GASTRONOMÍA

Los caracoles, los 'bichos' de la dieta mediterránea

Estos pequeños invertebrados tienen diversas propiedades beneficiosas para la salud humana

Un camarero sirve un vaso de caracoles en un puesto en Córdoba.

Un camarero sirve un vaso de caracoles en un puesto en Córdoba. / Manuel Murillo

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

Cuentan que los romanos los consumían en época de Cuaresma como carne permitida y, hoy en día, en Córdoba, comerlos es tradición por estas fechas -este viernes podrán degustarse ya-. Alejandro García, dietista nutricionista en el servicio de Endocrinología del Hospital Reina Sofía de Córdoba, conoce su origen y es consciente del encanto que despiertan en la provincia. Por eso, pese a no ser cordobés, considera que su consumo aquí se ha convertido casi en un «deporte nacional». Pero, además de eso, sus conocimientos en el campo de la nutrición, le permiten asegurar que estos moluscos son un buen alimento. Sin duda, afirma, «forman parte de la dieta mediterránea».

Sus propiedades beneficiosas son varias. Para empezar, los caracoles «tienen poquitas calorías porque son mayormente agua». Estos invertebrados están compuestos, precisa, por un 82% de agua y apenas un 1,4% de grasa. Esto hace que sean un alimento «poco calórico». Eso no es todo. Además, poseen nutrientes, proteínas, minerales como el magnesio o el hierro y vitaminas como la B3. Como explica el dietista, estas propiedades redundan positivamente en el sistema muscular y el sistema nervioso. La vitamina B3, por ejemplo, resulta beneficiosa para el «desarrollo y función celular». Por eso, a las puertas de la temporada de caracoles, el experto lo tiene claro: «Puede formar parte de una dieta habitual». Siempre, matiza García, como con cualquier alimento, sin abusar.

Eso sí, advierte el nutricionista, no es lo mismo comerse una tapa sencilla que un plato más condimentado como los que, a veces, se preparan. El tipo de preparación es importante. Si se les pone «más cantidad de aceite de la cuenta» o sí se elaboran en recetas «con otro tipo de grasas como chorizo, mantequilla...» de nada sirve que tengan pocas calorías. Con eso, dice García, «hay que tener más cuidado». En este caso, siempre son más propicios los cocinados sencillos, como «con un poco de ajo, aceite de oliva virgen extra y alguna especia como el perejil». El problema, insiste, es que «tenemos muchas salsas a disposición y tendemos al típico barquito». «Consumimos mucho más pan del que debemos, el mojeteo típico», añade. Pero de lo que no cabe duda es de que los caracoles, en sí, pueden ser un alimento más de una dieta sana.

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