ENTREVISTA | Constanza Tobío Premio Nacional de Sociología y Política 2021 por el CIS
Constanza Tobío: «La conciliación es fundamental y es un problema no resuelto»
Premio Nacional de Sociología y Política 2021 por el CIS

Constanza Tobío. / CÓRDOBA
Constanza Tobío es catedrática de Sociología en la Universidad Carlos III de Madrid. Suma tres décadas analizando la sociología de género, la relación familia-empleo y los cuidados a menores. Su trayectoria le ha valido ser reconocida con el Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2021 por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Este viernes vendrá a Córdoba para participar en la clausura del 11º Congreso Andaluz de Sociología, una disciplina académica que este año cumple 50 años. Además, el cierre a este encuentro se produce el 25 de noviembre, un día contra las violencias que sufren las mujeres que, como advierte la especialista, «son de muy distinto tipo».
Estamos ante un fenómeno social, la violencia de género, que lejos de controlarse pareciese que va a más.
Es un sorprendente fenómeno social que todavía existe incluso donde más nos sorprende, que es en el marco de las relaciones afectivo sexuales entre mujeres y hombres. Llevamos contabilizadas desde 2003, que es cuando se empezó a contabilizar el número de muertes por violencia que sufren las mujeres a manos de sus parejas o maridos, un total de 1.166, a día de hoy, que quizá el viernes sea ya alguna más porque es una violencia extrema contra la que hay que seguir luchando.
Desde el punto de vista de la sociología, qué más se puede hacer en este terrero sabiendo que es mucho lo que se está haciendo. ¿En qué se falla cuando vemos que la cifra sigue aumentando?
Por una parte hay que decir que en nuestro país, de manera muy especial, se está haciendo mucho, visibilizando, con medidas de concienciación, con medidas de protección a las víctimas pero, como tú bien dices, no es suficiente porque sigue existiendo. Hay que seguir por el mismo camino, protegiendo a las víctimas, ayudándolas. Hay que seguir previniendo y haciendo caso a los indicios de violencia extrema y a aquella que no lo es. Las personas que trabajan en violencia de género, desde la sociología, lo que han demostrado es que cuando se produce una muerte por violencia de género, han ocurrido muchas cosas antes. No es algo que ocurra repentinamente sino que hay un proceso que empieza con indicios leves, como por ejemplo el hombre que le dice a su pareja cómo se debe vestir, o el que no quiere que se relacione con ciertas personas, o el hombre que controla el móvil. Aparte de ser una intromisión inaceptable en la autonomía de la vida de las personas, muestra que eso puede irse convirtiendo en algo más peligroso. Después puede venir la violencia verbal, la humillación, el maltrato físico. Es un recorrido que tiene fases distintas en las que el maltratador, el que ejerce la violencia, con mucha frecuencia tiene fases de arrepentimiento pidiendo incluso perdón a la víctima bajo la promesa de que no volverá a ocurrir. Pero pasa de nuevo.
¿Por qué?
Pues tenemos que preguntarnos qué es lo que está en el fondo de esa pulsión masculina. La investigación sociológica está mostrando que lo que subyace es una relación de posesión con la mujer con la que se tiene una relación. El hombre considera que su pareja es suya, que la mujer a la que quiere no puede desarrollar su autonomía en contra de él porque como la quiere tanto es suya y tiene que responder a la idea que él tiene de lo que es el amor y de lo que debe ser la persona en la que ese hombre ha depositado su amor. Aquí hay un profundo malentendido, hay un resto del pasado. Las personas no pertenecen a nadie y el hecho de que un hombre ame no le legitima para cercenar la libertad y la autonomía de aquella persona a la que ama.
Voy a saltar a otro terreno en el que usted es experta, la conciliación familiar, metiéndolo en esa concepción de la mujer por debajo del hombre. Seguimos viendo que es ella la cuidadora, la que si hay que dejar de trabajar para atender a los suyos es la que lleva todas las papeletas. Ahí aún se ve ese plano que lleva a la mujer a niveles inferiores respecto al hombre.
Sin duda. El fondo del problema es que estamos todavía en una situación de subordinación de las mujeres. Eso es lo que estamos intentando entender y poniendo nuestras investigaciones a disposición de la sociedad para que ponga los medios y asegurar que la igualdad entre hombres y mujeres es efectiva. El tema de la conciliación es absolutamente fundamental y también es un problema no resuelto. Llevamos hablando de ello 40 años y sigue siendo un problema que responde a un cambio estructural en la posición de las mujeres. Un problema que es el resultado de un avance de las mujeres, es decir, de la incorporación creciente de las mujeres a la actividad laboral, al empleo, algo fundamental para ellas ya que les proporciona una autonomía económica, una seguridad. Es una forma de ir rompiendo esa subordinación respecto de los hombres que tenían, y en parte aún se tiene, de dependencia económica. En un pasado no tan alejado en el tiempo, hace 50 años, el 70% de las mujeres en edades centrales, entre 25 y 55 años, eran amas de casa y dependían económicamente de sus maridos. Esa situación crea estructuralmente una inferioridad. Eso es lo que hemos ido rompiendo, a un ritmo tan acelerado que ahora mismo, 50 años después, en ese mismo grupo de edad, el 80% de las mujeres estamos en el mercado de trabajo, la mayoría trabajando en un empleo y una pequeña parte como paradas pero en el mercado de trabajo. Cuando eso ha sucedido se ha planteado un problema que es cómo resolver el cuidado de personas, menores y también mayores, que antes estaban a cargo de mujeres que no tenían una actividad remunerada. Es que fíjate, hasta el lenguaje está en contra de las mujeres porque se dice que las amas de casa no trabajan, y claro que lo hacen, muchísimo además. Pero no lo han hecho con un empleo y a cambio de una remuneración. Trabajan en el hogar cuidando de los hijos, o en la familia extensa, cuidando de mayores y también del marido, encargándose de toda la infraestructura doméstica. Eso es muchísimo trabajo y encima era, y en parte es, trabajo no reconocido y no remunerado. Cuando esa gran mayoría de mujeres que antes eran amas de casa y ahora son mujeres que están en el sector productivo con un empleo vemos todo lo que hacían en el hogar, que hay que seguir haciéndolo pero de otra manera. Estamos en un proceso de reestructuración de todo ese tipo de actividades.
¿Cómo se está abordando ese proceso, nada sencillo por otra parte?
Por una parte, con políticas sociales sustitutorias, con servicios como guarderías, centros de día para mayores... Por otro lado, hay políticas sociales basadas en permisos laborales retribuidos que permiten que los adultos, hombres y mujeres, se ausenten temporalmente de la actividad laboral recibiendo una compensación económica a cambio para poder cuidar de los menores, que son los principales permisos.
¿De qué manera ha cambiado la conciliación desde esa primera incorporación de las mujeres al mundo laboral hasta ahora?
Ha cambiado porque ahora hay más recursos sociales y porque hay más conciencia del tema. Antes había estrategias de conciliación que tenían que desarrollar las madres y que no eran las ideales, como dejar a los niños más pequeños a cargo de los hermanos mayores. Tampoco es ideal que las abuelas y los abuelos tengan que hacer largas jornadas de cuidado pero se sigue haciendo. Ellos han sido un recurso fundamental de conciliación más allá de lo que deben serlo. Creo que está muy bien que estas figuras cuiden de sus nietos, pero no de la forma tan intensa y obligada como con demasiada frecuencia han hecho en nuestro país y que todavía lo siguen haciendo.
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