REPORTAJE

La burocracia, la losa educativa que afrontan los profesores en Córdoba

Docentes de distintas etapas y responsabilidades en centros de educación Infantil, Primaria y Secundaria coinciden en la misma queja, la sobrecarga de trabajo que soportan por el exceso de papeleo que se les exige

Juan Antonio Martínez, profesor de Primaria en el colegio Eduardo Lucena, en su despacho.

Juan Antonio Martínez, profesor de Primaria en el colegio Eduardo Lucena, en su despacho. / CHENCHO MARTÍNEZ

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Profesores de Infantil, Primaria y Secundaria llevan tiempo repitiendo la misma queja, el exceso de burocracia que soportan. El esfuerzo realizado en digitalización no ha logrado descargar a maestros y profesores de una multitud de informes y trámites que les obligan a trabajar fuera de horario y a sacrificar en muchos casos el tiempo que deberían prestar a las labores puramente educativas. 

Juan Antonio Martínez es profesor de Primaria desde 1999 y actualmente trabaja en el CEIP Eduardo Lucena. «Recuerdo que cuando llegué empezaban a implantarse los ordenadores y muchos profesores se prejubilaron porque no controlaban el medio», explica, «ahora tenemos tests de competencia digital periódicos para ver que no nos quedamos atrás». Las nuevas tecnologías han traído cosas buenas, pero no han ganado la batalla al tiempo. «Yo tengo horario lectivo completo y mi jornada está dedicada a la atención directa del alumnado, así que es imposible hacer todo el papeleo por la mañana», señala, «no te queda otra que trabajar en casa por las tardes». 

Seguimiento

Para un maestro tutor como él, la burocracia tiene que ver con el seguimiento de los estudiantes. «Hay que levantar acta de cada tutoría con los padres, es muy importante para que quede constancia de cualquier decisión que se adopte, pero son muchos alumnos y muchas tutorías», explica, «si los padres están separados, se hacen tutorías por separado y eso significa un informe para cada una de ellas». Las faltas de asistencia y los justificantes deben volcarse a diario en la plataforma Séneca, al igual que un informe individualizado por cada incidencia de convivencia que pueda darse y otro por cada suspenso que pongas explicando los motivos de la calificación y posibles cauces de mejora. Cada cambio de ley educativa supone un extra de trabajo para los docentes, explica Martínez, que recuerda que las leyes de Educación cambian con cada gobierno. Este año, los cursos impares están introduciendo los cambios de la Lomloe, así que «hay maestros dando clase y evaluando con el sistema antiguo y otros, con el nuevo», recuerda, «y maestros que según el día tienen que usar un sistema u otro».

La presión burocrática aumenta en función de las responsabilidades que se asuman. Francisco Luque es profesor del IES Medina Azahara, donde, además, es coordinador del programa Erasmus. «Nuestro instituto realiza muchos intercambios y aunque tengo unas horas semanales asignadas para eso, el volumen de burocracia y de documentación a presentar es tan grande que te desborda», señala, «la financiación de muchos programas viene de Europa y se exigen muchos controles, este año hemos empezado a gestionar el dinero del curso pasado en noviembre y hay que presentar todas las facturas y justificaciones antes de final de enero». 

Las exigencias del sistema han llevado a los coordinadores Erasmus a poner en marcha un hashtag en sus comunicaciones para pedir una reducción de horario lectivo que les permita trabajar mejor. «El objetivo último es que todo el alumnado de Secundaria viaje, pero no puede ser que los traslados se organicen echando horas fuera de nuestra jornada», comenta, «todos somos profesores que, además. tenemos comunicaciones con las familias, informes que volcar a la plataforma Séneca, preparación de nuevos contenidos, herramientas de evaluación y ahora, cursillos obligatorios para adaptarnos a la nueva ley». A esto se suman «los informes de seguimiento del absentismo escolar, las tutorías, los informes individualizados que requiera el servicio de Orientación, la atención a la biblioteca escolar o los exámenes de competencia digital», explica Luque, que asegura que en muchas ocasiones se les pide información que la administración ya tiene, como la información que se exige para el reconocimiento de sexenios. 

Especialistas

Otro colectivo desbordado por el exceso de burocracia es el de los maestros de pedagogía terapéutica y de audición y lenguaje. Gloria lleva 15 años como docente y cree que la cosa va a más. «En nuestro caso, trabajamos con alumnos con necesidades educativas especiales en varios colegios e institutos a la vez». La media de alumnos asignada a cada profesor es de 20 en dos y tres centros distintos a la semana. Ella tiene reducción de jornada y lleva a 16 niños de dos centros y 8 aulas que van de primero de Primaria a segundo de la ESO. El curso empieza para ellos en septiembre con un informe de evaluación inicial de cada uno y un programa de objetivos específico y continúa con evaluaciones de seguimiento, informes a las familias, a los centros y a los equipos de orientación siempre que lo requieran. «La ratio es muy alta y el trabajo, muy individualizado, no hay informes estándar, si hay 20 alumnos, hay 20 programas específicos», señala, «la prioridad en clase es atenderlos a ellos, por lo que no te queda otra que hacer los informes y preparar todo el material adaptado fuera (en el mejor de los casos, tenemos 2 horas asignadas para eso), además de asistir a reuniones, tutorías, hacer actas de todo, ir a los claustros, a formación continua y ahora, a la adaptación a la Lomloe».

Equipos directivos

Los equipos directivos son los más afectados por la necesidad de compaginar la burocracia y su labor docente. Rafael Luque, director del CEIP Concepción Arenal, explica que el número de informes que se presentan cada semana es enorme. «Hay que dar respuesta a cada petición de los padres que llega, a cualquier queja sobre el comedor, las actividades extraescolares o incidencia en el aula». Todos coinciden en que la pandemia ha mejorado la velocidad de la red informática, pero, según Luque, «si se apuesta por la digitalización, tiene que ser real y hay documentos que se nos solicitan en formato virtual y físico, lo que duplica el trabajo». También son los profesores los que se encargan de los informes de riesgos laborales, «lo que nos obliga a hacernos responsables de cuestiones de seguridad sin ser técnicos, por lo que no sabemos si están bien o no, cometemos errores y hay que repetirlos muchas veces». Toda deficiencia de infraestructuras, climatización, mantenimiento o cualquier solicitud de material pasa por comunicaciones escritas con documentos escaneados y correos electrónicos al Ayuntamiento o a la agencia correspondiente.

Además de las adaptaciones de todo tipo que exigen las sucesivas leyes educativas, Luque destaca lo que supone para un centro la apertura de cualquier protocolo, ya sea por sospecha de bullying, por conductas disruptivas, acoso al profesorado o maltrato infantil. «Es para echarse a temblar, hay que seguir un sinfín de pasos y cada uno exige un montón de documentos escritos y firmados que no te puedes saltar o estás perdido». Para los directores, «es necesario reducir la carga burocrática y ampliar el número de horas asignadas para estas tareas, no podemos seguir así». 

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