del área de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad Loyola Andalucía Pedro Pablo Pérez explica que «cuando hay una crisis económica o se encarecen los precios, lo normal es que los ciudadanos estén a la expectativa y si finalmente se confirma, tienden a reducir un poco, en lo que puedan, su nivel de consumo y, al mismo tiempo, modifican los hábitos. Sustituyen unos productos por otros».
A modo de ejemplo, alude al caso del aceite de oliva. «Hay preocupación en el sector, porque se está consumiendo menos, sustituyéndose por aceite de girasol o de semillas cuando se usa para freír, o por mantequilla y otras grasas».
Pedro Pablo Pérez confirma que entre la población general «el consumo se está resintiendo». En esta línea, comenta que ante la inflación o la pérdida de ingresos, «se puede dejar de consumir ocio, acortar vacaciones o reducir el número de veces que se come fuera de casa los fines de semana. Esto se está produciendo claramente».
Se reduce el consumo de bienes o servicios no básicos
Cuando a esta situación se le añade el encarecimiento de las hipotecas, «la población deja de consumir determinados bienes y destina parte de la renta a pagar el préstamo», indica. En resumen, este profesor apunta que ante la inflación «se compran productos más económicos para mantener las necesidades básicas y se reduce el consumo de bienes o servicios no básicos».
De su parte, el secretario general de la Unión de Consumidores de Andalucía, el cordobés Juan Moreno, afirma que «si el criterio de hace unos años era que primaba la calidad frente al precio, la gente se mueve ahora por los precios y sacrifica incluso la calidad». De este modo, alude a los resultados de la Encuesta de Hábitos de Compra y Consumo 2022, elaborada por la Mesa de Participación de las Asociaciones de Consumidores (UCA UCE, Confederación de Consumidores y Usuarios; Federación de Usuarios-Consumidores Independientes, UNAE y Mercadona) y apunta que «está bajando sustancialmente la calidad de lo que comemos en casa».
«Con gran preocupación, hemos visto que este periodo está suponiendo que, además de que la gente no sabe distinguir convenientemente entre fecha de caducidad y consumo preferente, está comiendo alimentos caducados porque no se puede permitir tirarlos a la basura», añade.
Por otra parte, el secretario general de UCA UCE indica que «tenemos la percepción de que este escenario de crisis podría estar mermando no solo la calidad, sino la salud de los consumidores. Están comiendo más comida basura porque es más económica. ‘No compro fruta o pescado porque son caros’. Puede influir negativamente en el mantenimiento de la dieta mediterránea», lamenta este responsable.
Baja la compra de alimentos frescos
El director general de la Confederación Andaluza de Empresarios de Alimentación y Perfumería (CAEA), Álvaro González Zafra, afirma que el volumen de consumo ha descendido entre un 1% y un 3% en el último año, «descenso especialmente significativo en frescos», aunque tiende a mantenerse estable, «para lo que se hace fundamental que el consumidor no pierda la confianza en la cadena».
Este responsable detalla que, ante la situación actual, con la inflación disparada y la incertidumbre generada por distintas circunstancias como la guerra en Ucrania, «ya se están produciendo cambios en la oferta y en la demanda».
Respecto a la oferta, destaca que «puede haber menos variedad tendiendo a centrarse en lo básico, sobre todo, productos de temporada. Algunos productos se han encarecido tanto en origen o en la industria, que el distribuidor comercial se replanteará si compensa tenerlos en sus baldas», señala, aclarando que «no tienen margen empresarial para absorberlos y no pueden repercutir esos elevados incrementos de precios al consumidor, entre otras cosas, porque este no los comprará».
Acerca de la demanda, comenta que se están observando cambios «similares a los que se produjeron en la crisis de 2008 y siguientes años». Entre estos, alude a un aumento de la frecuencia de compra para controlar el gasto y una mayor planificación; una disminución del ticket medio de compra y un menor volumen de compra, explicando que se llevan a casa «cestas más pequeñas». Los supermercados advierten también una «especial atención al precio y un trasvase hacia la compra de productos de menor valor en algunas familias de alimentos».
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